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De la uniformidad a la individualidad: menos presión y más independencia

publicado
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Ashiya. Sábados libres, menos materia, menos memoria, más creatividad. Son algunos de los aspectos destacados de la reforma educativa que pretende el gobierno japonés como recambio del sistema establecido tras la Segunda Guerra Mundial. El sistema de postguerra ha sido criticado con frecuencia por dar demasiada importancia a la acumulación de contenidos, forzando a los niños a la simple memorización de datos para aprobar los exámenes.
El sistema todavía vigente representó, sin embargo, un factor clave para elevar el nivel general de la educación y contribuyó en buena parte a la prosperidad económica del país. El sistema ha sido ampliamente admirado, también en el extranjero, por dar una educación uniforme y elevada a todos los alumnos. Pero desde hace ya tiempo hay frecuentes llamadas a la reforma. Se pide un sistema educativo que esté orientado a promover en los niños el pensamiento creativo y el razonamiento lógico autónomo.

Tanto los expertos como buena parte del público reconocen que ha llegado el momento de reformar el sistema -que fue establecido por ley en 1947- a pesar de que ha logrado altos niveles educativos. A este respecto Tadamori Oshima, ex ministro de Educación, comenta: «Cuando Japón trataba de reconstruirse hace 50 años, la uniformidad en la educación parecía necesaria; pero hoy, cuando Japón ha llegado a ser la segunda economía mundial, necesitamos fomentar la creatividad y la individualidad».

Motivos para el cambio

Las señales de alarma que aducen los partidarios de la reforma son numerosas: el colapso de la disciplina en las aulas; el aumento del absentismo y de la violencia escolar, en ocasiones contra los maestros; la frecuencia de delitos cometidos por adolescentes; el desinterés por el estudio entre universitarios y el estrés creado por el extremado énfasis en los resultados de los exámenes de ingreso (tanto en la universidad como en la escuela secundaria).

En marzo de 1999 el entonces primer ministro Kenzo Obuchi encargó a un grupo asesor del gobierno que estudiara cómo debería ser la sociedad japonesa en el siglo XXI. Entre las recomendaciones presentadas (ver servicio 23/00), se proponía una reforma del curriculum académico en todos los niveles.

Su sucesor, el primer ministro Yoshiro Mori, encargó a la Comisión Nacional para la Reforma Educativa -un nuevo grupo asesor- el estudio de medidas concretas para poner en práctica esas recomendaciones. Por fin, el actual gobierno ha decidido llevar a cabo la reforma, sobre la base del informe final de la Comisión. La reforma empezará por suprimir alrededor del 30% de los contenidos del actual curriculum en la enseñanza primaria y secundaria obligatoria en 2002 y en el bachillerato en 2003.

A partir del nuevo año académico, que empieza en abril, se llevará a cabo una serie de cambios relevantes en el plan de estudios. Según las directrices del Ministerio de Educación, se introducirán nuevos libros de textos y la semana lectiva de cinco días (lunes a viernes), con menos horas de clase en los nueve años de educación obligatoria (6 de primaria y 3 de secundaria).

Un entorno menos atosigante

En el nuevo sistema el contenido de las clases se reducirá en un 30%, haciendo hincapié en un ambiente más relajado y creativo para el que se ha acuñado el eslogan yutori kyoiku: literalmente, «educación con amplitud y flexibilidad»: con más libertad de movimientos; menos presión y más independencia; menos memorizar y más razonar.

El Ministerio sugiere también la introducción de un nuevo tipo de «estudios generales» que queda por definir, pero que se refiere a estudios prácticos en temas de ciencias naturales, sociedad, etc., por los que los alumnos muestren inclinación. A estos estudios se dedicará normalmente de 2 a 4 horas por semana -las escuelas pueden elegir libremente y llevar a cabo programas originales- y se alentará a los estudiantes a trabajar en proyectos en los campos de asistencia social, medio ambiente y tecnología de la información. También a partir del nuevo año escolar será obligatorio impartir clases de inglés en la escuela primaria. Se potenciará, igualmente, la enseñanza de informática.

«Los cursos obligatorios cubrirán las materias básicas, pero los niños que sean capaces de asimilar conocimientos más avanzados tendrán libertad de adelantar sus estudios y saltarse cursos», dice Ken Terawaki, subdirector general del Ministerio de Educación, saliendo al paso de las críticas de que los cambios pueden causar un descenso en el nivel académico de los estudiantes. «Los críticos del antiguo sistema dicen que los alumnos adquieren solo una somera comprensión de las materias de estudio, debido a la falta de tiempo, a la actitud pasiva para aprender y a que las lecciones se centran en amasar una multitud de datos. El nuevo sistema, más relajado, eliminará estos factores negativos y el elemento de presión en los estudios. Nuestro deber es tener en cuenta la situación académica de todos los estudiantes, no solo de los más listos, al definir la política educativa».

Combatir el absentismo

Según una encuesta del Ministerio, 134.000 estudiantes de escuelas elementales y medias faltaron a clase por un período prolongado en el año académico que terminó en marzo pasado. En los últimos seis años el absentismo se ha duplicado.

Norio es uno de tantos muchachos que dejó de ir a la escuela antes de terminar el primer grado de enseñanza primaria. «Cuando me levantaba por las mañanas -recuerda- me dolía el estómago o tenía fiebre. Me ponía malo solo de pensar que tenía que ir al colegio. No pude aguantarlo más», dice, refiriéndose a los constantes abusos de palabra o de obra por parte de los «matones», ya en el primer grado elemental.

Ahora, más de cinco años después, Norio está contento y estudia con provecho aritmética y lengua japonesa en Takasaki Gakuen, en Tokio, una academia particular para niños que no encajan en el sistema escolar convencional. La academia, fundada en 1973, es una de las primeras «escuelas libres» de Japón -no oficialmente reconocidas- que ofrecen programas académicos y apoyo personalizado, libre de las ataduras del curriculum normalizado. Michifuni Takasaki, fundador de la escuela-academia y director general de la Asociación Japonesa por la Escuela Libre, dice que las cifras oficiales de absentismo se duplicarían si se sumaran todos los casos no denunciados tanto en las escuelas públicas como en las privadas.

Según los expertos, el fuerte incremento de absentismo en los últimos años refleja las limitaciones del sistema educativo de postguerra, que constriñe a los estudiantes con reglamentos estrictos e impone un curriculum nacional unificado en todas las escuelas, ya sean públicas o privadas.

Takasaki afirma que la naturaleza competitiva de los exámenes de ingreso ha hecho que tanto padres como maestros descuidaran la educación moral de los jóvenes, a cuya falta se debe en gran medida la extendida intimidación y violencia en las escuelas.

¿Mejores resultados con menos materia?

Una de las cuestiones más polémicas acerca de las nuevas directrices del Ministerio es si las metas propuestas por la reforma educativa -mantener altos niveles académicos y crear un ambiente educacional más relajado- son o no compatibles. Los críticos del nuevo sistema apuntan a que la reducción de las materias de estudio traerá consigo un desequilibrio en la educación que producirá más tontos que sabios. Con humor, algunos comentan que los padres empiezan a temer que en breve el número pi deje de ser 3,1416 para ser «tres, más-o-menos».

Hay que reconocer, sin embargo, que hoy el sistema educativo en Japón tiene dos grandes problemas, y por tanto dos grandes objetivos de mejora. Uno es combatir la violencia escolar y la indisciplina a través de la formación en valores. Para ello hay que tratar de entender el proceso mental de los adolescentes que delinquen; erradicar la intimidación por parte de los «matones» en los colegios, que se produce en casi todos los niveles; reducir la alteración del orden en las aulas ya desde primaria, etc. El otro frente es promover el talento creativo que la nación necesita.

Distensión y flexibilidad

Según una encuesta reciente de la Asociación Internacional para la Evaluación del Rendimiento Educativo, los resultados académicos de los alumnos japoneses de primaria y de secundaria no ha disminuido y están todavía entre los de más alto nivel del mundo. Pero, por otra parte, es evidente que la motivación para el estudio de las matemáticas y otras asignaturas de ciencias ha sufrido una caída drástica.

«Este fenómeno -dice Koichi Nakai de Kamei Gakuen, una conocida academia de repaso para alumnos de bachillerato en Tokio y editor del libro El declive académico de los estudiantes japoneses- no se ha producido por la pérdida de aptitudes de los alumnos. Se puede deber más bien a los perniciosos efectos de rellenar la cabeza de los estudiantes con demasiados datos, o al sistema de exámenes de ingreso en la universidad, donde los alumnos pueden elegir entre varias materias, como historia o geografía, etc., donde les es más fácil obtener mejores notas que en matemáticas.

«En este sentido, la teoría del Ministerio de una educación con más yutori [más distendida y flexible] no está necesariamente equivocada. Por otra parte, no hay datos todavía que puedan demostrar la relación entre el nuevo sistema y el declive de los resultados académicos de los niños».

Tanto los críticos como los partidarios de la reforma están de acuerdo en que no será fácil poner en práctica las nuevas directrices, y en que la carga principal recaerá sobre los maestros. Es este un problema serio, ya que no todos los maestros serán capaces o estarán suficientemente preparados para llevar a cabo las reformas propuestas. Lo cual puede repercutir en contra del yutori, la meta principal que se pretende conseguir. Los padres deseosos de que sus hijos destaquen en los estudios seguirán enviando -más que antes, incluso, al disponer los escolares de más tiempo libre- a sus retoños a las academias de repaso, donde les «apretarán fuerte» para que sobresalgan y puedan superar con éxito los exámenes de ingreso en las mejores escuelas, primero, y en las universidades, después.

Enseñanza virtual

Algunos, como Kozo Hino, presidente de la entidad educativa Atmark Learning, sostienen que «los lugares de aprendizaje serán definitivamente más variados y distintos en el siglo XXI. Las escuelas serán más como boutiques en donde padres e hijos pueden hacer compras y escoger lo que les parezca mejor».

La empresa de Hino inauguró en abril del año pasado una escuela de bachillerato en Internet, argumentando que el presente sistema escolar «no es apropiado para la sociedad actual, donde los niños tienen acceso a una gran variedad de información fuera de la escuela. La educación normalizada desempeñó un papel importante en una sociedad industrial, que requería ciudadanos homogéneos y generalmente bien educados. Pero la juventud de hoy pone en tela de juicio la necesidad de estudiar tanto para entrar en una buena empresa, cuando esto no representa ya ninguna garantía para el futuro».

En la escuela virtual Atmark los estudiantes organizan su propio curriculum con la ayuda de los profesores y estudian vía Internet, usando material de sitios web, y consultando con los profesores a través del correo electrónico. Los que finalizan los cursos de estudio obtienen un diploma expedido por la Alger Independence High School, de Seattle, una de las pioneras en educación alternativa de los Estados Unidos.

«El sistema actual no tiene en cuenta la individualidad de los estudiantes con distintos intereses», dice Masahito Kitayama, presidente de Eikoh Seminar, otra escuela-academia que ofrece la posibilidad de realizar estudios de secundaria y bachillerato en Internet.

Educación y mercado laboral

El convencimiento de que el ingreso en escuelas prestigiosas es una especie de pasaporte para conseguir un buen trabajo en una empresa importante, es quizás la razón más poderosa de que muchos padres apoyen el sistema actual. Pero el colapso de la «burbuja económica» y toda una década de recesión han debilitado los fundamentos de esa creencia. Hoy en día las empresas están cambiando rápidamente sus prácticas de empleo, poniendo menos énfasis en el prestigio de las escuelas o universidades, y más en la calidad y aptitudes personales.

Muchas grandes empresas, como Sony, por ejemplo, no prestan demasiada atención a la universidad de donde procede el graduado. «Las empresas -comenta Atsuhiko Tateuchi, presidente de Drake Beam Morin-Japan, una importante firma de colocaciones- están tratando de ser competitivas en el mercado a escala mundial, y evalúan a sus empleados de manera mucho más rigurosa que hasta ahora, usando nuevos criterios para la contratación. Un título o licenciatura de una universidad famosa no protege ya a nadie de ser despedido».

El subdirector del Ministerio de Educación, Ken Terawaki, afirma que su departamento «comprende las limitaciones del estilo de educación del siglo XX. Y entiende que la sociedad postindustrial del siglo XXI necesita gente con diferentes talentos, por lo que el nuevo sistema educativo debe adaptarse a los intereses de los estudiantes. La dirección de la reforma es inequívocamente pasar de la uniformidad a la individualidad».

Antonio Mélich

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