La guerra en la Franja de Gaza, a punto de cumplir ya los dos años, debió terminar hace tiempo: apenas quedan edificios allí a los que la aviación israelí pueda lanzarles un misil, mientras que la capacidad militar de los yihadistas de Hamás ha sido severamente golpeada y los principales líderes extremistas ya no están en este mundo. Pero las bombas siguen cayendo, y el Gobierno de Benjamín Netanyahu ve más cerca que nunca la victoria, sea por la fuerza de las armas, sea porque los terroristas terminen aceptando el último plan de paz de Donald Trump.
La pregunta sería a qué podría llamarse propiamente victoria, toda vez que el ejército israelí, pese al abrumador despliegue de sus más modernos medios de combate y al empleo intensivo de tecno…
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