Mahin pretende aprovechar las redes sociales para encontrar el último amor de su vida después de años de solitaria viudez. La conexión con Faramarz, un descomplicado taxista de su edad, le propondrá una perspectiva diferente de su futuro más inmediato.
En su ópera prima en 2020 (El perdón, actualmente en Filmin), Maryam Moghadam y Behtash Sanaeeha hicieron un retrato muy crítico de su país a partir de la ley que permite la pena de muerte. Mi postre favorito se apoya más en el intimismo que en lo político para retratar, con humor y delicadeza, a una mujer que pretende rehacer su vida de manera legítima sin tener en cuenta las convenciones sociales.
La película resulta agradable por la empatía entre personajes y por el ingenio de los diálogos, que hacen que la historia sea tan ágil como sugerente, elegante y emotiva. El asunto es muy iraní, pero también plenamente universal, en la necesidad de apertura y compañía de sus protagonistas, su soledad enquistada, y la dificultad de superarla en una sociedad tan marcada por una dictadura totalitaria que asfixia hasta en los detalles más indiferentes de la convivencia.
La espontaneidad de los dos protagonistas y la ternura del desarrollo de su historia de amor es maravillosa; por eso resulta algo desconcertante el cambio de tono en el último tercio, que divide a la película en dos. Ambas partes tienen entidad dramática y relevancia, pero quizás le falta esa homogeneidad necesaria para convertirse en una producción plenamente satisfactoria.