Progresismo de la abundancia, ¿una izquierda capitalista?

publicado
DURACIÓN LECTURA: 9min.
Viviendas en Florida (foto: Cassanas Photography/Shutterstock)

Siempre que un partido pierde las elecciones suceden dos cosas: se buscan culpables y se pretenden hacer ajustes ideológicos. Pasó en Estados Unidos cuando cayeron los republicanos, en la época de Obama, y de ahí arrancó el Tea Party. Ahora, tras la victoria de Trump y su partido, en el espacio de los demócratas surge el “liberalismo de la abundancia”.

La irrupción de esta tendencia “liberal” (en sentido norteamericano; en Europa se diría “progresista” o “izquierdista”) es reciente y se debe, en efecto, al interés por articular una propuesta política que posibilite el rearme demócrata. La noción de liberalismo de la abundancia alude a una corriente en el seno de la izquierda norteamericana que se ha originado en el entorno de algunos think tanks y movimientos, y que varios libros publicados recientemente se han encargado de difundir.

Apostar por el crecimiento

En el nuevo contexto, las fronteras tradicionales entre la izquierda y la derecha se han vuelto porosas e incluso cabría decir que confusas. Pero eso no tiene por qué ser malo: por ejemplo, a la derecha siempre se le ha reprochado su atención prioritaria por los problemas económicos y por la seguridad, así como por la dejación que ha hecho de la cultura o los valores, feudos más intensamente trabajados por la izquierda, que en cambio se ha mostrado menos interesada en incentivar la producción y contener la deuda.

El liberalismo de la abundancia busca llenar esta laguna e interesarse por el crecimiento y el desarrollo sin renunciar a los ideales igualitarios. Como explican Ezra Klein y Derek Thompson, periodistas que han hecho suya la expresión, la izquierda debe tomar conciencia del agotamiento de su paradigma clásico y cambiar el mantra de la redistribución por el de estimular el crecimiento. Así, constituye una alternativa al decrecimiento.

AbundanceEs bastante expresivo ya el título del ensayo escrito a cuatro manos por Klein y Thompson: Abundance. Según los periodistas, la victoria de Trump no se debe a la transformación de la mente americana, sino a la constatación por parte de los ciudadanos de que se ha incrementado el coste de vida y que, a causa de la escasez, el país debe apretarse el cinturón, restringir la inmigración y regresar al proteccionismo económico, como reivindica el trumpismo.

Parálisis regulatoria

Sea como fuere, parece que estamos ante un brete económico que no se puede solventar con las recetas clásicas. A tenor de lo sugerido por quienes promueven el liberalismo de la abundancia, los tradicionales arreglos progresistas solo pueden acentuar más la sensación de carencia y confirmar esa opinión según la cual la izquierda no sabe gestionar.

Para quienes defienden el liberalismo de la abundancia, la excesiva regulación y las rémoras burocráticas a la innovación dificultan el crecimiento económico y originan la sensación de escasez o crisis

Marc Dunkelman, investigador en el Instituto Watson de Brown University y con dilatada experiencia como asesor del partido demócrata, ha estudiado la devaluación del liberalismo intervencionista en Estados Unidos desde la década de los setenta. En Why Nothing Works analiza un conjunto de decisiones políticas que, en su opinión, han desencaminado al país, alejándolo de la senda del progreso.

En concreto, se refiere a la excesiva regulación y a las rémoras burocráticas a la innovación que dificultan el crecimiento económico y originan la sensación de escasez o crisis. Ciertamente, en el momento de expansión industrial, a mediados del siglo pasado, era necesario controlar el crecimiento, pero hoy existe una amalgama de reglamentos y leyes incoherente y poco compatible con el desarrollo económico.

El caso de la alta velocidad en California es sintomático: se quería construir una línea rápida entre Los Ángeles y San Francisco. El coste final, más de 100.000 millones de dólares, ha triplicado la previsión presupuestaria, que estaba en torno a de 33.000 millones. La obra no tiene todavía fecha de finalización, y todo debido a las incontables auditorias y los miles de informes y permisos necesarios.

Mala gestión demócrata

A la regulación se añade la multiplicación de órganos administrativos de control y la denominada “vetocracia”, un fenómeno al que se refirió ya en su momento Francis Fukuyama. Debido a ello, políticas tan básicas y supuestamente de izquierdas como “construir viviendas, mejorar las infraestructuras, promover la innovación o fomentar el desarrollo industrial” quedan paralizadas o se abandonan.

Tampoco la gestión demócrata sale bien parada si se comparan los distritos donde gobierna y los más dinámicos donde se aplican políticas republicanas. En los primeros, como Nueva York, San Francisco o Los Ángeles, “hay obstáculos al progreso (…) y numerosos y costosos requisitos, lo cual exige mucho tiempo, como la obligatoriedad de seguir en las políticas de contratación la normativa DEI, las reglas sindicales y otras”, sostiene J. Oliver Conroy en The Guardian.

Según Yoni Appelbaum, periodista de The Atlantic, con la inoperancia demócrata Estados Unidos ha pasado de ser la “tierra de las oportunidades” a un lugar donde quien emprende o busca hacer fortuna encuentra cada vez más lastres. Así, en su ensayo, Stuck. How the Privileged and the Propertied Broke The Engine of American Opportunity, estudia cómo la zonificación urbanística ha incrementado la desigualdad y la marginalización de los más desfavorecidos. Estos, en lugar de encontrar ocasiones para salir de la pobreza, se ven inmersos cada vez más en ella.

Dos factores de escasez

Pero ¿cómo se ha llegado a esta situación de escasez de recursos, de parálisis pública, de anquilosamiento? Aunque no se puede reducir el problema a un solo factor, los defensores del liberalismo de la abundancia aluden casi de consuno a dos dinámicas que revelan hasta qué punto el mensaje de la izquierda o no ha calado o se muestra paradójico.

En primer lugar, hacen referencia a lo que en inglés se denomina nimbyismo, término procedente del acrónimo NIMBY, “Not In My Back Yard”, literalmente “no en mi patio trasero”. Se refiere al rechazo de servicios o instalaciones que son de interés público pero que molestan a los que los tienen cerca. Piénsese en el establecimiento de una cárcel o de un vertedero.

Klein menciona, en segundo término, la “política de todo en uno” que hasta ahora predica la izquierda, consistente en mezclar valores y proyectos políticos, ofertándolos en bloque, de modo que cualquier medida económica debe ser de izquierdas, a la vez que velar por el impacto ecológico y la perspectiva de género. Eso las hace inviables a menudo.

Con su énfasis en la abundancia, lo que desean estos críticos es que la acción gubernativa se dirija a la producción y mejora de bienes y servicios

Producir, no repartir

El liberalismo de la abundancia cuenta con defensores y detractores, pero ni unos ni otros niegan que supone un evidente cambio de paradigma en el seno de la izquierda. En primer lugar, ayuda a centrar el debate político en temas que inquietan a la ciudadanía, alejándolo de las ideologías identitarias, como muchos habían reclamado. Pero es que, además, exige desistir del dogma redistribucionista y apostar por la búsqueda del crecimiento.

El cambio no es baladí: hasta ahora se pensaba que el sector privado generaba riqueza y la misión del gobierno consistía en distribuirla equitativamente. Pero las crisis cíclicas menguan los recursos que repartir. Con su énfasis en la abundancia, lo que desean estos críticos es que la acción gubernativa se dirija a la producción y a la mejora de bienes y servicios.

Hasta qué punto pueden cambiar las cosas si se consolida esta transformación ideológica lo expresan gráficamente en su libro Klein y Thompson. Describen cómo puede ser Estados Unidos de 2050: un país con energía renovable, barata, lleno de oportunidades, con una ciudadanía satisfecha. No piensan, sin embargo, que esta imagen sea una utopía, sino el resultado de combatir, principalmente, tres problemas –crisis de vivienda, escasez de mano de obra, problemas energéticos– con los medios adecuados: energías limpias, inteligencia artificial e innovación.

¿Oferta o demanda?

A tenor de lo que indican quienes definen esta versión más capitalista de la socialdemocracia, no puede decirse que sus propuestas sean novedosas. Desde un punto de vista macroeconómico, el liberalismo clásico, no intervencionista, criticaba el estímulo a la demanda propuesta por los keynesianos, ya que podía conducir a la quiebra y al empobrecimiento.

Klein indica: “El problema es que, si se subvenciona el coste de productos escasos, entonces necesariamente subirá su importe y habrá cada vez más escasez”. De ahí que tanto él como Thompson se declaren “progresistas de la oferta”, y que animen a los políticos de izquierdas a tomarse las decisiones para promocionar el crecimiento y la innovación con la misma seriedad que los subsidios, especialmente en las áreas más preocupantes: casas asequibles, educación, atención médica, alimentación y otros servicios esenciales.

Ahora bien, ¿cuáles han sido tradicionalmente los medios para activar la oferta? El liberalismo conservador se decidió por operar a través de reducciones de impuestos y la limitación del tamaño del Estado. El de la abundancia no ofrece propuestas concretas, ya que en su opinión lo relevante no es presentar una lista de medidas, sino “un conjunto de soluciones políticas, como un nuevo conjunto de preguntas en torno a las cuales debería girar nuestra política. ¿Qué es escaso y debería ser abundante? ¿Qué es difícil de construir y debería ser fácil? ¿Qué inventos necesitamos y aún no tenemos?”.

Abundancia o populismo

Por ahora, el liberalismo de la abundancia no se ha encarnado en una corriente definida dentro del partido demócrata. Pero algunos demócratas están recogiendo el guante. Así, Sohale Mortazav, de Unherd, sitúa a Gavin Newson, gobernador de California, cerca de esta nueva sensibilidad progresista. Newson presentó hace unos meses un plan económico centrado en la mejora de las infraestructuras y en la inversión pública en innovación, sin apenas referirse a típicas medidas redistributivas.

Y aunque es una falacia presentar esta nueva corriente como si supusiera abrazar las tesis neoliberales, algunos comentaristas lo han hecho, y se ha constituido, con el apoyo de políticos de renombre, como Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez, una facción contraria, llamada “Luchando contra la oligarquía”, que defiende el populismo de izquierdas y achaca todo el mal presente al espíritu neoliberal y al egoísmo capitalista.

Sea como fuere, el liberalismo de la abundancia muestra la vitalidad ideológica actual, tan frecuente en tiempos de crisis, y que hay una cosa que todo ciudadano desea: que los políticos se interesen por los temas que les preocupan.

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.