Uno de los tópicos que circula sobre el escritor Azorín (1873-1967) es que su vida apenas despierta interés, desvinculando así su biografía del destacado lugar que ocupan sus libros en la historia de la literatura del siglo XX. Este libro de Francisco Fuster, especialista en la Edad de Plata de la cultura española (1900-1936), demuestra, sin embargo, que su biografía fue más apasionante de lo que parecía a simple vista.
Azorín fue testigo, en lo literario y en lo político, de la evolución de la sociedad española desde finales del siglo XIX y a lo largo del siglo XX. Publicó su primer libro en 1900 y el último en 1960. Aunque no todos tienen la misma calidad, dejó su huella en la novela, en el teatro, en los libros de viajes, en el relato, en el ensayo, en el periodismo y hasta en la crónica parlamentaria. Su magisterio lo han reconocido explícitamente autores como Josep Pla.
Sus primeros escritos, de los que luego renegó, fueron soflamas anarquistas y anticlericales con las que protagonizó algunas polémicas. A finales del siglo XIX, tras el “desastre del 98”, creó con Pío Baroja y Ramiro de Maeztu el grupo de “Los Tres”. Les unían su afán iconoclasta, el rechazo a la política del momento y su fascinación por dos filósofos que les marcaron profundamente: Schopenhauer y Nietzsche. En el caso de Azorín las cosas empezaron a cambiar desde un punto de vista político y literario con la publicación de sus primeros libros. La rápida sucesión de obras –La voluntad (1902), Confesiones de un pequeño filósofo (1904)…– consolida su proyecto literario, que se ve ratificado con el éxito de uno de sus mejores libros, Los pueblos (1905), ya firmado como Azorín, su popular seudónimo, y con La ruta de don Quijote (1905).
De un inicial anarquismo incendiario pasa Azorín a militar activamente en el conservadurismo. Incluso se presentó a diputado en cinco ocasiones, poniendo su pluma al servicio del líder del Partido Conservador, Antonio Maura. A su regreso tras la Guerra Civil, escribió artículos alabando al régimen franquista, lo que le permitió continuar con sus colaboraciones periodísticas además de proporcionarle algunos cargos honoríficos, como presidente del Patronato de la Biblioteca Nacional. Este apoyo al franquismo provocó no pocas críticas entre los intelectuales exiliados y quizás sea una de las razones que expliquen el ostracismo que hoy vive su literatura.
Fuster, que ha preparado también la edición de la antología de artículos de Azorín Libros, buquinistas y bibliotecas, demuestra nuevamente su abrumador conocimiento de la Edad de Plata, mencionando editoriales, periódicos, escritores conocidos y otros menos conocidos relacionados con Azorín. A la vez, se analizan las ideas innovadoras que poseía Azorín sobre el teatro y el cine, subrayando su constante dedicación a una personalísima estética literaria, en la que lo pequeño, lo insignificante y lo ordinario sirven para mostrar verdades universales sobre el arte y la vida.