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Humanismo y santidad. Testimonios de la literatura occidental

EDITORIAL

TÍTULO ORIGINALHumanisme et sainteté. Témoignages de la littérature occidentale

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNMadrid (2023)

Nº PÁGINAS208 págs.

PRECIO PAPEL18 €

PRECIO DIGITAL9,99 €

GÉNERO

¿Es perjudicial o beneficiosa la fe cristiana? ¿El cristianismo es un humanismo o, por el contrario, un disolvente de la humanidad? A esta gran pregunta responde un conocido adagio teológico: la gracia no destruye, sino que sana y eleva la naturaleza. Pero el adagio exige una explicación. Y es este problema el que aborda Charles Moeller en este ensayo. Moeller fue un clérigo belga de la centuria pasada (1912-1986) conocido por su monumental obra Literatura del siglo XX y cristianismo, en la que desnuda el alma de grandes escritores contemporáneos a la luz de la teología cristiana.

Moeller repasa el humanismo de autores clásicos, desde Homero a Nietzsche, tratando de encontrar en ellos “la esencia de lo humano”. Emplea, pues, “humanismo” en un sentido amplio, como la expresión más cabal de lo humano, la más rica, la más plena, la más satisfactoria. Su estudio pivota sobre la contraposición entre clásico y romántico. Clásico sería lo representado por el mundo grecorromano: la contención, el in medio virtus, el “nada en exceso”, la consideración de la hybris (desmesura) como el gran pecado. Lo romántico, por su parte, es el deseo de trascender todo límite, de lanzarse en pos de lo absoluto, de enfrentarse a la muerte como muro que detiene el endiosamiento humano. Nietzsche, aunque él mismo lo niegue, sería, a juicio de Moeller, un cabal representante de este “humanismo”.

En este contexto, el autor belga introduce el modelo de cristiano cabal: el santo, para el que lo clásico se queda corto por no recoger el guante cristiano de búsqueda de heroísmo aun en lo cotidiano –caso de Montaigne–; o peca en exceso cuando, como en los románticos, trata de alcanzar el absoluto con sus propias fuerzas. Moeller cree que los clásicos precristianos llegaron a donde podían sin el conocimiento de Cristo, pero que, tras su venida, el hombre no puede quedar indiferente, y, si no aspira a la santidad cristiana, fracasa, o peca de presunción si pretende una perfección humana al margen de la gracia divina.

Moeller se detiene igualmente en Don Quijote y en Rousseau. En Don Quijote reconoce la expresión más plena de héroe cristiano, pues sus delirios de grandeza terminan en una aceptación de la realidad y en una apertura a la gracia simbolizada en la recuperación de la cordura y en su muerte cristiana. En Rousseau, sin embargo, ve a un narcisista, que se ampara en el sueño y en la emoción para evadirse del mundo y de su responsabilidad.

Muy interesante es la percepción que protestantes y ortodoxos tienen del humanismo y su asunción por el catolicismo (no hay que olvidar que la mayor parte de los humanistas del Renacimiento fueron católicos). Explica Moeller que, en términos generales y por vías distintas, protestantes y ortodoxos recelan del humanismo. Unos porque ponen el acento en la predestinación divina, y otros porque, desde planteamientos neoplatónicos, miran con prevención la cultura humana. El erudito belga desarrolla la consideración positiva que las realidades creadas y humanas poseen para la fe católica, y para ello recurre a autores como san Francisco de Sales. Sin embargo, y aunque Moeller no lo haga, parece que desde la teología del laicado emanada del Vaticano II o en el espíritu de la santificación del trabajo, sustentado también en la Laborem exercens de Juan Pablo II, puede explicarse mejor cómo esa sanación de la gracia puede operar en la entraña de la vida cotidiana en el mundo, sin necesidad de recurrir a perspectivas monacales.

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