El persistente impacto de la pandemia en el desempleo juvenil en América Latina

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El persistente impacto de la pandemia en el desempleo juvenil en América Latina
Jóvenes en una feria del empleo en Puebla (México) / foto: Carlos Pacheco NOTIMEX/HUM

Montevideo.— Si el desempleo resultaba ser una preocupación creciente entre los jóvenes latinoamericanos, una realidad que afecta a otras partes del mundo, el covid-19 vino a incrementar esa tendencia que se mantiene hasta la actualidad. Los países de América Latina y el Caribe tienen en común que la tasa de desempleo juvenil duplica la general promedio de la región. Además de la circunstancia de la pandemia, influyen la falta de oportunidades, la brecha de conocimiento y la informalidad.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT), en su informe “Panorama Laboral 2023”, subrayó que la creación de puestos de trabajo para los jóvenes representa un “desafío importante” en América Latina y el Caribe, “donde su ingreso a la vida laboral está marcado por altas tasas de desocupación e informalidad”.

El reporte remarcó que la crisis generada por la pandemia en los mercados de trabajo expandió la tasa de desocupación entre los jóvenes latinoamericanos y caribeños, en algunas naciones, por encima del 20%. Esto significa el triple de la tasa de los adultos y más del doble de la tasa general de desempleo promedio en la región. En números absolutos, son más de 10 millones de jóvenes que buscan trabajo sin lograrlo.

La OIT alertó además que seis de cada diez jóvenes que consiguen un empleo terminan en la economía informal, que implica –en general– malas condiciones laborales, ausencia de prestaciones y salarios bajos. Además, los jóvenes sufren una notable “intermitencia laboral”, con frecuentes entradas y salidas del mercado de trabajo.

Costa Rica y Uruguay, los más afectados

A mediados de 2021, la OIT ya alertaba que el impacto de la pandemia colocaba a la población joven de América Latina y el Caribe en riesgo de convertirse en “una generación sin oportunidades laborales o educativas para construirse un mejor futuro”. En ese momento, los números aseguraban que había un 23,8% de desocupación en los jóvenes entre 15 y 24 años durante el primer trimestre de 2021, el nivel más alto desde 2006, año en que empezaron esos registros. La cifra representaba un aumento de más de tres puntos porcentuales con respecto al nivel previo a la pandemia.

El empleo que se ha recuperado pertenece mayoritariamente al sector informal

En mayo pasado, representantes de los ministerios de Trabajo de 22 países de América Latina y el Caribe se reunieron en Ecuador para analizar, y buscar soluciones, sobre esta situación. Con datos actualizados de la OIT, remarcaron que la desocupación para los jóvenes alcanza el 14,4%. Este promedio duplica el porcentaje general de desempleo en América Latina, que es del 6,5%.

En ese encuentro se reveló también que siete países de la región tienen niveles de desempleo joven incluso más elevados, como Costa Rica (27,4%), Uruguay (26%), Chile (20%), Colombia (20%), Brasil (18%), Panamá (18%) y Argentina (16%).

“La recuperación del empleo se ha basado en trabajos informales. Prácticamente, la mitad de los trabajadores de la región se desempeñan hoy en condiciones de informalidad, con toda la precariedad que eso implica”, expresó Marcos Pinta Gama, secretario adjunto Iberoamericano de la Secretaría General Iberoamericana (Segib), presente en la cumbre ecuatoriana.

El efecto de la pandemia

La pandemia de covid-19 golpeó con dureza el empleo de los jóvenes no solo de Latinoamérica, sino también a nivel global.

El Banco Mundial (BM) indicó, en febrero de 2023, que, a fines de 2021, 40 millones de personas en todo el mundo que pudieron haber tenido un empleo en condiciones normales no lo consiguieron, lo que agravó las tendencias de desempleo juvenil. En efecto, “la oportunidad para abordar los retrocesos en la acumulación de capital humano es pequeña, ya que las brechas registradas en las primeras etapas del ciclo de vida tienden a ampliarse con el tiempo”, previno el BM.

Y eso es más preocupante si se tiene en cuenta que “las personas que hoy tienen menos de 25 años, es decir, las más afectadas por la erosión del capital humano, conformarán más del 90% de la fuerza laboral en plena edad productiva en 2050”, aseguró Norbert Schady, economista jefe de Desarrollo Humano del BM y uno de los autores principales del informe. Por eso, “revertir el impacto de la pandemia en ellos e invertir en su futuro deberá ser una de las principales prioridades de los gobiernos. De lo contrario, estas cohortes no sólo representarán una generación perdida, sino varias generaciones perdidas”, agregó.

Experiencia, habilidades y demanda

Federico Muttoni, analista del mercado laboral, y director y socio de la consultora de recursos humanos Advice Uruguay, apuntó a la falta de experiencia, a la brecha de habilidades y a una demanda limitada –la proporción de oportunidades de empleo dirigidas a personas menores de 30 años es baja– como las razones por las que la tasa de desempleo entre los jóvenes de América Latina resulte muy superior a la tasa general.

La formación académica no casa muchas veces con las necesidades del mercado laboral

“Una de las principales razones es la falta de experiencia. Muchos empleadores buscan candidatos con experiencia previa, incluso para puestos de entrada”, dijo en diálogo con Aceprensa. En base al Monitor Laboral de octubre de 2023, que confecciona Advice, el 72,4% de las oportunidades de empleo en posiciones de ingreso al mercado laboral ponen esa condición, una cifra que ha aumentado desde el 60,5% en 2019. Se tratan de números uruguayos, pero que se pueden extrapolar a toda la región.

En cuanto a la brecha de habilidades, Muttoni mencionó que existe una discrepancia entre las adquiridas en la formación académica y las demandadas por el mercado laboral. “El 49,4% de las oportunidades de empleo en posiciones de entrada requieren al menos una habilidad blanda, y el 19,1% requieren conocimientos en herramientas tecnológicas”, afirmó.

El experto también entiende que la falta de formación específica repercute en la generación de empleo para los jóvenes, con una formación académica que “no siempre está alineada” a las necesidades del mercado laboral: “La demanda de competencias, tanto blandas como técnicas, es alta, y muchas veces los jóvenes no poseen estas habilidades al finalizar sus estudios”.

A nivel mundial “muchos países enfrentan desafíos similares con el desempleo juvenil. Sin embargo, la tasa de este en algunas regiones (como América Latina y el Caribe) puede ser exacerbada por sistemas educativos que no evolucionan al ritmo de las demandas del mercado laboral global”, agregó.

Muttoni también entiende que la informalidad laboral afecta “significativamente” el empleo de los jóvenes, porque estos no suelen requerir contratos formales, beneficios ni protecciones laborales, “lo que puede resultar atractivo para empleadores que buscan reducir costos”. Pero estos trabajos no ofrecen “estabilidad ni oportunidades de desarrollo profesional”, lo que perpetúa el ciclo de desempleo y subempleo juvenil. Esto también incrementa la posibilidad de ser despedido.

El incentivo como solución

Frente a este panorama, Muttoni señaló que en Uruguay ya se ponen en práctica algunas soluciones con distinto éxito en sus resultados, y que otras se encuentran pendientes. El experto dijo que se debe acometer la mejora en la formación y la educación, para alcanzar una alineación educativa que los programas vayan en consonancia con el mercado laboral e incluyan habilidades blandas y competencias tecnológicas.

A su vez, llamó a fomentar la creación de programas de prácticas y pasantías que permitan a los jóvenes adquirir una experiencia laboral relevante antes de graduarse, y llevar adelante un test de orientación vocacional para invitar a las personas a “realizar un viaje de autoconocimiento para acercarse a sus intereses y habilidades con el objetivo de encontrar la mejor opción para su futuro”.

“Sus resultados proporcionarán una visión general de los tipos de conocimientos que hacen match con la personalidad y sus intereses. Estas herramientas podrían mitigar la deserción de los jóvenes del sistema educativo e incentivar su educación”, afirmó Muttoni.

Las políticas de inclusión laboral, como los incentivos a empleadores, deben integrarse a la ecuación. “Se trata de ofrecer incentivos fiscales y subsidios a las empresas que contraten jóvenes sin experiencia”, así como “implementar programas que combinen educación teórica con formación práctica en empresas”, dijo el experto en mercado laboral.

Para reducir la informalidad, recomendó crear políticas que faciliten la regularización de empleos informales, para asegurar “protecciones y beneficios laborales para los jóvenes”, informarles sobre “sus derechos laborales y los beneficios de empleos formales”, y proveerles financiamiento y programas de mentoría a los emprendedores, ayudándolos a iniciar y gestionar sus propios negocios. Esas medidas pueden “ayudar a reducir la tasa de desempleo juvenil y mejorar las perspectivas laborales de los jóvenes en la región”, concluyó Muttoni.

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