Tras dedicarse durante diez años a la docencia en primaria, Gervase Phinn se convirtió en inspector de educación en el condado de North Yorkshire, al norte de Inglaterra. Este libro, el primero de sus memorias, empieza por su nombramiento, para después, en los 25 capítulos siguientes, relatar las incidencias de su primer año de trabajo revisando el funcionamiento de las escuelas.
Habla de las relaciones con sus colegas inspectores y con directoras de colegios, así como de su enamoramiento de la señorita Bentley, una profesora que conoce al principio. Al hilo de ello, Phinn expone su concepción de la enseñanza; por ejemplo, revela la importancia de que los niños aprendan a leer y escribir bien, algo que queda claro desde la escena-prólogo con la que arranca el libro.
Otro de los propósitos del autor es ensalzar la profesión de maestro –“el papel más desafiante, satisfactorio y quizá el más importante de la sociedad”– y, al tiempo que explica su propio proceso de aprendizaje, poner de manifiesto por qué es necesario dedicar tiempo a escuchar a los niños, a entender sus modos de pensar, a conocer cómo son sus vidas, etc.
Por su tono amable y su estructura episódica, este Diario de un inspector escolar en Yorkshire, según lo define el subtítulo del libro, se puede comparar con otros títulos famosos, como Todas lascriaturas grandes y pequeñas, publicado hace varias décadas, en el que James Herriot contaba sus andanzas, también en Yorkshire, como veterinario rural. Igual que en aquella obra, en esta todo está narrado con sentido del humor y sentido común, se presentan con simpatía los personajes y se hacen excelentes descripciones de los paisajes. Además, algunas escenas y diálogos con niños son realmente memorables.