Hace tres años, Maria Sellés fundó la Associació de Fills i Filles de Donants para adultos nacidos por donación de gametos que exigen poder acceder a información acerca de sus progenitores genéticos. En España, la Ley de Reproducción Asistida de 2006 garantiza que la donación sea anónima.
Hasta no hace mucho, el anonimato se consideraba como una concesión necesaria para garantizar las donaciones de esperma y de ovocitos y se consideraban un derecho superior al de los hijos concebidos a conocer su herencia genética. Sin embargo, hoy es discutido por varios motivos: muchos hijos concebidos por técnicas de reproducción asistida son ahora adultos que reconocen en sus progenitores biológicos la pieza perdida que necesitan para comprender su identidad. Además, alegan razones médicas para conocer su herencia biológica. Todo ello, unido al hecho de que cada vez son más (en 2020, el 8% de los niños nacidos en España habían sido concebidos por reproducción asistida), ha provocado una presión para revisar esta ley que garantiza el anonimato.
La cuestión no se plantea únicamente para los donantes de semen u ovocitos, sino también para quienes deciden utilizar procesos de adopción cerrados. A los niños así adoptados se les niega igualmente la posibilidad de conocer sus orígenes biológicos y genéticos, de forma que su necesidad de identidad queda supeditada a la voluntad de sus padres. Muchas asociaciones se dedican ahora a conectar a personas con sus padres biológicos, aun cuando estas fueron adoptadas a través de procesos cerrados.
Los genes no son anónimos
Las promesas de anonimato nacieron junto con el modelo de donación de esperma (también luego, con la donación de óvulos, aunque en menor medida) y se continuó usándolas como incentivo para los donantes: se aseguraba a los clientes que las clínicas podrían proteger su identidad. Hoy, sin embargo, los tests de ADN caseros y las bases de datos genéticos online hacen que cumplir con las exigencias de anonimato de los padres sea cada vez más difícil.
El anonimato enfrenta a dos partes: donantes e hijos, y parece que, al menos en esta cuestión, sus intereses son irreconciliables
En Estados Unidos existen aproximadamente 24 bancos de esperma. Cada uno de ellos opera de manera independiente y sin intervención del Gobierno, dando lugar a políticas distintas en cuanto al anonimato de los donantes. Danielle Teuscher, una madre de Portland, decidió usar un test de 23andMe para conocer el origen de su familia, especialmente de su hija Zoe, quien había sido concebida a través de unos gametos comprados a Northwest Cryobank. Al realizar el test, su hija fue conectada con su abuela genética, madre de su padre. Danielle le escribió un mensaje ilusionada, pensando que quizás podría iniciar contacto con su hija. Sin embargo, lo único que recibió fue una amenaza de demanda por 20.000 dólares remitida por Northwest Cryobank por violar su contrato. Según explicó el vocero de la empresa, ellos veían como un acto “egoísta” el intentar contactar con un donante anónimo cuando el donante había realizado la donación de manera desinteresada para ayudarles a obtener el mayor regalo: su hija.
Lo que esta visión no reconoce es que el deseo de no participar de la crianza de un hijo no puede eliminar por completo los lazos de paternidad. Además de la imposibilidad de mantener un total anonimato, no se reconoce el lazo que el material genético otorga, independientemente de si los padres desean mantenerlo o no. Así, el anonimato enfrenta a dos partes: donantes e hijos, y parece que, al menos en esta cuestión, sus intereses son irreconciliables.
Una experiencia diferente para hombres y mujeres
Además de las peticiones para dar a conocer cierta información a los hijos nacidos por reproducción asistida, muchos de estos adultos cargan también contra la industria de reproducción por considerarla injusta. En La Vanguardia, María Sellés asegura: “No somos el sueño de nadie…Todo está pensado para que unos padres que no puedan tener hijos lo logren, todo se hace desde un supuesto derecho a maternar que no existe”.
“La donación de óvulos no es buena para la salud reproductiva de la mujer y no la recomendaría nunca” (Gerardo Ventura Serrano, ginecólogo)
La promesa de las empresas de reproducción asistida parece ideal: el donante ayuda a otros a cumplir sus sueños y, en principio, no tiene nada que perder. De hecho, en algunos casos, tiene algo que ganar. Esto es lo que ocurre con las donantes de ovocitos, que son en su mayoría mujeres vulnerables y necesitadas de la compensación económica que acompaña a la donación. La cuestión sentimental –ayudar a otros a tener un hijo– suele ser un motivo marginal para la decisión de estas mujeres. Además, en muchos casos les aterra la posibilidad de tener un hijo biológico que pueda encontrarse con ellas más adelante. Los donantes de esperma, a diferencia de ellas y sin duda influidos por la publicidad dirigida a hombres desde las clínicas de reproducción, lo ven como algo normal e incluso como una muestra de virilidad.
La donación de óvulos es, además de incómoda y dolorosa (implica numerosas inyecciones hormonales, exámenes genéticos y físicos, además de la propia extracción), riesgosa para la salud de la mujer. “La donación de óvulos no es buena para la salud reproductiva de la mujer y no la recomendaría nunca”, dice Gerardo Ventura Serrano, de la Asociación Española de Ginecología y Obstetricia, a ABC. El caso de Ana Obregón, que en marzo pasado anunció el nacimiento de su nieta (concebida con esperma de su hijo Álex, fallecido casi dos años antes), reactivó este debate y removió algunos elementos para replantear el derecho a la maternidad o a la paternidad tal y como lo comprende la industria de la reproducción.
Mientras tanto, España se coloca como un destino internacional para reproducción asistida, en gran parte porque la ley vigente asegura el anonimato del donante. Pues en otros países europeos que han aprobado leyes que garantizan el acceso a la información genética del donante a los hijos concebidos por reproducción asistida, el número de donantes, tanto de esperma como de óvulos, ha disminuido drásticamente. La industria se queja de las consecuencias de vetar el anonimato, mientras los hijos aseguran que sus intereses priman sobre los de los donantes, puesto que ellos nunca pidieron ser concebidos de esta manera.
Revelar a los padres por el bien de los hijos
Desde el punto de vista del bien de los hijos concebidos a través de un donante anónimo o dados en adopción en un proceso cerrado, conocer la identidad de sus padres no es únicamente una exigencia legal, sino sobre todo una necesidad psicológica y espiritual. En Estados Unidos es cada vez más común que los profesionales de salud mental recomienden a las parejas buscar procesos de adopción abiertos y también revelar el origen de los gametos que se usaron para concebir a los niños.
Siguiendo esto, desde 2005 la Human Fertilization and Embryology Authority de Reino Unido determinó que los niños concebidos de esa forma tenían derecho a conocer la identidad del donante, si lo solicitaban, al cumplir 18 años. Para muchos de ellos, este deseo no se trata únicamente de saciar una necesidad íntima de autoconocimiento, sino también la de estar informados de los antecedentes médicos que pueden ser cruciales para tratar mejor sus propias enfermedades. Esta tendencia se ha manifestado en otros países como Portugal, Alemania, Suecia, Bélgica u Holanda.
La ilusión de ser padre y no serlo
Todas estas complicaciones de la donación anónima provienen de un enfoque de la paternidad basado en la ilusión de que es posible ser padre de un niño y al mismo tiempo no serlo. No se toma en cuenta que tarde o temprano la realidad se pone al día y que la paternidad tiene un componente biológico irrenunciable.
Además, estas situaciones ponen de manifiesto el valor intrínseco de cada individuo como ser único e irrepetible, también genéticamente, y que las personas también deberían tener la posibilidad de acceder a esta herencia genética que es parte de la identidad.
Un comentario
Felicidades a Carmen por el artículo, muy claro e interesante. Es un tema que requiere más atención