La veterana directora italiana Francesca Archibugi adapta la novela del famoso escritor Sandro Veronesi para hacer una radiografía de la burguesía europea contemporánea: autocomplaciente, vacía –o mejor, vaciada– y con poco o nada que ofrecer a los que vienen detrás. Este retrato nihilista se nos ofrece a través de la vida de Marco Carrero, un médico que, aunque está casado con Marina, mantiene vivos sus sentimientos por Luisa, su primer amor de juventud. La película acompaña a la familia de Marco desde que este era pequeño hasta su muerte, y lo hace con una deconstrucción cronológica que nos permite acercarnos al protagonista como un puzle permanentemente inacabado.
La película cuenta con una eficaz puesta en escena, unas interpretaciones excelentes –grande Pierfrancesco Favino– y un guion que nos facilita empatizar con la fragilidad de los personajes. Personajes débiles, infieles, sentimentales, inconsistentes… Ninguno edifica su vida sobre roca firme, ninguno es capaz de levantar la mirada, y por ello, el desenlace, tan nihilista como políticamente correcto, lejos de sorprendernos es casi lo único que podíamos esperar.
