En 1928, Erich Maria Remarque publicó una novela que se convertiría en un clásico de la literatura antibélica. La historia del estudiante Paul Bäumer, que se presenta voluntario a la Gran Guerra con otros compañeros de instituto, fue llevada en 1930 al cine en Estados Unidos; All Quiet on the Western Front ganó dos Óscars (película y dirección: Lewis Milestone). El régimen nazi prohibió tanto la novela como la película. En 1980, Delbert Mann hizo una adaptación televisiva, británico-estadounidense, mucho menos conocida.
El alemán Edward Berger la ha versionado ahora para Netflix. Sobre su perspectiva, dice: “En Estados Unidos o en Gran Bretaña, la mayor parte de las películas bélicas no pueden evitar encontrar un lado positivo. Nuestra visión de la guerra está marcada por el dolor y la vergüenza, el luto y la muerte, la destrucción y la culpa. No queda nada positivo. Me parecía interesante compartir esta perspectiva alemana con el mundo”.
A esto se deben también los añadidos de Berger; en una especie de prólogo contrasta una naturaleza intacta –imágenes similares, que recuerdan el cine de Terrence Malick, volverán más de una vez– con un campo de batalla plagado de cadáveres, desde donde en una larga secuencia se sigue el reciclaje de un uniforme hasta llegar a un nuevo recluta.
Ya aquí, en los materiales textiles, se aprecia un acusado realismo, que se extiende al barro y la sangre y hace perceptibles el hambre y el frío, también el miedo, en las trincheras. Que la acción se desarrolle en dos planos temporales –primavera de 1917, noviembre de 1918– subraya la inmovilidad del frente. El film contrasta, con un montaje en paralelo, las terribles luchas cuerpo a cuerpo en las trincheras, que se muestran descarnadamente, acentuadas por la música cuasi fúnebre de Volker Bertelmann, con las negociaciones del armisticio. Estas también son un añadido de Berger para contextualizar el argumento y dotarlo de mayor dramatismo.
Sin novedad en el frente representará a Alemania en los Óscars.