Novela a novela, Michel Houellebecq (1958) se ha convertido en un ácido cronista de nuestro tiempo. Desde una perspectiva provocadora y sarcástica, sus obras muestran las cicatrices y fallas de la cultura occidental, especialmente de la francesa.
Ambientada en 2027, con algunos sucesos y personajes sacados de la actualidad política y social, Aniquilación cuenta la vida de Paul Raison, un alto funcionario del Ministerio de Economía que trabaja como asesor del ministro Bruno Junge.
Desde su privilegiado puesto, Paul contempla las consecuencias de una serie de atentados que tienen lugar en diferentes lugares del planeta, todos ellos planificados con una sofisticada precisión que burlan las investigaciones de los servicios secretos franceses. A la vez, es testigo de los entresijos de una campaña electoral para elegir al nuevo presidente de Francia.
La acción se desplaza poco a poco de este contexto laboral y político a la vida de Paul, que no atraviesa sus mejores momentos. Cerca ya de la cincuentena, está separado de su mujer, con la que sin embargo convive en el mismo domicilio. Un infarto cerebral de su padre, que trabajó en los servicios secretos, transforma su plácida y abúlica vida, centrada en sus ocupaciones laborales. A partir de ese momento, realiza frecuentes viajes al hospital donde está ingresado y a la antigua casa familiar, donde se reencuentra con sus hermanos Cecile y Aurélien.
Aprovecha Houellebecq estas vicisitudes para realizar la que es su especialidad literaria: una disección de interesantes asuntos sociológicos propios de la cultura contemporánea, siempre desde su posición nihilista y crítica. Salen la política y sus mentiras, los atentados terroristas, la vida en pareja, las envidias familiares, la atención a los ancianos y enfermos…
Como en el resto de sus novelas, las referencias a la actividad sexual de los protagonistas son constantes. No ocupan un lugar importante en la trama, ni siquiera en el análisis de los personajes, pero suelen ser explícitas, detallistas y contundentes.
También aborda Houellebecq la pérdida de identidad de Francia y el sentido de la muerte en la actualidad. Aparecen las tibias inquietudes existenciales de Paul, sobre todo a partir de su propia experiencia de la enfermedad, que ocupa el último tercio de la novela. En este sentido, presenta, quizás de manera un tanto superficial, la pérdida del tradicional sentido religioso y la aparición efervescente de nuevas formas de espiritualismo místico, vegano y ecologista.
Su hermana Cecile y su marido son católicos convencidos y practicantes, lo que provoca en Paul sentimientos contradictorios: por un lado, admira su coherencia y actitud ante la vida; por otro, rechaza su seguridad existencial, que considera simplista y superficial.
Si en sus novelas más valoradas, como Las partículas elementales, El mapa y el territorio o Sumisión, sobresalía un mensaje cínico y vacío, en esta ocasión el autor francés –experto en polémicas y también en sorpresas– deja abierta la puerta al amor y a la esperanza, lo que es toda una novedad en su trayectoria.