La belleza de la metafísica

La belleza de la metafísica


EDITORIAL

TÍTULO ORIGINALLa beauté de la métaphysique

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNBarcelona (2021)

Nº PÁGINAS144 págs.

PRECIO PAPEL17,80 €

PRECIO DIGITAL10,90 €

GÉNERO,

Al menos desde Kant, la filosofía se ha de enfrentar a dos hechos igual de luctuosos: la desaparición paulatina de la metafísica y el relativismo estético. Y a pesar de que el origen común de ambas desgracias debería habernos obligado a pensar en su estrecho vínculo, no hay muchos que hayan explorado la relación que guarda nuestra inquietud por el ser y nuestra sensibilidad ante la belleza. Sí lo hace, con profundidad y entusiasmo, Jean Grondin, a quien hay que reconocerle el mérito de porfiar, con una insistencia fuera de lo común, en la inexorabilidad del pensar metafísico, en tiempos pocos propicios para el heroísmo filosófico.

En efecto, lo queramos o no, explica este discípulo de Gadamer, siempre nos movemos en un horizonte de comprensión; dentro, pues, de unas coordenadas de sentido. Con inteligencia, en el ensayo se subraya la unidad de los trascendentales –verdad, bien, belleza– y se exhorta al lector a recuperar, de un modo que recuerda a la teología de Von Balthasar, la prioridad del último de ellos. En realidad –Grondin lo sabe– no sería riguroso hablar de la preponderancia de lo bello, puesto que lo que revela esa tríada clásica son, a fin de cuentas, las perspectivas desde las cuales podemos abordar lo real, un cometido con pocos atajos.

El ensayo, breve pero enormemente sustancioso, es un canto a la racionalidad, es decir, a ese logos que hermana al ser humano con lo que le rodea. Belleza es la armonía que irradia de lo que sale a nuestro encuentro, tanto cosas como personas. Los desconciertos siniestros son excepciones a esa regularidad milagrosa que nace del orden ontológico y que remite a algo más excelso. Dicho de otro modo, no hay que hacer piruetas extrañas para que la metafísica desemboque en la teodicea.

Suponiendo que la metafísica estuviera en crisis, esta afectaría a su versión dogmática. Afirmar el sentido no quiere decir que sea fácil aprehenderlo, ni mucho menos que se pueda alcanzar de un modo unívoco. La tradición metafísica ha cultivado la filosofía con la humildad esperanzadora del sabio, presentando sus contribuciones como acercamientos a un horizonte, tan escurridizo como inasible, pero sin pretender arrogarse la última palabra.

Sea como fuera, una cosa está clara: sin filosofía andamos cojos, renqueando por una vida que se nos presenta sórdida. Grondin nos ayuda a levantar la mirada y a despabilar nuestro anhelo de belleza y nuestra ansia de verdad y de bien.

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