La primera media hora de Nuevo orden recuerda al último de los Relatos salvajes de Damián Szifrón (2014). Una boda perfecta en la que todo está medido… y todo está a punto de estallar. Un golpe de Estado en el país cambia por completo el panorama, al invertir radicalmente el orden social preestablecido.
Nuevo orden obtuvo el Gran Premio del Jurado en el Festival de Venecia, y confirmó la excelente (y excesiva) consideración que tienen las películas de Michel Franco (Después de Lucía, El último paciente, Las hijas de abril) en los principales certámenes europeos. Es uno de estos cineastas de historias muy negras y turbias que no hace ninguna concesión al espectador.
Nuevo orden empieza con buen pie, definiendo la clase alta con precisión, pero cuando llega la revolución, el espectáculo es tan monótono y reiterativo que los 88 minutos de metraje resultan intolerables para la mayoría del público. No hay desarrollo ni matices que aporten un sentido catártico a un retablo dantesco.
