Claves de “Fratelli tutti”

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«Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados». Con estas palabras, desde la plaza de San Pedro vacía, el Papa Francisco daba esperanza a un mundo en la noche oscura de la pandemia (era el 25 de marzo de 2020). Su última encíclica, Fratelli tutti, traza para la humanidad herida la ruta de la caridad vivida hasta las últimas consecuencias

«El mundo tiene una urgente necesidad de una respuesta eficaz a sus ansias, a sus miedos, a sus estremecimientos. Y esta respuesta es “todos somos hermanos”». Así dijo el cardenal Miguel Ángel Ayuso, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, en un seminario sobre la encíclica celebrado el pasado 13 de enero en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz (Roma). Intervinieron también la profesora brasileña de ética aplicada Maria Aparecida Ferrari y el teólogo mexicano Cristian Mendoza, experto en doctrina social de la Iglesia.

Fratelli tutti (FT) no se dirige a un público restringido o a los intermediarios (por ejemplo, los obispos), sino a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Por eso, opta por un lenguaje directo, comprensible también por personas sin particular formación religiosa. En esta línea, por ejemplo, la narración de la parábola del buen samaritano se engarza de un modo que cualquiera pueda conectar con la humanidad que transmite. Un cristiano contará en su contexto de lectura con dimensiones a otros niveles (teológico, espiritual, etc.) y apreciará con mayor luz que, precisamente, el buen samaritano era un hombre de “buena voluntad”, pero etiquetado negativamente por la religiosidad oficial.

Ampliar el campo

El lenguaje trasluce la intención de “ampliar el campo” para que un budista, un musulmán, un agnóstico, también se encuentre cómodo leyendo la encíclica y, sobre todo, se sienta interpelado a actuar, con los pies apoyados en el suelo compartido de la fraternidad universal. El Papa, apuntaba el cardenal Ayuso, «tiene la visión propia de un padre»: un padre de todos, no solo de los católicos, «pero sin renegar de la identidad cristiana».

En este sentido, el profesor Mendoza señalaba que «debemos hacernos caritativos, misericordiosos y hermanos, experimentando estas virtudes en un proceso constante, hasta hacernos lo que somos: hermanos todos por ser hijos de un Padre común».

La fraternidad universal es una propuesta cristiana, y el Papa la ha rescatado y le ha sacado brillo

Aunque el esbozo inicial fuera anterior a la crisis sanitaria, esta irrumpió con toda su fuerza durante el proceso de redacción de la encíclica y le dio un contexto preciso y una nueva reflexión. La pandemia ha evidenciado los síntomas del virus del individualismo, tema central en el análisis del Papa. La convivencia, la familia, el trabajo, el mercado, la cultura, la política, las relaciones internacionales… quizá no resistirían un “test” de fraternidad.

Refiriéndose concretamente a nuestra respuesta ante el dolor del otro, el profesor Mendoza señalaba que «la invitación fundamental de la Fratelli tutti es pararse a mirar a Jesús en aquellas situaciones de pobreza, dolor e ignorancia que con demasiada facilidad consideramos como un problema ajeno». Así el Papa nos dice que «como todos estamos muy concentrados en nuestras propias necesidades, ver a alguien sufriendo nos molesta, nos perturba, porque no queremos perder nuestro tiempo por culpa de los problemas ajenos. Estos son síntomas de una sociedad enferma, porque busca construirse de espaldas al dolor» (FT, 65).

En continuidad con el Magisterio

«El que introduce en la opinión pública el sentimiento de la hermandad humana sin límites, prepara al mundo para tiempos mejores» (san Pablo VI, Mensaje para la Jornada Mundial de la paz, 1971). El cardenal Ayuso subrayaba uno de los hilos que unen la Fratelli tutti con el Vaticano II, citando la constitución pastoral Gaudium et spes, donde se recoge que «la Iglesia necesita en particular el apoyo de aquellos que, viviendo en el mundo, conocen las diversas instituciones y disciplinas y entienden la mentalidad, se trate de creyentes o no creyentes» (n. 44). Concluía el cardenal diciendo que la Fratelli tutti «se integra plenamente en el surco de la doctrina social de la Iglesia».

La Prof. Ferrari, durante su intervención en el simposio (© Pontificia Università della Santa Croce)

 

La fraternidad universal es una propuesta cristiana. El Papa la ha rescatado del trastero, le ha sacado brillo y la ha puesto en el salón, ofreciendo desarrollos prácticos, dándole una “toma de tierra” muy conectada con su experiencia personal. Es cuestión de acentos, marcados con más o menos fuerza según el discernimiento de los signos de los tiempos.

Por ejemplo, ante las situaciones de desigualdad creciente en amplios sectores, y un ansia generalizada de beneficios, el Papa recuerda el principio tradicional de la doctrina social de la Iglesia: somos administradores de bienes, nadie es señor absoluto y esto no debería quedarse en un enunciado. Afirmando el principio tradicional del destino universal de los bienes, no se niega la propiedad privada, sino que se pone el acento donde ahora parece más necesario.

Una caridad pluriforme

La caridad es como el Nilo desbordado que inunda sin distinciones, haciendo resurgir la vida. Fratelli tutti recuerda que la caridad se desvirtúa no solo al rechazarla, sino también cuando encerramos su potencial en diques y canales. La fraternidad se asemeja más a un delta ancho y pluriforme de donde manan las soluciones personales y sociales del futuro, abiertas al reconocimiento de que no tendremos todas las respuestas, sino que las iremos descubriendo.

En palabras del cardenal Ayuso, «se trata de cultivar la caridad a todos los niveles»: en la familia, en el trabajo, en la sociedad, en la política, en el trato con todas las personas. Si viviéramos la caridad así, la experiencia nos mostraría que «el mandamiento nuevo» trae siempre algo inédito e imprevisto.

Como recordaba la profesora Ferrari, «la encíclica hace un llamamiento a todos: ciudadanos corrientes, instituciones privadas y públicas, estados y organismos internacionales. Se trata de evitar la polarización que divide y distancia sin eludir las discusiones necesarias. El objetivo común irrenunciable es lograr la “globalización de los derechos humanos más esenciales”».

“La profesión es un medio privilegiado de fraternidad social y cívica”

Los laicos pueden sentirse especialmente interpelados por la Fratelli tutti. Los hombres y las mujeres corrientes construyen los nudos neurálgicos de la sociedad. Son la bisagra entre las micro-relaciones y las macro-relaciones. El reto es tomar conciencia de que la fraternidad debería estar presente en todos los círculos relacionales hasta empapar los más amplios y que esta dinámica puede transformar el mundo. La fraternidad universal es una propuesta para sacar la caridad de la sacristía y de las pequeñas relaciones y sembrarla en la calle, en el trabajo, en la política y la vida civil, en el ocio.

El trabajo, rostro de la fraternidad cotidiana

El trabajo, desde el centro de la persona, se despliega más allá de lo interpersonal. Para la profesora Ferrari, «la profesión o el oficio es un medio privilegiado de fraternidad social y cívica, una oportunidad casi ininterrumpida de actuar con rectitud, ejerciendo la justicia, la solidaridad y la promoción efectiva del bien del prójimo».

No existe un mundo donde solo haya fraternidad y otro donde solo existan relaciones contractuales, de do ut des. Existen personas y consecuencias que afectan a los demás, causadas por mi forma de trabajar y el protagonismo que haya dado a la fraternidad.

La profesora Ferrari afirma que el trabajo es una vía cotidiana de fraternidad: «Cuando un ciudadano se relaciona con respeto y reciprocidad, cuando desempeña su profesión o sus deberes con competencia, cuando se ocupa de todo lo que es común… está mostrando en la esfera sociopolítica el rostro de la fraternidad; y está configurando el bien común político en su sentido más auténtico».

La profesora Ferrari se preguntaba si la fraternidad podría ser una de las categorías de configuración de la sociedad y respondía diciendo que «el nexo entre la fraternidad y el bien común es uno de los nuevos enfoques que ofrece Fratelli tutti (…): nuestro propio bien y el bien común se generan y se disfrutan juntos». El texto, al invitar a extender la fraternidad desde los pequeños núcleos hacia fuera, interroga también sobre nuestro ser hijas, hermanos y hermanas, padres, etc., pues el individualismo disgrega las relaciones familiares en su núcleo originario.

El Papa reivindica la nobleza de la política, resaltando su dimensión de servicio

El cardenal Ayuso ofrece algunas actitudes-brújula para practicar la fraternidad en todos los ámbitos: «La benevolencia, es decir, querer concretamente el bien del otro, y la solidaridad, que cuida de la fragilidad y se expresa en el servicio a las personas y no a las ideologías».

Política

En la encíclica, fraternidad y política aparecen como dimensiones integradoras y es más necesario que nunca promover una buena política: «Para hacer posible el desarrollo de una comunidad mundial, capaz de realizar la fraternidad a partir de pueblos y naciones que vivan la amistad social, hace falta la mejor política puesta al servicio del verdadero bien común» (FT, 154).

El Papa reivindica la nobleza de la política como profesión en un momento de desprestigio y así recupere su lugar, resaltando su dimensión de servicio. Por eso, decía Ferrari, «la fraternidad es un requisito de la vida política (…) El Papa Francisco nos anima a conjugar el nosotros en lugar del yo, para lograr la “caridad política” o “caridad social”, entendida como la maduración de un sentido del “nosotros” que supera todo individualismo».

La encíclica desvela también el rostro “político” de la fraternidad interpersonal: «Las acciones propiamente cívicas y políticas son también un ejercicio de fraternidad, ya que se dirigen a las personas; así como cada gesto de amor, de cuidado mutuo, es también una acción cívica y política, porque realmente construye una sociedad mejor», concluía Ferrari.

Jaime Cárdenas
Profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, experto en reconciliación y conflictos sociales

 

Tres actitudes transversales: compasión, apertura y diálogo

A lo largo del evento se pusieron de relieve tres actitudes transversales que propone la encíclica, necesarias para ejercer la fraternidad.

Compasión

«El lugar del encuentro entre nosotros y Dios es la Cruz de Cristo: aceptar la invitación significa sentir compasión por los demás», afirmó el profesor Mendoza. Hoy es el momento de hacerse cargo de la fragilidad. El individualismo y el relativismo dejan un reguero de heridas. En clave cristiana, quien padece con Jesucristo, participa de su obra redentora.

Añade Mendoza: «Los cristianos, acercándose al dolor, a la ignorancia y a la muerte de los propios hermanos, se acercan en realidad a Cristo». De ahí la invitación del Papa: «Busquemos a otros y hagámonos cargo de la realidad que nos corresponde sin miedo al dolor o a la impotencia, porque allí está todo lo bueno que Dios ha sembrado en el corazón del ser humano» (FT, 78).

Apertura

La fraternidad es una propuesta para ser practicada. La compasión del buen samaritano está hecha de detalles tangibles y para nada abstractos: heridas, aceite, cabalgadura, dinero… Dice el Papa Francisco que, «desde la intimidad de cada corazón, el amor crea vínculos y amplía la existencia cuando saca a la persona de sí misma hacia el otro. Hechos para el amor, hay en cada uno de nosotros una ley de éxtasis: salir de sí mismo para hallar en otro un crecimiento de su ser y por ello en cualquier caso el hombre tiene que llevar a cabo esta empresa: salir de sí mismo» (FT, 88).

El entramado de las obras (“salidas de uno mismo”) de unos y de otros, conforma una sociedad fraterna. Refiriéndose a la comunidad política, la profesora Ferrari afirmaba que «el título de la parábola es siempre del buen samaritano; a nadie se le ocurre llamarla parábola del posadero (…) pero el bien común político es obra de cada ciudadano, de manera similar a como el cuidado del herido de la parábola también es obra del posadero (y no solo del buen samaritano)».

Diálogo

Para el cardenal Ayuso, «el arte de saber dialogar, en todas sus acepciones, se ha convertido en un imperativo». La división social conduce a la polarización que, como todo ciclo violento, tiende a intensificarse, a incluir a más personas, a degradar sus relaciones, al miedo y a la agresividad. La Fratelli tutti llama a cortar el ciclo con el diálogo.

Dialogar no quiere decir renunciar al debate político o al contraste de opiniones, sino ser capaces de reconocer hermanos en quienes las sostienen. Según el cardenal Ayuso, «el Pontífice nos pide que adoptemos el diálogo como camino, la colaboración común como conducta y el conocimiento mutuo como método y criterio». También nos invita a que «reconozcamos que la fraternidad humana puede ser el principio unificador de las relaciones sociales».

Ver siempre y en toda persona a un hermano nos conducirá al diálogo, y «el diálogo –decía el cardenal Ayuso– respeta la verdad; el diálogo hace nacer la cultura del encuentro, y el encuentro entonces se convierte en un estilo de vida, en una pasión, en un deseo».

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