Elogio del gran público. Una teoría crítica de la televisión

Gedisa.

Barcelona (1992).

316 págs.

2.800 ptas.

TÍTULO ORIGINALÉloge du gran public. Un théorie critique de la télévision

Dominique Wolton, destacado estudioso de los medios de comunicación, considera que la televisión necesita una teoría crítica que analice su papel en el espacio ampliado de las comunicaciones. A esa ambiciosa tarea dedica las páginas de Elogio del gran público, minucioso análisis de la realidad actual y de las perspectivas del medio televisivo.

La obsesión por conquistar a la audiencia ha llevado a todo tipo de análisis sobre el perfil del espectador: se trata de conocer al público mejor, pero no para ofrecerle buenos programas, sino para dominarlo mejor. Ante esto, el espectador tiene pocas defensas: las asociaciones de telespectadores son escasas, y las revistas especializadas se limitan a informar acerca de la programación. Además, Wolton considera que se suele menospreciar la capacidad crítica del público, mucho mayor de lo que se cree.

Una de las características más importantes de la televisión es su papel de vínculo social: el mismo programa llega a millones de hogares diferentes. Ahora bien, se da la curiosa paradoja de que la televisión es un medio de masas que se utiliza individualmente. De este modo, el contexto en que se ve un programa de televisión -la formación cultural, el humor del espectador, las personas que le acompañan- puede hacer diferente su significado para distintas personas. Además, señala el autor, ver televisión es como hacer turismo: viajar durante breve tiempo por mundos ajenos para después volver a casa. De ahí que Wolton sostenga -contra una extendida opinión- que «la televisión más bien acentúa la percepción de las diferencias que la percepción de las similitudes, y por ello es más un factor de mantenimiento de las diferencias que un factor de homogeneización».

Dominique Wolton defiende el modelo de televisión generalista -«cuya fuerza es la representación del gran público y su debilidad la relativamente escasa eficiencia comunicativa»-, como instrumento favorecedor de la democracia. En cambio, no es partidario -aunque admite lógicamente su interés- de la televisión fragmentada o a la carta, «cuya fuerza es la precisión en la relación de comunicación y cuyo inconveniente es su escaso interés social».

También analiza Wolton las dificultades de la televisión cultural, y el riesgo de producir programas poco atractivos. Asegura que la cultura siempre sobrevivirá, pero advierte la dificultad de comunicarla a través de la televisión.

Finalmente, al tratar el proyecto de televisión paneuropea, considera su papel como factor de integración y de diferenciación. Según Wolton, la televisión es a la vez un vínculo social en el seno de una comunidad nacional y un elemento de comunicación entre las diferentes identidades nacionales. El balance neto de esta doble acción puede ser la superación de los nacionalismos sin diluir los particularismos. En cuanto a los factores de unidad que aglutinan a los pueblos europeos, el autor recuerda que el único relevante es el cristianismo, frente a las fuertes identidades nacionales: «No puede haber una Europa sin el legado del cristianismo».

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