K.

Roberto Calasso

GÉNERO

Anagrama. Barcelona (2005). 368 págs. 18 €. Traducción: Edgardo Dobry.

«Existen ciertos escritores -muy pocos, de hecho- que son a tal punto ellos mismos que cualquier declaración acerca de ellos que uno se atreva a formular podría parecer una enormidad. Uno de esos escritores fue Franz Kafka; de este modo, aun a riesgo de parecer poco libre, uno debe mantenerse lo más próximo posible a sus propias declaraciones». Son palabras de Canetti recogidas por Calasso en esta rara obra cuyo género oscila entre el ensayo crítico y la metaficción. De hecho, pese a lo que proclama la contratapa y a que ha sido publicado por la colección «Panorama de narrativas» de Anagrama, «K.» se identifica más con el discurso crítico que con el creativo.

Calasso elige para su investigación al más irreductible, al más peculiar de los escritores del siglo XX. Kafka lleva décadas encarnando el gran reto de los exégetas literarios. Un hombre que confesaba «estar hecho de literatura» y a quien Calasso bautiza como «experto en extrañeza». El autor italiano, dueño de una vastísima erudición, se sumerge con exhaustividad abrumadora en la extrañeza kafkiana, de la que el propio escritor fue el primer notario: «No creo que existan personas cuya condición interior sea similar a la mía».

Para Kafka, el autoanálisis continuo representaba una actividad vital tan inevitable como el respirar, porque no sabía de nada más obsesivamente interesante que su propia psicología como tema literario. Y al compararse con el mundo y con los otros, estalla el no-reconocimiento, el desarraigo de una cucaracha entre seres humanos. Todas sus ficciones -y el libro de Calasso se centra muy especialmente en «El Castillo» y «El proceso» como paradigmas de lo kafkiano- nacen como cauce necesario de esta conciencia de alienación incurable, fatal. Kafka es un elegido para la peculiaridad, que se vuelve culpa cuando los demás no lo aceptan y que, final y necesariamente, deviene condena existencial, radical incomprensión.

La metodología de Calasso aquí se pliega rigurosamente a la advertencia de Canetti: no explica el porqué profundo de lo kafkiano, no interpreta, sino sistematiza: bucea en sus novelas, diarios y cuentos para buscar los puntos del esquema antedicho y los va hilando, reiterando, matizando.

Por eso «K.» es más crítica que creación, por puro respeto a la singularidad del estudiado. A Calasso sólo le compete como creador la elección de estilo: un lenguaje elíptico, figurado y aforístico que agotará a los no iniciados por su sobrecarga erudita y por la propia complejidad del irreductible Kafka.

Jorge Bustos Táuler

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