El Guggenheim bilbaíno fue el detonante de la construcción de una larga serie de edificios icónicos y osados que hoy forman parte de nuestro paisaje cultural. El éxito del edificio de Frank Gehry consiguió atraer a Bilbao multitudes turísticas, estimular la economía local y dar notoriedad a la ciudad. Las autoridades políticas de diversas ciudades españolas quisieron un producto arquitectónico-estratégico similar, que lograra los mismos efectos en sus comunidades autónomas y, de paso, les catapultara a la historia.
Las conexiones entre políticos ambiciosos y arquitectos de gran notoriedad es la baza que juega este libro, escrito por Llàzer Moix, periodista cultural de La Vanguardia durante casi veinte años. La génesis y desarrollo arquitectónico de cada uno de los edificios o conjunto de ellos se narra a la par que las negociaciones con los políticos en el gobierno.
La Ciudad de las Artes y de las Ciencias de Valencia une, como en otros casos, las peculiaridades de un arquitecto estrella -Calatrava- con un proyecto épico, largo y lleno de dificultades tanto en el ajuste de costes como en la propia definición del edificio o conjunto de edificios. Moix nos presenta al conocido arquitecto como un seductor que logra embaucar a los políticos para llevar su proyecto de la Ciudad hasta donde él quiere, aún de forma desmesurada.
El caso de la otra Ciudad, la proyectada por Peter Eisenman para Santiago de Compostela, también es analizada por el autor en sus cuatro pasos habituales: concurso limitado a arquitectos poseedores del Pritzker, ambiciones políticas de convertirse en abanderados del progreso, elevados presupuestos -que habitualmente se desbordan- y edificios en los que prima la forma sobre la función, y lo suntuario y emblemático sobre la utilidad y necesidad ciudadana.
El autor ilustra con datos este recorrido arquitectónico, que también es, en buena medida, económico y político, por la geografía española. Y se acerca a la vecina Andorra. Examina con el mismo patrón apuntado arriba, el puente de Zaha Hadid para la Expo Zaragoza 2008; las cuatro torres de Chamartín, y el Caixa Forum en Madrid, y algunos otros edificios de esas ciudades. Atiende también al caso de Barcelona que inició su fiebre arquitectónica antes del Guggenheim, en 1984 con los concursos para el Anillo Olímpico en Montjuic; y los casos de l’Hospitalet y Palafolls. Moix es crítico y un poco ácido: considera, lleno de razones, un acierto lo hecho en el Caixa Forum por Herzog & De Meuron y en Palafolls por Isozaki. También nos explica a los no versados en las dificultades ingenieriles lo ocurrido en Zaragoza para construir el emblemático puente-pabellón. Y muchos otros datos de interés.
Resulta estimulante para el ciudadano no conformista documentarse con estos variados ejemplos de egos unidos en un mismo proyecto en los que ambos ganan, aunque para ello recorran -habitualmente en los casos elegidos- un largo camino de negociaciones. Caprichos formales -bien explicados por el autor- de arquitectos que saben seducir al político ansioso de inmortalizarse en un edificio emblemático. Pseudocultura materializada en construcciones desmesuradas, despilfarro económico, aliciente para las hordas turísticas que han de inyectar nuevos ingresos.
Esta es la aportación de un periodista que explica cuestiones que habitualmente no aparecen en los periódicos y que ilustran ciertas políticas urbanísticas y de carácter cultural llevadas a cabo con dinero público. Arquitectura milagrosa también nos muestra bastante información en un pequeño recorrido por bodegas privadas como Elciego, Protos, Chivite e Ysios.