La casa de cristal

Tusquets.
Barcelona (2011).
451 págs. 20 €.
Traducción: Catalina Martínez Muñoz.

TÍTULO ORIGINALThe Glass Room

GÉNERO

Aunque La casa de cristal, finalista del Man Booker Prize en 2009, tiene unos personajes que permanecen a lo largo de todo el relato, el elemento que cohesiona toda la trama y que además da título al libro es una casa singular, una obra maestra de la arquitectura de principios del siglo XX, diseñada y construida por Lugwig Mies van der Rohe en Brno (República Checa) en 1930 y que se conoce como la Tugendhat House. La casa se puede visitar y sus planos están intercalados en las diversas partes de la novela.

En Venecia, en 1929, durante su viaje de novios, el matrimonio de Liesel y Viktor Landauer conocen al arquitecto Rainer von Abt, exponente de la nueva visión de la arquitectura, quien les propone diseñar su futura casa familiar según los nuevos cánones arquitectónicos. El matrimonio accede y les construye una singular casa, con paredes blancas, suelos blancos, maderas oscuras, casi sin tabiques, enormes cristaleras, y un espectacular muro de ónice dorado que cambia de color según cómo incide la luz solar. La casa, admirada e incomprendida, se convierte para ellos en su querido hogar.

Mawer implica al lector hábilmente con la casa desde el momento en que comienza a ser construida y, a través de ella, al destino de sus moradores. Se recrea en los personajes, sobre todo los femeninos, penetrando en su interior, en sus sentimientos. Son precisamente dos mujeres las que se introducen como elementos discordantes de la buena relación familiar: Hana, íntima amiga de Liesel, con una sexualidad desbocada (escenas que no se ahorran en el libro), y Kata, una judía de Viena con una hija que se convierte en la amante de Viktor (también judío) y, paradójicamente, en niñera de los hijos del matrimonio.

La invasión nazi de Austria y más tarde de Checoslovaquia trastoca el ambiente placentero en que viven los Landauer, ricos fabricantes de coches, judíos al igual que el esposo de Hana.

Los inquilinos de la casa se suceden: en la época nazi se convierte en un instituto que estudia la pureza de la raza; durante la dominación soviética, en un centro de rehabilitación para niños con parálisis y, por último, en un museo en los últimos años soviéticos. En cada período hay unos personajes relacionados con la casa, pero son todos secundarios, porque la casa pertenece emocionalmente a sus dueños.

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