La mujer del juez

Salamandra.

Barcelona (2013).

250 págs.

17 €.

Traducción: Sonia Tapia.

TÍTULO ORIGINALThe Man in a Wooden Hat

GÉNERO

Jane Gardam (Inglaterra, 1928) dedica un segundo libro a la vida del juez Edward Feathers, protagonista de El viejo juez, su anterior novela. Ahora es Elisabeth Macintosh, su esposa, la que decide escribir sobre su marido desde su propia experiencia. Aunque las dos novelas están íntimamente relacionadas, se pueden leer independientemente. Sobre estos mismos personajes la autora anuncia una tercera novela.

La acción transcurre en la segunda mitad del siglo XX entre Hong Kong, Londres y los Donhead de la campiña inglesa. El prestigioso Juez Filth, un “hombre de natural distinción” que “daba la impresión de haber nacido en una Inglaterra de otra época”, va a contraer matrimonio con Elisabeth, escocesa pero nacida en Tianjin y con la que el juez ha coincidido en sus viajes a Oriente en el último año y medio. Como el juez, Elisabeth también perdió a sus padres y se crió durante la guerra en un campo de internamiento de Shanghai. Ambos tienen alrededor de 30 años.

Cada uno tiene un amigo íntimo, modelo de fidelidad absoluta e incondicional. Albert Ross es un personaje extravagante, un enano que luce siempre un enorme sombrero (tiene su historia), al que Edward echó una mano en momentos difíciles y que luego correspondió a este gesto proporcionándole al Juez sus mejores casos y protegiéndole y no separándose de él. Por su parte, Betty tiene a Amy, casada, misionera en China, llena de hijos y que es un apoyo fundamental para su vida. Por último está Terry Veneering, contrincante de Filth en los litigios, y aunque se odien mutuamente, la vida los mantendrá unidos hasta la muerte. Un hijo de Terry, Harry, se convierte desde muy pequeño en la debilidad de Betty. Todos estos personajes están muy bien retratados; son precisos, muy realistas, verídicos y llenos de vida.

La mujer del Juez es, pues, la historia del matrimonio desde que se conocen hasta que mueren. Los dos son personas de caracteres dispares y que, sin profesarse un amor ardiente, se quieren con sus debilidades. Viven con elegancia momentos buenos y malos, algunos tristes y dramáticos. Sortean las tentaciones de infidelidad y aunque viven con una gran sinceridad entre ellos, ocultan prudentemente los hechos humillantes que los dos tienen en sus vidas, pero cuya revelación podría romper la estabilidad matrimonial. Toda la novela se convierte así en un canto a la fidelidad: la matrimonial y la de los amigos.

A estos valores hay que sumar la atrayente y variada ambientación: la descripción urbana del Londres de postguerra y la solidaridad de sus habitantes; la vida en Hong Kong, con su geografía y el ambiente de la Colonia, sus calles, sus fiestas, sus gentes, el sentido británico; por último, los paisajes de la campiña de los Donheads en Dorset. Y todo esto narrado con sencillez, con viveza, con humor y, a veces, con sutil ironía.

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