La personalidad de Siri Hustvedt, nacida en 1955 en Minnesota, de padres noruegos, la ha llevado a escribir tal y como lo hace y sobre los temas que aborda: relaciona su propia biografía y experiencias con las lecturas que ha elegido conforme a sus propios criterios e intereses, de modo que estos ensayos se alejan de la impersonalidad o del tono académico para entrar con la fuerza de la propia vida y de la búsqueda honrada de la verdad que caracteriza a esta autora, doctora en Literatura Inglesa por Columbia.
Novelista, ensayista y poeta, Hustvedt huye tanto del simplismo de la autoayuda como del academicismo rígido e inoperante. Sus ensayos están formalmente más cerca de los artículos periodísticos que de la erudición o el lenguaje especializado o epatante de algunos ensayistas. Hustvedt se implica personalmente en lo que estudia y en lo que escribe: por eso su curiosidad filosófica, tan humana, se vierte en una gran capacidad de relacionar, por ejemplo, las interconexiones neuronales con las emociones que produce una obra artística.
Los intereses de Hustvedt se ordenan en las tres partes del volumen. “Mirar” alude a la experiencia perceptiva que se produce con las artes plásticas. Comenta la obra de artistas tan distintos como Goya, Kiki Smith, Duccio di Buoninsegna o Annette Messager. “Pensar” trata temas como el psicoanálisis, la neurociencia y la experiencia perceptiva del lector y el recuerdo que dejan las lecturas en la memoria. “Vivir” es la parte más personal y autobiográfica, y en ella aparecen los temas de las otras partes, que también tienen muchos ingredientes autobiográficos.
Por eso la clasificación es lo de menos y no importa el orden en que se lean los capítulos: pueden interesar al lector ávido de conocimientos que, además, quiere amenidad, versatilidad y un enfoque original, sosegado, abierto y no autoritario sobre el impacto perceptivo del arte y de la literatura, tal y como la neurociencia nos descubre paulatinamente en sus avances.

La autora cultiva el asombro respetuoso con las disciplinas que aborda. Expone con cierto rigor, pero sin afán de especialista, sus conclusiones o sugerencias. Ella misma señala la sana curiosidad que la empuja, una curiosidad de tipo filosófico que la lleva a contrastar lo relativo de las culturas con sus tópicos y clichés, para encontrar la verdad sobre el ser humano. Es una indagadora, que usa su razonamiento también sobre su propia experiencia.