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Una madre

Siruela.

Madrid (2014).

242 págs.

19,95 € (papel) / 9 € (digital).

GÉNERO

En torno a la mesa de Amalia se reúnen sus tres hijos una Nochevieja. Fernando, el narrador, es homosexual y arrastra el desengaño sentimental de su última pareja que le abandona después de regalarle un perro con el que pueda entretenerse. Emma, lesbiana, acude con su pareja, Olga, y anuncian que están esperando un hijo. Emma ha sufrido un tremendo golpe emocional con la muerte accidentada de una pareja anterior y huye hacia adelante, poniendo en marcha una casa rural y acudiendo a la maternidad para tratar de curar una herida que no cicatriza. Silvia, la pequeña, convive con Peter, un sueco que pocos días antes ha decidido dejarla. Además, años atrás sufrió una intervención quirúrgica que le impide tener hijos como era su deseo.

Tres personajes heridos, tres modos de amar aparentemente equivalentes, o eso es lo que sugiere Palomas, y tres fracasos.

Por si fuera poco, a la cena se incorpora el tío Eduardo; un personaje simpático, extrovertido, con fama de mujeriego que parece haberse enamorado de un travestido portugués aunque queda la duda de si el anuncio de boda no será un modo de llamar la atención y lograr el reconocimiento de sus sobrinos y hermana.

Preside la cena Amalia, a quien su marido ha abandonado de mala manera después de unos años de difícil convivencia. Ella es la luz que ilumina la sombría vida de sus hijos. Es ocurrente, despistada, o se lo hace, torpe con los objetos y tierna y comprensiva con sus hijos. La enfermedad que le impide apreciar bien lo que le rodea cuando cambia la luz, parece una metáfora de su incapacidad, tan maternal, de ver los defectos de los suyos.

En un escenario mínimo y con unos diálogos en clave de humor, Palomas administra con inteligencia la tensión dramática, dosificando los secretos que los miembros de la familia van revelando. Y de su mano nos planteamos qué nos une a la familia, qué nos hace ser familia, cuántas versiones de nosotros mismos conviven en nuestro interior, por qué cuesta tanto comunicarnos con los demás o escucharnos a nosotros mismos.

La clave para entender una familia así la proporciona el personaje de Amalia con sus salidas de pata de banco, sus atípicas observaciones sobre sucesos ordinarios y sus increíbles amistades. Si un personaje así es posible, entonces es posible todo lo que Palomas cuenta. En esta apariencia de normalidad reside la explícita moraleja que desea transmitir.

En una reciente entrevista el autor declaraba haber buscado una familia reconocible. Cabe preguntarse si no es demasiado rebuscado que coincidan tantas orientaciones sexuales distintas. Este punto de partida aleja al lector medio de los conflictos personales de los personajes y su evolución, su reconciliación con ellos mismos en la cena de un 31 de diciembre en la que Amalia trata de sanar todas las heridas. Al final parece que solo es posible amor de una madre.

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