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Cuando yunque, yunque. Cuando martillo, martillo

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNBarcelona (2015)

Nº PÁGINAS504 págs.

PRECIO PAPEL24,95 €

PRECIO DIGITAL14,99 €

GÉNERO

El periodista gallego Augusto Assía (1906-2002), pseudónimo de Felipe Fernández Armesto, fue el único corresponsal español en Londres en el curso de la II Guerra Mundial. Este volumen rescata los artículos que escribió en aquellos años para La Vanguardia y que publicó posteriormente en dos libros, que son los que dan título a este volumen. El primero, Cuando, yunque, yunque (1946), recoge una selección de sus crónicas hasta 1943, cuando los británicos se armaron –no solo militarmente– para resistir a la Alemania de Hitler. En el siguiente, Cuando martillo, martillo (1947), las fuerzas británicas, aliadas con las estadounidenses, toman la iniciativa en pos de la victoria final.

En el prólogo, Ignacio Peyró resuelve así las virtudes del relato: “Quizá por esa mezcla de ardor guerrero y business as usual, Assía no se limita a dar el parte diario de la guerra”. En efecto, las crónicas de Assía, más de un centenar, no abordan solo los aspectos marciales, que también –Dunquerque, los bombardeos de Coventry, el blitz sobre Londres, el desembarco de Normandía–, sino que presentan las costumbres y la esencia de un país que podía perder “todas las batallas excepto la última”. A ojos de este periodista, tan perspicaz como combativo –colaboró con el servicio secreto británico–, Inglaterra se erige en un modelo de dignidad, valor y, ante todo, en un baluarte de libertad, tan osado como para amparar sus tradiciones pese a la amenaza de las V1 y tan consciente de sí mismo como para mantener constante el latido legislativo en la Cámara de los Comunes. Frente a tantos ventajistas, Assía no albergó ninguna duda: “La derrota final de los nazis era obvia, aun para el más lerdo”.

A la manera de un yunque, Gran Bretaña y su imperio se fundieron al principio de la guerra en un esfuerzo común que propiciaría la victoria de 1945 (con la dolorosa espina de la neutralidad irlandesa). Y, como un colosal martillo, sus fuerzas triturarían luego la aberración totalitaria del fascismo. “Un país –reflexiona– no puede disponer del albedrío de otro por la sola razón de que posee más fuerza”, lo que le lleva a anticiparse en un momento a la amenaza pendiente del comunismo (“¿Tienen límite las aspiraciones rusas?”).

Hay, por último, artículos plagados de humor, como el que retrata el 88 cumpleaños de George Bernard Shaw, quien en una entrevista respondió que en ese trance de su vida solo estaba escribiendo su “testamento, que me da mucho trabajo”. El temperamento del premio Nobel –dublinés de nacimiento– puede extrapolarse al pueblo británico en su “mejor hora”. Inglaterra ganó la guerra, también, por su sense of humor: “Si yo no tuve nunca duda de que los ingleses ganaban la guerra es porque les vi, siempre, echar sus desgracias a broma”.

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