Es frecuente encontrarse con afirmaciones sobre temas como la existencia de la libertad, el papel de las emociones o sobre los métodos educativos, que se dicen respaldadas por los recientes descubrimientos de la neurociencia. Esto muestra que este ámbito de estudio interdisciplinar, lleno de promesas, reciente protagonista de nuevos e importantes descubrimientos y en el que se invierte una parte importante de los recursos dedicados a investigación, se encuentra especialmente activo.
Pero también es frecuente comprobar que muchas de estas ideas transmiten una imagen reducida del hombre que ignora o intenta sustituir algunas tesis sostenidas por la filosofía clásica. Muchas veces, de hecho, la neurociencia o las investigaciones filosóficas que se proclaman fundadas en ella tienden a presentar como ineludible una visión naturalista y reduccionista del ser humano.
No son muchos los estudios que, desde un buen conocimiento de la neurociencia y de la filosofía, propone una visión alternativa, inspirada por una concepción sapiencial del ser humano y destinados a un público amplio. Este es el caso del presente libro, fruto de una larga y seria dedicación al estudio de las relaciones entre la neurociencia y la filosofía, en el que se entabla un diálogo ambicioso con algunos de sus protagonistas más importantes.
Estamos ante una introducción muy bien documentada y muy recomendable para quienes deseen un mapa del territorio en que se establece actualmente este debate. El libro comienza con algunas aclaraciones sobre el estatuto epistemológico de la neurociencia, es decir, sobre lo que esta puede ofrecer respecto al conocimiento filosófico y la experiencia ordinaria. También explica la discusión actual del problema mente-cerebro y repasa su historia.
El autor describe con elegancia y espíritu abierto muchas tesis, incluso las que no comparte, pero sin servilismo y con el deseo de aprovechar aquello que ofrecen de valioso. En los dos últimos capítulos el autor ha seleccionado dos aspectos especialmente relevantes del problema: en el tercero desarrolla una propuesta inspirada por el aristotelismo y el tomismo para entender la relación de la persona con su cuerpo; en el cuarto, y último, profundiza sobre la sensación y la percepción.
No faltan a lo largo de estas páginas la exposición y las referencias a algunos de los nombres más destacados del ámbito científico o filosófico que han intentado enriquecer el debate, desde las diversas posiciones tradicionales de la filosofía de la mente hasta las nuevas aportaciones como el enactivismo, el estudio de los sistemas complejos, etc. Uno de sus méritos es mostrar cómo la tradición aristotélica y tomista, a la que el autor se adscribe, tiene mucho que aportar a la neurociencia y le ofrece a esta un marco interpretativo fecundo.
Hemos de dar la bienvenida a este libro sugerente, que cumple un buen papel como introducción a un asunto candente, en el que los temas clásicos de la antropología son enriquecidos por los nuevos conocimientos científicos y en el que una visión abierta e integradora del hombre se propone como un marco alternativo, más luminoso y esperanzador que las concepciones reduccionistas a las que, por desgracia, nos hemos ido acostumbrando. Esperemos que cada vez sean más los que, tanto desde el campo de la ciencia como desde la filosofía, se decidan a participar en este apasionante diálogo.