Tres libros de Svetlana Alexiévich

Las obras publicadas en español de la última Nobel de Literatura rescatan recuerdos de personas corrientes y son buena muestra de su obra.

GÉNERO

De La guerra no tiene rostro de mujer existen dos versiones. En la segunda, de 2013, la autora añadió pasajes borrados por ella misma y otros suprimidos por la censura. De 1978 a 1983 fue recogiendo testimonios de cientos de mujeres soviéticas de las más de un millón que participaron en la II Guerra Mundial, pero el libro fue rechazado en 1983 porque no se percibía “el papel dominante y dirigente del Partido Comunista”. En 1985, en plena perestroika, pudo publicarse y consiguió un éxito espectacular: se vendieron más de dos millones de ejemplares.

La voz femenina

El libro está formado, como los otros, por conversaciones con cientos de mujeres con el objetivo de mostrar una imagen de la guerra distinta a la oficial o a la que cuentan los hombres, los habituales protagonistas de las guerras. “Todo lo que sabemos de la guerra –escribe la autora–, lo sabemos por la ‘voz masculina’. Mientras tanto, las mujeres ‘guardan silencio’, incluso las que estuvieron en la guerra. Y si de pronto se ponen a recordar, no relatan la guerra ‘femenina’, sino la ‘masculina’. Se adaptan al canon. Tan solo en casa, después de verter algunas lágrimas, en compañía de sus amigas de armas, las mujeres comienzan a hablar de su guerra”.

Las mujeres desempeñaron en la guerra todo tipo de cometidos, tanto los más “masculinos” como otros de retaguardia: enfermeras, cocineras, lavanderas, corresponsales de guerra, peluqueras, panaderas, escribientes… “Al recordar –explica Alexiévich– parece que evocan a otras chicas. Recuerdan y se sorprenden de ellas mismas”.

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El fin del “Homo sovieticus”
Acantilado.
Barcelona (2015).
656 págs.
25 €.
T.o.: Konets krásnogo cheloveka.
Traducción: Jorge Ferrer Díaz.

Como se comprueba en el libro, algunas de estas mujeres son narradoras extraordinarias y “en sus vidas hay páginas capaces de competir con las mejores páginas de los clásicos de la literatura”. Su manera de abordar los hechos es distinta, infrecuente. “La guerra femenina tiene sus colores, sus olores, su iluminación y su espacio. Tiene sus propias palabras. En esta guerra no hay héroes ni hazañas increíbles, tan solo seres humanos involucrados en una tarea inhumana”.

Así, ese punto de vista alternativo coincide con sus objetivos literarios: “No escribo sobre la guerra, sino sobre el ser humano en la guerra. No escribo la historia de la guerra, sino la historia de los sentimientos. Soy una historiadora del alma”. 

La historia omitida

El 26 de abril de 1986 una serie de explosiones destruyeron uno de los reactores de la central nuclear de Chernóbil, localidad ucraniana a 16 kilómetros de la frontera con Bielorrusia. El escape de material radiactivo se extendió por centenares de kilómetros. Para Bielorrusia, país de diez millones de habitantes, supuso un cataclismo y la desaparición de 485 aldeas.

Uno de cada cinco habitantes vive en territorio contaminado. En las regiones de Gómel y Moguilov –las más afectadas por el desastre– la mortalidad supera a la natalidad en un 20%. El número de enfermos de cáncer y de personas con deficiencias mentales, disfunciones neuropsicológicas y mutaciones genéticas es superior al normal.

A esta realidad se enfrenta Alexiévich en Voces de Chernóbil, que habla con numerosas víctimas, con médicos, extrabajadores, soldados, familiares, científicos, residentes ilegales en zonas prohibidas, etc. Su originalidad estriba en que no trata sobre el accidente nuclear de Chernóbil, sino sobre “el mundo de Chernóbil”: cómo el desastre afectó a las vidas cotidianas de las personas y cuáles fueron sus reacciones. Como escribe la autora, “yo me dedico a lo que he denominado la historia omitida, las huellas imperceptibles de nuestro paso por la tierra y por el tiempo. Escribo y recojo la cotidinanidad de los sentimientos, los pensamientos y las palabras. Intento captar la vida cotidiana del alma. La vida de lo ordinario en unas gentes corrientes”.

Nostalgia y futuro

El fin del “Homo sovieticus” es su obra más ambiciosa. Con ella ha querido profundizar, sirviéndose nuevamente de cientos de testimonios, en lo que significa ser soviético cuando el comunismo se encuentra en vías de extinción. El Homo sovieticus es el resultado de setenta años de experimentación en el laboratorio marxista-leninista en la URSS. ¿Qué ha sido de este hombre? ¿Cómo ha afrontado los cambios que se han dado en la URSS desde finales de los ochenta, momento histórico bien descrito en El último imperio. Los días finales de la Unión Soviética, de Serhii Plokhy?

Eso es lo que muestra este libro, elaborado a partir de dos series de entrevistas, una a comienzos de los noventa y otra diez años después. Alexiévich habla de las muchas personas que no han sabido asimilar el cambio. “Yo busqué a aquellos que se habían adherido por completo al ideal, a aquellos que se habían dejado poseer por él de tal forma que ya nadie podía separarlos, aquellos para quienes el Estado se había convertido en su universo y sustituido todo lo demás, incluso sus propias vidas”. Educados en los valores comunistas y colectivos, eran incapaces de “abrazar el individualismo de hoy, cuando lo particular ha terminado ocupando el lugar de lo universal”.

A esas personas les causan confusión la libertad, a la que no están acostumbradas, y la pluralidad de opiniones. Lo cuenta uno de los entrevistados: “Hoy he comprado tres diarios y cada uno cuenta su verdad. ¿Dónde está la verdadera verdad? Antes uno leía el Pravda de buena mañana y ya lo tenía todo claro”.

Otros participaron activamente en la caída del comunismo. Pero la libertad conseguida no ha levantado mucho entusiasmo. “La libertad resultó ser la rehabilitación de los sueños pequeñoburgueses que solíamos despreciar en Rusia. La libertad de Su Majestad el Consumo”.

Parecía que el comunismo había sido finiquitado. Pero como comprueba la autora, la sensación era falsa. Después de veinte años, “una fuerte nostalgia de la Unión Soviética se ha ido extendiendo por toda la sociedad. El culto a Stalin ha vuelto (…). Hay decenas de programas televisivos y portales de Internet dedicados a alimentar la nostalgia de los tiempos soviéticos”. Para Alexiévich, incluso la situación política ha retrocedido a décadas anteriores. “Hoy el presidente goza de un poder semejante al de los secretarios generales del Partido en tiempos soviéticos, un poder absoluto”. Y el partido en el poder es una copia del Partido Comunista.

El fin del “Homo sovieticus” abarca muchos puntos de vista, muchas reflexiones tanto de férreos partidarios de la antigua Unión Soviética como de personas que denuncian el silencio cómplice de muchos de sus compatriotas ante el terror de las purgas, los campos de concentración y la violencia de la dictadura. La autora ofrece un mosaico de voces, una polifonía de testimonios donde, como ella escribe, prima la pasión por “una vida humana cualquiera”.

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