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Brújula

TÍTULO ORIGINALBoussole

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNBarcelona (2016)

Nº PÁGINAS430 págs.

PRECIO PAPEL 22,90 €

GÉNERO

No siempre los premios literarios aseguran suficiente calidad, pero no es el caso de Brújula, de Mathias Enard (Francia, 1972), Premio Goncourt 2015. Una extensa novela de 430 páginas que no se hace larga por el interés de lo que cuenta y por el modo de hacerlo.

El fondo de la cuestión es doble: por un lado, las muestras de la atracción que Oriente ha ejercido crónicamente sobre Occidente; por otro, el amor casi imposible que el musicólogo Franz Ritter evoca, en Viena, por Sarah, experta orientalista y compañera en algunos viajes.

Ya se sabe que en Oriente no tienen tanta conciencia de Oriente como en Occidente: el Oriente es, en gran parte, una creación occidental construida sobre las exploraciones arqueológicas en Egipto, la presión del imperio otomano y la influencia de motivos orientales en música, literatura y pintura desde al menos el siglo XVIII, aunque la historia es mucho más antigua: baste pensar en la cultura del Al-Andalus. Muestras paradigmáticas son el Rondó a la turca, de la Sonata para piano, n. 11, de Mozart. O la Marcia alla turca, de Beethoven, op. 113, n.º 4. Por no hablar de las Cartas persas, de Montesquieu, o las Orientales, de Victor Hugo…

Por las páginas de Brújula pasan historias o relatos sobre Balzac, Goethe, Delacroix, Wagner, Heine, Bizet, Halevy, Rimbaud, Kafka, Thomas Mann, Pessoa, y sobre otros escritores menos conocidos, como Germaine Nouveau, amigo de Rimbaud y poeta muy maltratado injustamente en su propia patria. O sobre la gran tradición de la poesía persa: Jayam, Hafez…

También muy valiosa la evocación de paisajes o lugares de Siria o Irán, tanto más emotivos cuanto que el autor alude a la destrucción de muchos de ellos, hoy mismo, por el autodenominado Estado Islámico. “Igual que hoy en día, la guerra santa es todo menos espiritual”. Especialmente valiosas son las páginas dedicadas a Palmira.

Todo ello servido en una prosa fluida, detallista, lírica muchas veces. Es la construcción de esta prosa la que lleva adelante la novela, haciendo su lectura cada vez más densa y rica. En unos pocos pasajes evoca la no oculta lascivia de algunos de los muchos célebres viajeros a Oriente, como Flaubert.

La novela lleva a pensar en cuánto ignoramos del mundo, empezando por ese Oriente, por otro lado tan metido en Occidente. Una ignorancia que la globalización en lugar de resolver oculta.

Un discurso tan fluido e intenso pese a su extensión, queda oscurecido por algún que otro lunar. El que más me ha chocado es una esporádica aunque sobrante antipatía hacia lo católico (¿alguien más “orientalista” que la Madre Teresa de Calcuta?), a la vez que una gran comprensión con el islam. Puestos a ser compresivos, ¿por qué no lo somos con todos?

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