Emancipación tardía y trabajo precario

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El envejecimiento de la población, que se había moderado gracias al efecto de la inmigración en los años anteriores a la crisis, vuelve a manifestarse con intensidad. En 2012 ya había más personas por encima de los 65 años que por debajo de 30, y eso a pesar del efecto rejuvenecedor de la población extranjera, donde cerca del 25% tiene 29 años o menos, por solo un 15% de la española.

Emancipación tardía y en pareja
La juventud europea se puede dividir, grosso modo, en dos bloques en cuanto a la emancipación. España pertenece al grupo de países meridionales –junto con Grecia, Italia y Portugal– donde la edad media de emancipación es considerablemente más tardía que en el norte. Un ejemplo: en 2012, el 41% de los hombres españoles de 25 a 34 años vivía con sus padres, por un 13% en Francia, un 20% en Reino Unido y menos de un 10% en Finlandia, Suecia o Dinamarca.

La inquietud política se traduce en una mayor participación en manifestaciones, pero no en la afiliación a partidos

La tardía emancipación de los jóvenes obedece, además de a un factor cultural, a la situación económica. La tasa de emancipación rompió su tendencia al alza en 2007 (30% de jóvenes de 16 a 29 años emancipados), después de haber subido desde el año 2000; en el primer trimestre de 2013 cayó hasta el 23,3%. Sin embargo, el descenso en los años de la crisis no ha sido tan pronunciado como cabía esperar debido al abaratamiento de la vivienda, tanto en propiedad como en alquiler.

Un dato llamativo es que el mayor nivel educativo no implica una mayor tasa de independencia, sino más bien al contrario. Excepción hecha de los que solo terminaron estudios secundarios obligatorios –con la menor tasa de emancipación–, los más favorables a quedarse en casa son los que obtuvieron un grado superior, por delante de los que se quedaron en el bachillerato o similar y de los que abandonaron tras la primaria, que son los más proclives a emanciparse.

Esto tiene su reflejo en otra de las mediciones de la encuesta: la tasa de dependencia económica. Mientras que el 42% de los jóvenes de clase alta viven en una situación de “dependencia completa”, esto solo ocurre al 24% de la clase media-baja. Los principales sostenedores siguen siendo los padres, y la crisis ha puesto aún más peso sobre ellos. Desde 2008, el porcentaje de jóvenes casados cuyos padres asumen la mayor parte de su sostenimiento han pasado del 4,5% al 20,5%.

La forma de emancipación preferida también es diferente en cada zona de Europa. La costumbre de emanciparse pronto para vivir en solitario, muy arraigada en los países del norte de Europa, no es nada frecuente en España, donde la mayoría de jóvenes que abandonan su casa lo hacen para vivir en pareja. Como en otros países del sur más Austria e Irlanda, los jóvenes españoles tardan más años en vivir en pareja, aunque cuando lo hacen pasa menos tiempo hasta que tienen el primer hijo. Con todo, la edad media a la que esto sucede sigue siendo alta, y la crisis económica la ha retrasado aún más.

Solo el 30% de los jóvenes de 16 a 29 años han dejado el hogar paterno

En lo que sí se ha “europeizado” España es en la proporción de hijos nacidos fuera del matrimonio: del 9% en 1990 al 35,5% en 2010, un valor cercano ya al de países como Finlandia o Reino Unido.

Mundo laboral: más precariedad que apatía
De sobra conocidos son la alta tasa de paro juvenil y la gran incidencia de la temporalidad en España. El informe del INJUVE aporta un cierto contexto al problema de los jóvenes para acceder al mercado laboral.

Algunas de las cifras son reveladoras. Por ejemplo, que el 75% de los contratos de personas entre 16 y 34 años sean contratos temporales. La alta temporalidad también caracteriza los mercados de algunos países nórdicos, pero en el caso de España no está asociada a un dinamismo en los puestos de trabajo, sino simplemente a un ambiente de precariedad, de lo que da cuenta el elevado porcentaje de parados de larga duración con respecto al total de jóvenes parados: 32,4%.

Otra característica típica del sistema laboral español –aunque en este caso no es solo atribuible a la crisis– es la poca recompensa relativa por haber alcanzado un nivel de estudios superior. Aparte de la diferencia de sueldos (menor en España que en la media europea), el tiempo que tardan en encontrar su primer trabajo los universitarios no es tan distinto al de otras personas con menos formación.

Una de las novedades del estudio con respecto a otros parecidos es que cuestiona la idea de que en España haya muchos “ni-ni”, aunque la pregunta de la encuesta que se refiere a la situación laboral no sea del todo clara. Sí es más evidente que los jóvenes extranjeros residentes en España están más activos en el mercado laboral que los españoles de nacimiento: estos buscan trabajo con menos intensidad y compatibilizan en menor proporción los estudios con el empleo.

También los extranjeros llevan la delantera en cuanto al espíritu emprendedor. En este campo se empieza a ver un aumento de los que trabajan por cuenta propia, después de cinco años de bajada. Una vez más, la tasa real (cercana al 8%) dista mucho de las preferencias ideales de los entrevistados, que en un 45% manifiestan preferir trabajar por cuenta propia.

Otro dato llamativo es que de 2008 a 2012 ha bajado considerablemente el porcentaje de jóvenes que estarían dispuestos a aceptar “cualquier trabajo”: del 65% al 38%. En cambio, en el mismo periodo se ha doblado la proporción de los que trabajan en el sector público (administración o empresas públicas): del 9,7% al 16,1%.

Intereses vitales
Como en las ediciones anteriores de la encuesta, los datos de 2012 confirman que para los jóvenes lo más importantes en sus vidas son la familia y los amigos. En cambio, les interesa menos la política, y más cuanto más alejada de la realidad cotidiana de los entrevistados, por ejemplo los asuntos relacionados con la ayuda al desarrollo.

No obstante, los años de la crisis han supuesto un repunte en el seguimiento de los temas políticos. Otra cosa es la participación en la política a través de los cauces que podríamos llamar “tradicionales”: solo crece la participación en manifestaciones, pero no la afiliación o el compromiso político activo.

En cuanto a la valoración moral de comportamientos destaca la aprobación mayoritaria del matrimonio homosexual (77,5%), el progresivo descenso en la aceptación de la “libertad total para abortar” (del 61% en el 2000 al 57% en 2012) y la decreciente valoración de la enseñanza religiosa en la escuela (del 50% de aprobación en 2008 a solo un 30% en 2012). Aumenta significativamente, y de forma constante, la proporción de los que justifican la pena de muerte para algunos delitos (34,5% en 2008, 43% en 2012).

También crece el apoyo a la eutanasia activa (aunque el texto de la pregunta –“ayudar a morir a un enfermo incurable que lo solicita”– puede aplicarse a casos donde no hay eutanasia propiamente). Sin embargo, a la pregunta en 2009 de cómo se valoraba moralmente que una persona se suicidase, los jóvenes encuestados le daban un 3,5 sobre 10, cuando un año antes la idea de “ayudar a morir…” obtenía un 74% de apoyo. Como en otros temas, parece que la formulación de la pregunta importa.

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