También hay desigualdad entre mujeres

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Aunque tiende a hablarse -como a propósito de la reciente Conferencia de Pekín- de los problemas de «la» mujer, las diferencias culturales y económicas hacen que las preocupaciones de unas mujeres sean muy distintas de las de otras. Así se ve en un reportaje de Time (11-IX-95), que advierte que un cierto modelo de feminismo occidental, hasta ahora predominante, no puede hablar en nombre de todas las mujeres.

En la década transcurrida desde la conferencia anterior en Nairobi, el sentido práctico ha triunfado ampliamente sobre la ideología, y ha transformado la noción de igualdad de derechos en algo útil para las mujeres de todo el mundo. Las mujeres «han abandonado el mito de una hermandad global y reconocen que existen profundas diferencias entre ellas», dice Amrita Basu, politóloga del Amherst College (USA). Las occidentales ya no dominan la discusión con su insistencia en cuestiones individuales como el derecho al aborto. Mujeres del mundo en desarrollo, que han formado sus propias organizaciones regionales, elevan sus voces pidiendo en sus países y en el extranjero que se reconozca que tan importantes son las cuestiones sociales y económicas, como la salud y la educación.

(…) Las delegadas tienen prioridades muy distintas. Mientras que las de Oriente Medio están preocupadas en su mayoría por que las leyes sobre custodia de los hijos, divorcio y herencia sean más favorables a las mujeres, las latinoamericanas y africanas se centran en los problemas de la pobreza y de los derechos humanos. Las norteamericanas y las de Europa Occidental quieren hablar de la escasez de guarderías, y de los «techos de cristal» y de otras barreras que impiden la paridad en el trabajo. A las de Europa del Este les preocupa el cataclismo económico que está suprimiendo sus empleos y las prestaciones por maternidad y cuidado de los hijos, y que está provocando un aumento de los ataques contra mujeres. Las asiáticas están recogiendo las quejas de mujeres que tienen que prostituirse para poder comer, mientras que las musulmanas critican la demonización occidental del fundamentalismo. «¿Cómo podemos ser hermanas cuando no nos comprendemos unas a otras?», pregunta la periodista turca Hulyan Eralp. (…)

También despierta resentimiento la composición de muchas delegaciones. La norteamericana Basu (…) reconoce que los miembros de la clase profesional están excesivamente representados en las reuniones internacionales porque son quienes pueden pagar el billete de avión y el hotel. «Por desgracia, a menudo ocurre que las mujeres de clase media acaban representando a las mujeres en general».

(…) La globalización ha alterado la división tradicional entre ricos y pobres. La economista india Gita Sen advierte que «dentro del norte geográfico hay un sur, y dentro del sur hay un norte». Sen aduce que la élite de mujeres de Nueva Delhi consume, contamina y explota con tanta voracidad como los ricos de Occidente; y, al revés, los residentes del ghetto de Nueva York sufren tanta discriminación, pobreza e inseguridad como los habitantes de los suburbios de Bombay.

(…) Las mujeres pueden aprender cada vez más a respetar las diferencias culturales, a la vez que intercambian conocimientos que resultan útiles en cualquier cultura. En último término, el objetivo es implicar cada vez más en la discusión a los hombres, que todavía dominan la política y la economía. Las mujeres de todo el mundo esperan que llegue el día en que los asuntos relativos al hogar, al cuerpo, al lugar de trabajo y al gobierno se hayan convertido en preocupaciones humanas, de modo que el mismo término de «problemas de la mujer» sea ya obsoleto.

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