Putin quiere recuperar a los rusos de origen germano

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Según datos del gobierno de Berlín, más de dos millones de ruso-alemanes de la antigua Unión Soviética se han instalado en Alemania desde 1991 hasta 2006. Para hacer frente a la crisis demográfica rusa, que combina una baja tasa de natalidad y uno de los peores índices mundiales de esperanza de vida, la administración del presidente Vladimir Putin quiere recuperar a esos ciudadanos y conseguir que se asienten en algunas regiones que se están quedando prácticamente despobladas.

Según algunos estudios, Rusia necesitaría en la próxima década unos dos millones de inmigrantes para mantener su crecimiento económico.

Muchos de estos ruso-alemanes son descendientes de los granjeros que en el siglo XVIII se asentaron a lo largo de la zona sur del Volga. Fueron deportados a Asia Central y a Siberia por orden de Stalin tras la invasión alemana de 1941. Con la caída de la Unión Soviética en 1991 comenzaron a asentarse en Alemania oriental, donde el gobierno les garantizaba la ciudadanía alemana -así como a sus cónyuges e hijos-, privilegio al que aún pueden acogerse los que quieran emigrar.

La agencia de noticias rusa Interfax ha publicado recientemente que Moscú invertirá más de 80 millones de euros en un programa que durará hasta 2012, destinado a mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos de origen alemán: la vivienda, la atención sanitaria y la educación son algunas de las prioridades que se proponen. El gobierno considera que éste es el mejor modo de retenerlos, y aun esperan con ello hacer que vuelvan parte de los que se fueron. Así, este programa de integración ofrece un plan de ayudas a todas las personas que estén dispuestas a regresar y a vivir en asentamientos estables en las zonas del Volga y del oeste de Siberia. El gobierno advierte que 8.000 ya han regresado, pero muchos han tenido que vivir en casas rudimentarias construidas por ellos mismos o incluso en caravanas.

Mientras que algunos han recibido la iniciativa con entusiasmo, los representantes de la población ruso-alemana se muestran escépticos y sostienen que sólo unos pocos miles regresarán. El portavoz de esa comunidad, Adolf Braun, afirma que el programa llega entre 30 y 50 años tarde y no cree que muchos caigan en la trampa: solamente los que no hayan conseguido asentarse en el país. De hecho no ha habido por el momento un gran número de personas que hayan regresado, a pesar de los evidentes problemas de integración por falta de trabajo, diferencia de mentalidad o dificultad con el idioma. Según Elmer Welt, que trabaja para la ONG Heimgarten, dedicada a la repatriación de refugiados de guerra, muchos de los títulos de estos ruso-alemanes no son reconocidos en Alemania; así, uno puede encontrarse a profesores universitarios e ingenieros que trabajan en servicios de limpieza.

A Víctor Krieger, experto en Rusia y profesor de la Universidad de Heidelberg, la medida tomada por el gobierno de Moscú no le convence. La considera un nuevo intento de Rusia de intentar la completa rehabilitación de los ruso-alemanes perseguidos por Stalin. Además, el programa deja de lado importantes aspectos culturales y educativos -creación de universidades, museos, ayudas a la investigación para el desarrollo de la cultura ruso-alemana, etc.- para centrarse principalmente en ayudas a la ganadería, cuando la población a la que va dirigido vive y trabaja en ciudades.

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