Ni Malthus ni los economistas de hoy lo saben

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Desde Malthus, los economistas han encontrado grandes dificultades para establecer conclusiones probadas sobre la relación entre el aumento de la población y el crecimiento económico. Así lo reconoce Nathan Keyfitz, profesor emérito de Sociología y Demografía de la Universidad de Harvard y ex presidente de la Population Association of America, en un artículo publicado en Harvard International Review (otoño 1994).

(…) En su primer ensayo, Malthus afirmaba: «La población, libre de restricciones, crece en progresión geométrica. Los alimentos aumentan sólo en progresión aritmética». Esta ley no prueba nada, como el mismo Malthus reconoció en su obra posterior, más madura. Malthus escogió las palabras cuidadosamente. Escribió que si la población crece en una proporción constante («libre de restricciones»), superará a la producción alimentaria si ésta aumenta según incrementos constantes. El argumento se apoya en la enorme disparidad entre la progresión geométrica y la aritmética. Dicho así, es un hecho cierto, pero es un hecho de álgebra elemental, que no necesariamente tiene que ver con las realidades demográficas.

La hipótesis decisiva es que la población crezca «libre de restricciones»; en otras palabras, que el índice de crecimiento sea constante. (…) Sin datos empíricos, hasta el más ingenioso modelo resulta poco convincente. Al encontrar datos que contradecían su modelo, Malthus se retractó de su afirmación juvenil. Con la esperanza de que su primer trabajo fuera olvidado, publicó una segunda edición bastante distinta de la primera: después de todo, nadie lee una primera edición cuando se ha publicado ya la segunda. Por desgracia, el texto original es mucho más leído que la versión revisada.

(…) Como Malthus descubrió, es tremendamente difícil idear una teoría que esté de acuerdo con los datos demográficos. Los resultados de las investigaciones empíricas son muy ambiguos, de modo que no permiten llegar a conclusiones sobre la relación entre población y crecimiento económico. Según una posible relación, presentada por el premio Nobel [de Economía] Simon Kuznets, el crecimiento de la población produce crecimiento económico. La opinión contraria sostiene que el aumento del Producto Interior Bruto conduce a la mejora de la sanidad, higiene y nutrición, lo que a su vez eleva la esperanza de vida. De acuerdo con una tercera interpretación, basada en datos de países en desarrollo, al principio el aumento de la población es un estímulo para la economía, pero después el crecimiento económico es menor que el de la población. Es significativo el desencanto con que Ronald Lee, economista y demógrafo de Berkeley, resume el estado actual de las investigaciones: «Estos estudios comparativos entre naciones no nos han dado lo que esperábamos: un modelo aproximado y simple de las consecuencias de un crecimiento demográfico rápido».

(…) Durante varios siglos, los economistas temían que la población sobrepasara la producción de alimentos. Pero como los avances tecnológicos del siglo XX han multiplicado los rendimientos agrícolas, los economistas comenzaron a hacer hincapié en la escasez de capital, y no de alimentos, como motivo para frenar el crecimiento demográfico. (…) Algunos piensan que un excesivo crecimiento de la población conduce a un desequilibrio entre capital y trabajo. En un estudio de 1958, dos economistas de Princeton, Ansley Coale y Edgar Hoover, sostenían que para que la renta por habitante se mantuviera estable de una generación a otra, tendría que mantenerse también el capital por habitante (que ya no se puede sustituir fácilmente por trabajo). Según esto, el aumento de la población, al diluir las reservas de capital, va en detrimento del crecimiento económico y del nivel de vida. Este argumento gana rotundidad si se considera que cuantos menos niños nazcan, menos se gastará en servicios como educación o salud; el ahorro resultante puede invertirse en creación de capital.

Sin embargo, otros señalan que el aumento de la natalidad hace que la gente trabaje más -pues tiene que mantener más hijos-, lo que puede provocar un aumento del ahorro, y esto a su vez supondrá un incremento en las inversiones de capital. Además, el economista Julian Simon sostiene que el crecimiento de la población puede forzar a abandonar las formas tradicionales de propiedad colectiva: si el aumento de la densidad de población estimula la propiedad privada y la libertad de empresa, la asignación de recursos de capital se hará más eficiente.

Simon Kuznets sostiene la opinión más matizada de todas, que apunta tanto las ventajas como los inconvenientes del crecimiento demográfico. Sin embargo, ni él ni nadie es capaz de concluir con certeza si son mayores los costes o los beneficios. Reconociendo las limitaciones de nuestros conocimientos, Kuznets escribe: «No hemos encontrado unos coeficientes empíricos, ni siquiera aproximados, con que sopesar los aspectos positivos y negativos del crecimiento de la población».

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