La baja natalidad frena la innovación

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Gary Becker, premio Nobel de economía en 1992, escribe en «The Wall Street Journal» (1 septiembre 2006) sobre los problemas que esperan a los países con baja natalidad.

«El siglo XX ha tenido la mayor reducción de los índices de mortalidad en los países ricos, pero también en el resto del mundo. El acontecimiento demográfico que define al siglo XXI, en cambio, es el descenso de los índices de natalidad en un número creciente de países». Así, en unos 70 países, que suman casi la mitad de la población mundial, la fecundidad está por debajo de 2,1 hijos por mujer, el mínimo para asegurar el reemplazo de generaciones. Entre ellos están todos los países europeos y muchos asiáticos, incluida China. Japón, Italia, Rusia y España son los países con los índices más bajos del mundo (poco más de un hijo por mujer), después de Hong Kong (menos de uno).

«Cuando un país tiene una tasa inferior al nivel de reemplazo, necesita inmigrantes para mantener o aumentar la población. Como Japón se ha negado a admitir inmigrantes a menos que fueran descendientes de japoneses, la inmigración neta ha sido insignificante. De ahí que sea uno de los primeros países que ya están experimentando un descenso de la población. Rusia también, debido a la baja natalidad, a la elevada mortalidad -la esperanza de vida de los varones está por debajo de los 60 años- y a la emigración. Estados Unidos, en cambio, tiene una población creciente porque tiene una fecundidad que ronda el nivel de reemplazo, y porque sigue atrayendo inmigrantes».

Japón y Rusia seguirán perdiendo población si persiste la baja natalidad y no quieren o no logran atraer inmigrantes. El Banco Mundial estima que la población rusa bajará un 25% hasta 2050 y se quedará en 100 millones. La de Japón bajará un porcentaje similar.

«No hace demasiado tiempo, muchas personas estaban preocupadas, y algunas aún lo están, con el rápido crecimiento de la población mundial. Si estuvieran en lo cierto, las tendencias actuales serían bienvenidas. Sin embargo, a la mayoría de los países con baja natalidad les preocupa la perspectiva de la reducción de la población. Muchos ya han puesto en marcha ayudas a las familias que tienen más hijos». Becker menciona los permisos de paternidad en Francia (ver Aceprensa 109/05) y el plan de Putin contra la crisis demográfica rusa (ver Aceprensa 56/06).

«Pero, ¿qué es lo que preocupa de la baja natalidad cuando los neomalthusianos siguen hablando de los peligros del crecimiento de la población? Una consecuencia de la baja natalidad y del aumento de la esperanza de vida es que cada vez hay menos población activa para sostener a más jubilados. En consecuencia, financiar las pensiones y los gastos sanitarios se convierte en un problema para los países que sufren el envejecimiento de la población, toda vez que la mayoría de los países financian esos gastos a través de los impuestos que paga la población activa». Para aliviar el problema, Becker sugiere fomentar los planes de pensión privados, lo que «rompería la conexión entre impuestos a la población activa y pensiones de jubilación, y reduciría las consecuencias negativas de tener menos trabajadores que jubilados».

Pero el descenso de la natalidad tiene, añade Becker, otra consecuencia negativa «que rara vez se discute» y que no se soluciona cambiando los sistemas de pensiones, ni siquiera aumentando la edad de jubilación o la tasa de actividad femenina. «La reducción de la población disminuye la innovación porque la gran mayoría de nuevas ideas proceden de científicos e inventores menores de 50 años, y a menudo mucho más jóvenes».

«Las innovaciones requieren un esfuerzo inicial intenso en I+D, profesionales de alto nivel y capital. Estos costes solo son rentables cuando las demandas de nuevos productos e ideas son suficientemente grandes. La magnitud de la demanda depende de la renta por habitante pero también del número de personas que se puedan beneficiar de los nuevos bienes de consumo, de los avances médicos, etc. Esto depende del tamaño de la población, y posiblemente también de su distribución por edades».

Así, cuando se menciona, por ejemplo, la contaminación entre los efectos negativos del aumento de población, se olvida que el mismo crecimiento demográfico facilita la solución. En efecto, «una población más grande refuerza los incentivos para innovar, lo que incluye las innovaciones para reducir la contaminación o los efectos negativos que surjan».

«¿Qué perspectivas tiene la fecundidad en países como Japón? Algunos sostienen que la baja de la fecundidad es temporal, y que el país volverá al umbral de reemplazo. De hecho, el número de nacimientos ha subido un 2% en Japón en los primeros seis meses de 2006 con respecto al mismo periodo del año anterior. El ministro de Sanidad ha dicho que este aumento podría ser el primer síntoma del aumento de la natalidad en el país y de la recuperación económica de Japón.

«Yo no soy tan optimista. Desde 1970, ningún país ha registrado un aumento significativo de la fecundidad después de haber dejado atrás la barrera del reemplazo generacional. La natalidad ha bajado por ‘buenas razones’: educar a los hijos tiene un coste muy alto de tiempo -mucho más cuando se trata de mujeres con formación universitaria-; además, en una economía basada en el conocimiento, los padres prefieren invertir más en cada hijo que tener descendencia adicional. Los índices de natalidad podrían subir mejorando los permisos parentales y las subvenciones a las guarderías. Sin embargo, incluso las subvenciones más generosas tienen efectos modestos en la fecundidad. Dos economistas franceses que han analizado las consecuencias de los generosos permisos parentales en su país, han concluido que la fecundidad solamente ha pasado de 1,7 a 1,8.

«Mi análisis de la fecundidad en países como Japón, con tasas muy inferiores al nivel de reemplazo, es que no se acercarán a ese nivel en las próximas décadas aunque mejoren mucho las ayudas a la maternidad. Si tengo razón, la única salida que les queda es abrir las puertas a la inmigración. Con todo, los países que reciben muchos inmigrantes sufren problemas políticos, económicos y sociales. Pero como se trata de una alternativa incómoda para Japón, tanto allí, como en Rusia y otros países, se enfrentan a un futuro demográfico y económico preocupante».

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