En la antigua república soviética de Kazajstán, la televisión ha empezado a emitir un anuncio para animar a la gente a tener más hijos. En el spot se ofrece el equivalente de 1.150 dólares (casi el salario medio anual) a los padres de los dos mil primeros niños que nazcan el próximo año. La campaña es iniciativa de la Fundación Demografía, entidad privada promovida por empresas del país, y cuenta con el apoyo de Sara Nazarbaeva, esposa del presidente, según explica The Economist (3-IV-99).
El motivo de la campaña es la reducción demográfica que ha experimentado Kazajstán desde la independencia. Entre 1989 y la actualidad, el país ha pasado de 16,4 millones de habitantes a 15,6 millones (-4,8%). A la baja natalidad se ha sumado la emigración de rusos y alemanes, provocada por los sentimientos nacionalistas y la crisis económica que siguieron a la independencia. Alrededor de 1,2 millones de rusos han abandonado Kazajstán, de modo que la población rusa del país ha bajado del 37% al 31% del total. Y sólo quedan unos 220.000 del casi un millón de alemanes que había en 1989, descendientes de los que habitaban la región del Volga y fueron deportados por Stalin en 1941.
Así, Kazajstán ha conseguido el objetivo nacionalista de tener mayoría de etnia kazaja: 52% de la población, contra el 39% en 1991. Pero no se contaba para eso con el éxodo de rusos y alemanes, que priva al país de personal cualificado y que ahora se quisiera frenar. Lo que el gobierno había previsto era la inmigración de kazajos de la diáspora: unos 4,5 millones de personas, repartidas por las repúblicas ex soviéticas vecinas, así como por Rusia, Irán, China, Mongolia, Turquía o Afganistán. Para animarles a venir, el gobierno les ofreció incentivos en forma de ayudas para la la educación y para encontrar empleo.
Pero los inmigrantes que han vuelto a la patria (unas 40.000 familias entre 1991 y 1998) proceden sobre todo de los países más pobres de los que albergan a la diáspora kazaja, y el Estado tiene serios problemas para sufragar los subsidios prometidos. Así que el año pasado, el gobierno puso un cupo de mil familias a la inmigración de kazajos, y este año no admitirá más de 540 familias.
La integración de los inmigrantes kazajos es también difícil por otro motivo. La mayoría sólo hablan kazajo, y el ruso sigue siendo en Kazajstán muy necesario para encontrar trabajo y para hacer negocios. En contraste, el 40% de los nativos de etnia kazaja no saben más que ruso. Por todo ello, el gobierno preferiría que la revitalización demográfica del país viniera principalmente de la natalidad.