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Cuantos más seamos, mejor

publicado
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Manuel Escudero, profesor de Macroeconomía en el Instituto de Empresa, reflexiona sobre la baja natalidad española (El País, 1 diciembre 2000).

«La riqueza de las naciones proviene del trabajo que realizan las personas». Por tanto, sostiene Escudero, es una pérdida para España -donde la tasa de actividad femenina es inferior a la media de la Unión Europea- tener 3,3 millones de mujeres fuera del mercado de trabajo. Para remediarlo hacen falta políticas que faciliten a las mujeres -sobre las que recae, en su mayor parte, la atención de niños y ancianos- compaginar trabajo y familia. Por no contar con tales medidas, «la sociedad española ha tenido que pagar en términos de bajón de su tasa de natalidad (…) la incipiente incorporación de la mujer a trabajos remunerados fuera del hogar». Otro coste es que tantos niños han perdido muchas horas de compañía de sus padres.

Como ejemplo de política más acertada, Escudero cita el ejemplo de Holanda: «Sus responsables públicos no están centrados ya en el problema del paro (la tasa actual de paro se sitúa en torno al 3,3%), sino en qué políticas son las más adecuadas para aumentar la población activa».

En cambio, en España «aún tenemos una manifiesta rigidez en los horarios de trabajo, muchas veces partidos en dos por dos horas de comida (…), mientras que el resto de países europeos sin excepción terminan sus jornadas de trabajo entre las cinco y las seis de la tarde».

Escudero cree que es preciso un cambio de mentalidad. «Necesitamos una nueva cultura familiar y del papel del hombre y la mujer en nuestra sociedad para conseguir que esos millones de mujeres se incorporen a la vida laboral, y para que, al mismo tiempo, remonte la tasa de natalidad y aumenten las horas de convivencia y educación familiar por parte de madres y, sobre todo, de padres. (…) Se necesita progresar enormemente en la flexibilización de las horas y los horarios de trabajo para hacerlos compatibles con la vida familiar. Se necesitan más incentivos laborales y fiscales a la maternidad (y paternidad), y no menos, como proponen algunos pensadores empresariales».

Y si las personas son la primera fuente de riqueza, los trabajadores extranjeros han de ser bienvenidos. «Los inmigrantes deberían ser considerados más como una bendición que como un problema. Su integración social y su promoción profesional es algo que les interesa a ellos, pero también a nosotros».

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