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China proyecta acabar con el divorcio fácil

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La actual ley de divorcio china, de 1980, trata el matrimonio como si fuera un mero acuerdo privado. Se puede obtener el divorcio a petición en un plazo de sólo dos semanas; si una de las partes se opone, es causa suficiente de disolución que haya desaparecido el «afecto mutuo». Tantas facilidades tienen graves consecuencias, por lo que el gobierno se propone reformar la ley, para hacerla más estricta.

La tasa de divorcios en China (1,94 por mil matrimonios) no es todavía alta, en comparación con las de Occidente; pero experimenta un fuerte aumento. Sin embargo, más que la abundancia de disoluciones, el motivo de la reforma es la mala situación en que suelen quedar las mujeres. Lo más frecuente es que sea el marido quien rompa el matrimonio para unirse a una nueva esposa más joven. Si la pareja tiene un hijo varón, casi siempre se da la custodia al padre, lo que también sucede a menudo si tiene una hija. Muchos divorciados no pagan la pensión a sus ex esposas. Y no es raro que la mujer pierda el derecho a vivir en el hogar conyugal.

El proyecto, preparado para el gobierno por la Federación China de Mujeres, un organismo estatal, pretende exigir al menos tres años de separación para que se pueda tramitar el divorcio. Además, para que los hombres no se aprovechen, propone que el adulterio sea delito y que la parte agraviada pueda demandar por daños al tercero -o más bien la tercera-. Esta es la parte más discutida del proyecto, aun dentro de la Federación de Mujeres, según informaciones de The Economist (31-X-98).

Por otra parte, el gobierno chino ha anunciado que va a suavizar sus métodos de control de la natalidad. Desde que fue impuesta, la política del hijo único ha dado varios bandazos, y este es uno más. Pero ahora el gobierno asegura que va en serio, porque tiene mucho interés en lavar su imagen ante los Estados y organizaciones extranjeras de las que espera financiación para su política demográfica, y que han mostrado desacuerdo con los métodos coercitivos empleados en China.

Ahora los portavoces oficiales dicen que la política del hijo único nunca ha existido, aunque reconocen haber cometido algunos excesos. De hecho, afirman, no más del 20% de las parejas chinas tienen un solo hijo. En cualquier caso, aseguran, el aborto y la esterilización se incluirán dentro de una política de planificación familiar más amplia, que tendrá en cuenta todas las circunstancias de las familias. Se emplearán medidas voluntarias -la «elección informada» de método anticonceptivo-, «más eficaces» que las coercitivas.

Pero, tras la nueva cara, la sustancia de la política demográfica china sigue siendo la misma, anota el analista Francis Deron en Le Monde (7-XI- 98). El objetivo permanece: llegar a un máximo de 1.600 millones de habitantes hacia mediados del siglo próximo, para empezar a decrecer después. Tener un segundo hijo trae consigo una penalización (el equivalente de tres años de ingresos para una familia media de Shanghai), pero eso ya no es una multa, sino una «contribución a obras sociales». Con estos cambios, el gobierno espera recibir más ayudas del exterior, como de la Fundación Rockefeller, que está implicada en el control de la natalidad en China desde antes de la revolución comunista, pero que en los últimos años ha mostrado reticencias ante el modo de aplicar la política del hijo único.

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