En los últimos meses se ha hablado mucho sobre cómo internet está afectando a los hombres, específicamente, a los más jóvenes. La serie Adolescencia puso en el centro de la discusión pública a la “manosfera”, esos espacios digitales ocupados por varones que buscan alguna guía para navegar un mundo líquido. Un mundo que creen que los ha abandonado. Si es ahí donde terminan los hombres perdidos, ¿a dónde van las mujeres que, como ellos, recurren a Internet para encontrarse?
La pregunta tiene trampa. Para muchos de los que caen en sus garras, la “manosfera” se presenta como un lugar de refugio, un único espacio masculino en una sociedad profundamente marcada por el feminismo, y que, según entienden, se olvidó de los varones. Las chicas, parecería ser, no tendrían ese problema. Son el centro de la ideología que, en los últimos cincuenta años, ha marcado el ritmo de occidente.
La realidad es que, al igual que los chicos, muchas jóvenes también están perdidas. Ellas son más proclives a tomar antidepresivos y tienen más probabilidad de sufrir ansiedad, depresión u otro desorden de salud mental, como demuestran estos datos de Europa y Estados Unidos. Además, entre niñas y adolescentes, ha aumentado mucho la dismorfia de género en los últimos años. en general, sin distinguir por género, están enfrentando una crisis de salud mental y soledad, que tiene mucho que ver con la incertidumbre de nuestro tiempo y los valores diluidos, pero también con ese mundo digital que todos, poco a poco, empezamos a habitar.
Como sus pares varones, o incluso más, las chicas buscan respuestas online. A algunas, el algoritmo las lleva al mismo espacio que a los hombres perdidos de la “manosfera”, donde predominan teorías esencialistas de género y donde rondan bastantes mujeres nostálgicas, que dicen querer volver a los tiempos donde no tenían independencia económica ni derecho al voto. Mujeres que refuerzan el mismo discurso que intoxica a varios hombres hasta identificarse como “incels”y que habitan la “womanosphere”, como se le ha denominado en el mundo anglosajón. Pero, ¿y las que van a otro lado de Internet, a dónde van?
En la superficie
Según un estudio de Gallup, publicado en 2023, diariamente las adolescentes pasan frente a sus móviles casi una hora más que los hombres del mismo grupo de edad: 5,3 frente a 4,4. Las que se identifican con valores liberales –es decir, las que más se alinean con los promovidos por el feminismo dominante– son, a su vez, las más proclives a admitir que pasan más de 5 horas al día en redes sociales, según la investigación de la psicóloga estadounidense Jean Twenge. Están más tiempo en ese ecosistema digital y tienen más probabilidad de vivir “crónicamente online” que sus pares masculinos.
A este perfil de mujer joven, que está de acuerdo con –o al menos no rechaza– el discurso cultural predominante, el algoritmo no necesariamente la lleva a webs o cuentas de redes sociales con teorías de la conspiración o pseudociencia, sino más bien a un «rincón rosado» de Internet que lleva el lema de “I’m just a girl”.
Esta línea de la canción “Just a girl” de No doubt lleva desde 2022 acompañando a una gran cantidad de videos de Tiktok en los que chicas comparten experiencias con las que solo otras personas del género femenino se podrían sentir identificadas. En los últimos años también se han popularizado otras etiquetas para englobar la experiencia de ser mujer, o como se le dice en redes sociales, “girlhood”. Desde el “girl math” (una noción financiera poco definida, utilizada por las mujeres en redes sociales, para explicar sus hábitos de gasto), hasta el “girl dinner” (la idea de que ellas suelen cenar, cuando están solas, algo “caótico y llenador”).
Bastante inofensivo. Un chiste interno, una forma de crear comunidad femenina en línea. Sin embargo, estos contenidos cada vez más están generando una cámara de eco donde resuenan mensajes que perpetúan estereotipos femeninos que infantilizan a las mujeres. Como señaló la periodista Izzy Wight en este análisis para la revista australiana Fashion Journal, “la frase ‘I’m just a girl’ se convirtió en la excusa que usaba cuando tenía que hacer tareas arduas –como aplicar a trabajos–; después, pasó a ser lo que decía cuando no me molestaba en pensar algo más interesante”.
Pensamientos de chica triste y depresión de chica grande
Como en la manosfera, en estos espacios superficiales de Internet, a las mujeres también se les cambia el nombre. Se las llama “chicas”, así sean adultas –que entonces serían “chicas grandes” (“big girls”, en inglés)–. Otro cambio: tristeza ha sido sustituida por trauma. Las compañías que ofrecen servicios de salud mental online se han aprovechado muy bien de este rincón rosado. Freya India, periodista especializada en el comportamiento de mujeres jóvenes en redes sociales, ha denunciado cómo el marketing de estas plataformas suele tenerlas como objetivo: “Intenta terapia para tus pensamientos de chica triste y depresión de chica grande”, anunciaba un Tiktok promocional de la plataforma Hers.
Jonathan Haidt, psicólogo social y autor de La generación ansiosa, señalaba en un análisis para The Free Press que el empeoramiento de la salud mental entre las jóvenes, especialmente las progresistas, obedece más al contenido online que consumen que a otros factores sociales que las afectan solo a ellas, como la falta de representación en algunos ámbitos, o el miedo a sufrir abusos por parte de hombres. Comparando datos publicados en el estudio anual de “Monitoring the Future”, descubrió que a partir del 2012 empezó a aumentar significativamente (hasta un 10%) la cantidad de adolescentes mujeres, progresistas, que sentían que tenían poco control sobre sus propias vidas.
Entonces, en la década del 2010, no existía Tiktok, sino Tumblr, una red social con usuarios predominantemente femeninos y que, según señala Haidt en su estudio, fue el espacio de Internet donde las nuevas ideas de identidad, fragilidad, trauma, lenguaje, daño y victimización cuajaron y evolucionaron. Tumblr era lo opuesto a 4chan, la página “para hombres” donde nació la cultura irreverente de la “manosfera”, donde se premiaba el lenguaje insensible y se vivía un ambiente de masculinidad ruda y violenta. Ambos espacios de Internet se alimentaban de un odio mutuo, uno de los primeros campos de batalla de la ya generalizada guerra cultural.
Así como el discurso “incel” no se quedó en 4chan, la cultura de la victimización femenina tampoco se quedó en Tumblr. Ahora, bajo la etiqueta “#mentalhealth” de Tiktok, se pueden ver decenas de videos de mujeres jóvenes llorando a la cámara, con mensajes como “cuando te tienes que tomar una pastillita tontita para callar las vocecitas tontitas en tu cabeza”. Freya India señala que esta “cultura de terapia” en redes sociales puede estar contribuyendo a que a muchas jóvenes se les dificulte responsabilizarse sobre su propia vida. “Una cultura que insiste en que las chicas necesitan consuelo constantemente y en que no son capaces de gestionar sus emociones incómodas sin ayuda solo va a empeorar la ansiedad que pueden estar sintiendo”, señaló en su substack, “Girls”.
Por favor, dime quién soy
A lo que India se refiere como “cultura de terapia” no es la normalización o desestigmatización de la salud mental. Más bien, la interiorización del lenguaje terapéutico que facilitan los algoritmos, el acompañamiento psicológico 24/7 (que plataformas de salud mental online, como BetterHelp, ofrecen) y la invitación indirecta a sobreanalizar las propias emociones antes de actuar.
Según el New York Times, a partir de 2020 un libro de divulgación llamado “Attached” (“Maneras de amar”, en su edición en español), publicado en 2010, experimentó un alza sin precedentes en ventas. El libro explicaba la compleja teoría de los diferentes tipos de apego en adultos. Basado en las propuestas de Amir Levine, investigador de la Universidad de Columbia, da una rica y detallada explicación de las cuatro formas en que los seres humanos tienden a “apegarse” a su pareja romántica: ansiosa, evitativa, desordenada, o sana. ¿La razón del alza en ventas? Durante la pandemia, la teoría empezó a popularizarse en Tiktok. En 2024, el hashtag #AttachmentStyle tuvo aproximadamente un billón de visualizaciones en esa red social. Desde ahí, la teoría se expande sin tener en cuenta las complejidades y matices que presenta la investigación y el libro, muchas veces dando a entender que el tipo de apego de alguien podría predecir el éxito o fracaso de su relación romántica.
Ninguna de estas “culturas” de redes es exclusiva de uno u otro género. Los contenidos psicológicos online interesan a todos en general, y, como hemos dicho, en la manosfera ronda alguna que otra mujer. Con todo, en los espacios donde se promociona la «cultura de la terapia», el contenido va dirigido sobre todo a ellas, lo que refuerza el mensaje de su supuesta mayor vulnerabilidad.
De la misma forma que los chicos que se toman la “pastilla negra” se convencen a sí mismos de que nunca van a tener una relación romántica exitosa porque su cráneo tiene un centímetro menos que el normal, algunas chicas que pasan mucho tiempo en #MentalHealthTiktok se persuaden de que no van a vivir un noviazgo sano porque tienen un apego ansioso. El mismo patrón emerge: en el mundo digital, plano y carente de matices, es más fácil categorizarse y limitarse a actuar según la etiqueta que te coloque el algoritmo. La respuesta perfecta a lo que clamaba esa canción de Supertramp de 1979, “I know it sounds absurd, but please tell me who I am”.