Inmigrantes: entre la integración y la doble identidad

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Amsterdam. La política holandesa de inmigración está moderando el tono. Tras el asesinato del cineasta Theo van Gogh por un joven islamista radical, Holanda creó un riguroso programa de requisitos para promover la integración por ley de los inmigrantes. Rita Verdonk, anterior ministra de Emigración, responsable del programa de naturalización, incluso pretendía examinar a los extranjeros que ya tenían pasaporte holandés y era conocida por sus opiniones provocadoras especialmente contra el islam.

La ministra actual, Ella Vogelaar, del partido socialista PvdA, no es tan dura como su predecesora: busca crear debates a pequeña escala y evita las grandes confrontaciones. Sin embargo, no ha podido evitar la polémica a raíz de su reciente afirmación de que la cultura islámica está ya tan presente en la sociedad holandesa, que “en el futuro se podrá decir que Holanda hunde sus raíces en las tradiciones judeocristiana e islámica”. Si Verdonk hablaba de “barrios problemáticos y atrasados”, Vogelaar los llama “zonas de atención”.

Ante el fracaso de los cursos de historia y cultura holandesas y del aprendizaje del neerlandés, la actual ministra propone quitar las sanciones para quien no los apruebe y organizar prácticas o trabajo de voluntariado, de modo que los inmigrantes aprendan el idioma en la práctica y además les sirva de experiencia en su futura trayectoria laboral.

El lunes de la semana pasada, la princesa Máxima presentó los resultados de una investigación llevada a cabo por el WRR (Consejo Científico Asesor de Políticas Gubernamentales), cuyo título es “Identificación con Holanda”. El documento tiene como objetivo definir el concepto de identidad nacional en un momento de desencuentros y problemas relacionados con la inmigración. Quita importancia al polémico asunto del doble pasaporte. “En una sociedad en proceso de cambio, como la actual Holanda, la persona puede tener diferentes lealtades sin que supongan un obstáculo para su relación con Holanda”, se lee en el informe. O también: “Identidad no es una cuestión de elegir, sino de compartir”. “Uno se puede sentir bien en Holanda sin haber quemado las naves que dejó atrás”, afirmaba una de las responsables de la investigación.

La princesa Máxima (nacida argentina), al presentar el informe, asumió el contenido identificándose con sus conclusiones. La identidad holandesa no existe, afirma el WRR. Máxima: “Holanda es demasiado polifacética como para resumirla en un cliché. El holandés no existe, y si les consuela, les diré que el argentino tampoco existe. Me gusta el nombre del informe: no identidad holandesa, sino ‘Identificación con Holanda’; esto abre espacio a la diversidad. No se trata de una identificación funcional; es más bien aprender a comprenderse porque compartimos un interés común”.

La futura reina de Holanda alertó también en su discurso sobre el peligro de un modo de pensar blanco/negro, sin lugar para el matiz y con intento continuo de clasificación. Holanda no es un zoo, añadió. Ilustró el tema de la diversidad de lealtades con la siguiente anécdota. Semra, una estudiante de derecho, le contó que al termimar el bachillerato había colgado la mochila con los libros escolares en la fachada de su casa, como es costumbre holandesa; pero en el asta ondeaban dos banderas, la turca y la holandesa. “Un ejemplo bonito: dos banderas festivas, un solo mástil”.

El informe ha sido criticado por su relativismo cultural; tampoco ha gustado a algunos que un miembro de la casa real se haya pronunciado tan abientamente a su favor. Ahora será discutido en el Parlamento. Sin embargo, no se puede negar que algo está cambiando en Holanda, a favor de una política de inmigración más flexible, abierta y tolerante. Carmen Montón.

Francia endurece las condiciones para la reagrupación familiar

Mientras Holanda tiende a rebajar las exigencias de identificación con la cultura nacional para los inmigrantes, Francia va a dar un paso en dirección contraria en el caso de la reagrupación familiar, concepto por el que entran en el país unas 23.000 personas al año, incluidos unos 9.000 niños. El proyecto de nueva ley de inmigración recién aprobado por la Asamblea Nacional pedirá a los extranjeros que quieran reunirse con su familia en Francia un conocimiento mínimo de “la lengua y los valores de la República”, ya antes de entrar en el país.

El nuevo requisito se aplicará tanto a los familiares de inmigrantes como a los cónyuges extranjeros de ciudadanos franceses. Según el proyecto, los candidatos tendrán que someterse, en sus países de origen, a una “evaluación” sobre los aspectos mencionados. Si no pasan, habrán de asistir a un curso de formación, que durará dos meses como máximo, antes de entrar en Francia. El ministro de Inmigración, Brice Hortefeux, explica así la finalidad de la medida: “Obligar a los candidatos a la reagrupación familiar a aprender nuestra lengua es combatir el particularismo y a la vez recompensar los esfuerzos de los extranjeros que de verdad desean integrarse”.

Las organizaciones de ayuda a los inmigrantes están en contra de la nueva disposición. “La integración no puede ser una condición para acceder al derecho de llevar una vida familiar normal”, dice Pierre Henry, de la ONG France Terre d’Asile. Estas entidades señalan también que el conocimiento de la lengua y los valores de Francia ya forma parte de las condiciones del “contrato de acogida e integración” que se exige para obtener la residencia permanente o la nacionalidad. El proyecto, además, impone la firma del contrato a los inmigrantes que traigan a sus hijos por reagrupación familiar.

Otro requisito para la reagrupación familiar es económico. El que pida traer a su familia deberá demostrar unos ingresos iguales por lo menos al salario mínimo (un tercio más del salario mínimo si los parientes son más de cinco).

La Asamblea ha aprobado también que se efectúen pruebas de ADN a los candidatos a entrar en Francia por reagrupación familiar cuando existan dudas sobre el parentesco, por ejemplo porque en el país de origen el registro civil es deficiente. El diagnóstico correrá a cargo del interesado, pero el Estado francés le devolverá el gasto si el resultado es favorable.

El proyecto de ley está pendiente de ratificación en el Senado, que ya ha comenzado a examinarlo. ACEPRENSA.

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