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Masculinidad no tóxica

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Al cabo de trece años de trabajo por parte de una comisión de especialistas, la Asociación Psicológica Americana (APA) ha publicado una guía para la terapia con hombres y muchachos, donde los rasgos típicos de la “masculinidad tradicional” son calificados de perjudiciales. Tales directrices han provocado críticas por parte de profesionales que las consideran ideológicas y sin base científica.

El documento de la APA suscribe la teoría de género (ideología de género, para sus críticos) que considera las diferencias entre los sexos como creaciones culturales. También se suma a la idea de que los modelos de hombre que imperaban en el pasado son discriminadores y opresivos.

Estas corrientes se difunden en una época de profundos cambios sociales en torno a los roles femenino y masculino. Muchos hombres se sienten inseguros y desplazados en un ambiente que pone bajo sospecha su mentalidad y sus actitudes. Algunos autores, como Jordan Peterson, Camille Paglia o Christina Hoff Sommers han denunciado esto que consideran un prejuicio antimasculino.

Una muestra de este fenómeno es la polémica provocada por la nueva campaña publicitaria de Gillette, centrada en un mensaje contra la “masculinidad tóxica”. Junto a reacciones favorables, ha suscitado numerosas críticas de quienes la han tomado como una generalización injusta que difunde una visión negativa de los hombres. Un caso similar se dio en España el mes pasado con el cortometraje, producido y difundido con el apoyo oficial del gobierno de Cantabria, Hola, soy tu machismo. Con el recurso del objetivo indiscreto, presenta a un actor que se acerca a hombres que transitan por la calle y les interpela para hacerles ver sus actitudes machistas, asumidas como naturales y no reconocidas.

“Lo insano no es la masculinidad ni la feminidad, sino el menosprecio de los hombres masculinos y las mujeres femeninas”

A esta situación se refiere la psicoanalista norteamericana Erica Komisar en The Wall Street Journal, a propósito de la nueva guía de la APA. En su ejercicio profesional, dice, “he visto un aumento de casos de depresión entre hombres jóvenes que se sienten humillados en una sociedad hostil a la masculinidad”.

Ideología vestida de terapia

Las directrices de la APA “satanizan la masculinidad, en vez de reconocer sus aspectos positivos”. En concreto, en la guía se lee: “La masculinidad tradicional –caracterizada por el estoicismo, la competitividad, la dominación y la agresividad– es, en conjunto, perjudicial”. Es, añade, la causa de la opresión y los abusos que sufren las mujeres.

En esos supuestos, la guía basa unas orientaciones que son, a juicio de Komisar, tesis ideológicas transformadas en recomendaciones terapéuticas. En concreto, la APA dice que los psicólogos han de ayudar a los hombres que acuden a consulta a “tomar conciencia de los sistemas que asumen que la expresión de la heterosexualidad masculina es la norma”, así como del daño que causan. Además, deben moverles a “desarrollar actitudes y comportamientos igualitarios con respecto al género”. Eso se parece, anota el médico y psicólogo Leonard Sax, estudioso de la educación diferenciada, en su comentario a la guía, a las “terapias de conversión”, condenadas por la APA, para corregir la homosexualidad. En todo caso, el documento no aduce ninguna prueba clínica de la eficacia del tratamiento que propone.

La biología, olvidada

Tampoco alude a la base biológica de los rasgos masculinos. “La primera de las nuevas directrices de la APA –señala Komisar– insta a los psicólogos a ‘reconocer que los modelos masculinos son constructos basados en normas sociales, culturales y de contexto’, como si la biología no tuviera nada que ver”. El mismo reparo pone Sax, y remite a los estudios que encuentran también características como mayor agresividad, más disposición a correr riesgo o instinto protector en los machos de otras especies. La guía no aplica nunca los términos innato o natural a tales rasgos en los humanos, y en cambio –observa Sax– “menciona transexual ¡60 veces!”.

Komisar recuerda las peculiaridades hormonales que están por debajo de las tendencias masculinas comunes. Los varones segregan más testosterona, que favorece la acometividad y la competitividad; y más vasopresina, cuyo efecto en el cerebro inclina a dirigir la agresividad a la protección de las personas queridas. También rasgos femeninos, como la inclinación a cuidar de otros –de los hijos, en especial– o la sensibilidad emocional, están relacionados con las hormonas. Las mujeres tienen más oxitocina que los hombres, y además esta sustancia afecta a ellos y a ellos de modo diverso, como se comprueba cuando una pareja tiene un hijo (ver Aceprensa, 14-05-2018: “La ciencia descubre la paternidad” ). La oxitocina inclina a las mujeres a ser más sensibles y empáticas, y a los hombres, a ser un estímulo para el niño y fomentar en él la resiliencia.

“Estas diferencias entre hombres y mujeres –escribe Komisar– se complementan, y así, la pareja puede criar y estimular a sus hijos”. La psicoanalista anota que hoy se ve también cierto menosprecio de los rasgos maternales, que recae sobre las mujeres que optan por dejar el empleo para dedicarse a sus hijos pequeños.

Perros pastores, no lobos

Claro está que las tendencias humanas no determinan la conducta, y han de ser cultivadas para que no se desvíen. Así lo señala Komisar: “Por supuesto, llevado al extremo, el culto a la virilidad puede ser perjudicial. Enseñar a los chicos –o a las chicas: para el caso, es lo mismo– que han de ser siempre estoicos, guardarse sus sentimientos para sí y no mostrar nunca debilidad es una receta segura para el trastorno mental. Pero también lo es decir a los chicos que la agresividad, la competitividad y el instinto protector son síntomas patológicos. Como lo es decir a las chicas que su deseo de criar hijos es vergonzoso”. En fin, “lo insano no es la masculinidad ni la feminidad, sino el menosprecio de los hombres masculinos y las mujeres femeninas”.

“He visto un aumento de casos de depresión entre hombres jóvenes que se sienten humillados en una sociedad hostil a la masculinidad” (Erica Komisar, psicoanalista)

Por eso, la “masculinidad tradicional”, como la llama la guía de la APA, no equivale al machismo, a no ser que las tendencias naturales del hombre no estén bien encauzadas. Sax toma una metáfora de Dave Grossman, militar, autor de un libro titulado On Combat, para explicar que la agresividad es útil si se emplea para ser perro pastor que protege a las ovejas, en vez de lobo que las ataca. O como le dijo la orientadora escolar de un colegio: “No puedes convertir al matón de la clase en un hippie. Pero puedes hacer de él un caballero” [en el original: knight, como un caballero andante, no gentleman].

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