Los obispos españoles descartan la insumisión al servicio militar

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Ni la «insumisión» al servicio militar es una exigencia que pueda derivarse del Evangelio, ni el ejército es una institución inmoral. Son dos ideas de una reciente nota de la comisión permanente de la Conferencia Episcopal Española, que analiza el caso de los jóvenes que se niegan a hacer el servicio militar, así como cualquier prestación sustitutoria.

La nota rechaza explícitamente analizar las «causas de orden político y social» de la insumisión. Más bien pretende orientar especialmente a los jóvenes, ya que hay quien propone la insumisión «como exigencia de la conciencia cristiana».

La tesis se desarrolla en cuatro apartados. Primero, se describe el fenómeno de la insumisión, distinto del de los objetores de conciencia que aceptan realizar otra prestación social. Después se reconoce que los «insumisos» tienen algunos objetivos legítimos (la búsqueda de la paz y el orden social), los cuales -a juicio de los obispos- pueden y deben ser logrados por otros medios. En la tercera parte, se aclara que la insumisión no es una exigencia del Evangelio. Y al final se advierte que todos los cristianos están obligados a buscar la paz.

La cuestión moral que late bajo la decisión de ser insumiso es «si es lícito intentar conseguir esos objetivos [trabajar por la paz y el orden, alejando el peligro de las guerras] mediante el quebrantamiento deliberado, y frecuentemente programado, de la legislación de un Estado de derecho, como es el nuestro». La respuesta de los obispos es clara: «Pensamos que no. Dichos objetivos han de procurarse a través de los cauces legales disponibles o alcanzables en un ordenamiento democrático para la creación de opinión y para la toma de decisiones políticas. Porque es muy difícil probar que las leyes que ahora imposibilitan o dificultan su realización estén violando tan violenta y evidentemente los derechos fundamentales de las personas y atentando de tal manera contra el bien común, que la transgresión consciente y sistemática de ellas sea el modo adecuado de proponer su cambio».

Los obispos señalan que «no se puede aceptar que la insumisión sea la forma consecuente de la objeción de conciencia al servicio militar, tal y como ésta es entendida por la doctrina de la Iglesia». Y añaden que «la verdadera objeción de conciencia, reconocida por nuestras leyes, es otra posibilidad para quienes se sientan personalmente llamados a ella».

Respecto al papel del ejército, la nota matiza que «no es exacto afirmar o insinuar que la causa principal de la violencia y de las guerras se halle en la existencia de instituciones militares», ni que «la existencia de instituciones militares sea éticamente inaceptable». Al contrario, «nos parece que se puede servir noblemente a la sociedad dedicando un tiempo de la vida al ejército y a la preparación militar».

En este sentido advierte de un peligro: «Puede haber un cierto radicalismo religioso que, por no tener suficientemente en cuenta estos principios, llegue a ser, aun sin quererlo, un peligro para la paz». Los obispos resuelven una aparente paradoja del Evangelio: «En caso de agresión, la renuncia personal a la propia defensa (cfr. Mateo 5, 39) es compatible con el deber y derecho que tiene la autoridad de organizar la defensa de los pueblos y de su soberanía recurriendo a medios legítimos de disuasión, como las fuerzas armadas».

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