Las mujeres “no somos frágiles pajaritos”

Fuente: Spiked Review
publicado
DURACIÓN LECTURA: 3min.

Christina Hoff Sommers, investigadora del American Enterprise Institute y directora del canal de vídeo Factual Feminist, sostiene que la ola de denuncias por acoso sexual en Hollywood puede terminar incidiendo en que el lugar de trabajo se vuelva finalmente más respetuoso para con la mujer, pero alerta de que en el ambiente hay “un pánico que puede arruinar la ocasión” y acabar culpabilizando a los hombres indiscriminadamente.

En una entrevista concedida a Spiked Review, Hoff Sommers admite temer que el feminismo actual pueda estar alejando de sí a tantas personas como aquellas a las que atrae. “Creo que ciertamente asustará a la mayoría de los hombres, porque en su forma actual, parece muy antimasculino”.

Según explica, tal planteamiento, con esas “teorías de la opresión y sus ideas excéntricas de que estamos sojuzgadas por ser mujeres y por nuestros cuerpos”, no ha brotado espontáneamente: tiene su base en los estudios de género de décadas atrás, que han bebido de la misma teoría crítica que ha dado lugar a los “espacios seguros” y al monitoreo de las “microagresiones”, y que fomenta una perspectiva verdaderamente paranoica de la realidad. La estudiosa afirma que el feminismo ha sido “secuestrado por extremistas”.

“La teoría de la interseccionalidad, por ejemplo, considera a las sociedades estadounidense y británica como la matriz de la opresión (…). Luego los estudiantes están sumergidos en lo que considero una especie de teoría de la conspiración, y no escuchan ninguna objeción a esto, porque las objeciones son, por definición, reaccionarias”.

Sobre el acoso sexual, la investigadora apunta que no hay indicios de que estos episodios sean lo común. “Son casos atípicos. Si estás en una oficina o en el clásico lugar de trabajo, con el director de personal o con un jefe que tiene algunos estándares de respeto y civilidad, es muy poco probable que surjan problemas serios”.

¿Cuánto acoso?

Precisa además que es difícil encontrar estudios de calidad sobre el tema del acoso, pero cita uno efectuado por la Universidad de Chicago, que encuestó a una muestra de mujeres estadounidenses en 2014. A la pregunta “¿Ha sido Ud. acosada sexualmente por alguien en su lugar de trabajo, en los últimos 12 meses?”, el 3,6% de las entrevistadas respondió afirmativamente, algo menos que en 2002, cuando el 6% dijo haberlo sufrido.

La sensación actual, sin embargo, es que asistimos a una epidemia de acoso. Para Hoff Sommers , “la gente se deja llevar por las noticias” y por el principio de la teoría interseccional de que, para saber de verdad lo que está ocurriendo en esta sociedad “patriarcal” y “opresiva”, no se puede confiar en las estadísticas, que al fin y al cabo están configuradas por maneras de pensar masculinas.

“Les dicen: ‘Escuchen las historias de las mujeres’, y la gente las está escuchando y dándoles crédito, porque también hay un principio de que debes confiar en las mujeres y no ser escéptico. Pero tienes que saber si esas historias son verdad, y si representan o no la experiencia de la mayoría de las mujeres. La mejor investigación que tenemos sugiere que no”.

La investigadora advierte, además, de algunas consecuencias de la campaña #MeToo, como la soledad y el aislamiento, pues las personas se lo pensarán dos veces antes de interactuar en el lugar de trabajo, máxime si no hay presente un tercero que pueda atestiguar que todo transcurre con normalidad, sin excesos ni faltas de respeto. Una sola mujer, dice, tiene ahora el poder de destruir a un hombre con una acusación, incluso falsa.

El feminismo, opina, “tiene que ser consciente de la importancia de las garantías procesales y no dar por supuesta la culpa, únicamente por haber sido acusado: eso es no solo moralmente erróneo, sino socialmente corrosivo. Mujeres y hombres debemos trabajar juntos; de hecho, trabajamos juntos, y por lo general nos va bien”.

Según apunta, es hora de decirles a las mujeres jóvenes que son fuertes, resilientes e iguales a los hombres, en vez de inculcarles temor hacia ellos, pues el lenguaje del trauma y la vulnerabilidad, lejos de ser liberador, es incapacitante. Las mujeres “no somos frágiles pajaritos”.

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