Las miserias de los genios

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El escritor Antonio Muñoz Molina comenta en El País (Madrid, 27-XI-96) la tendencia a juzgar la vida privada del genio con una indulgencia que no usamos con otros mortales.

Desde el romanticismo, al genio y al héroe, al literato magistral, al artista, se le ha permitido todo. Sus excentricidades o sus rasgos de crueldad eran como derivaciones comprensibles de su genio, o minucias que merecían ser ocultadas para que no ensombrecieran el resplandor superior de la obra pública. Digamos que si un conductor de autobús o un albañil abandonan a sus hijos o someten a humillaciones a sus mujeres están dando muestras de brutalidad inaceptable: si esos mismos actos los comete un genio, un literato o un artista, entonces se convierten en pruebas de su sensibilidad atormentada, efectos secundarios del talento. (…)

Sin duda, un novelista ha de ser juzgado por sus novelas, y no por su comportamiento hacia sus hijos, y las canalladas que infligió un gran artista o un científico a su mujer no aniquilan el valor de un cuadro o de un descubrimiento. Pero también es verdad que el contraste de las vidas públicas y las vidas privadas podría habernos ayudado a comprender mucho antes la perversidad y la simple mentira de muchas ideas, situaciones de injusticia y sistemas políticos basados en la doblez, en el abuso y en la corrupción. Que se conozcan las miserias secretas en las que fueron cómplices Sartre y Simone de Beauvoir o el cinismo de Bertolt Brecht en el Berlín estalinista de los años cincuenta, su afición a manipular y humillar a las mujeres que tenía cerca y a hacerse chaquetas proletarias a medida, no son maniobras reaccionarias de difamación contra héroes de izquierda: son avisos de que la ética progresista no puede sostenerse sobre la hipocresía y la apariencia, sobre la desvergonzada discordancia entre las palabras y los actos, entre las gesticulaciones públicas y la insondable vileza de la crueldad privada.

En 1986, en una caja fuerte de un banco de Los Angeles, se encontraron las cartas y papeles privados de Albert Einstein que se subastan estos días, y a uno lo estremece el relato de miseria y sometimiento conyugal que muestran, de fría insolencia masculina.

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