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La homosexualidad no es libertad

publicado
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En una carta publicada en New Zealandia (junio 1994), una revista católica neozelandesa, Noel B. Mosen presenta su testimonio personal como ex homosexual. Mosen replica a otras cartas, aparecidas en un número anterior de la revista, en las que se defendía que la homosexualidad es una tendencia tan buena como la contraria, natural -debida a factores genéticos-, que no se debe intentar cambiar.

(…) Fui homosexual activo durante veintiún años, hasta que me hice cristiano y me convencí de la necesidad de cambiar. Con la ayuda y la fuerza de Dios, lo conseguí. Ahora llevo seis años felizmente casado y no experimento ninguno de los deseos y tentaciones homosexuales que antes dominaban mi vida. En todo el mundo son miles, muchas en Nueva Zelanda, las personas que han cambiado, igual que yo.

En primer lugar, cuestiono las credenciales del «obispo» Calum Buchan, que en su carta afirmaba que intentar cambiar la orientación sexual de una persona es «un pecado tan grave que no se debería excusar en ningún caso». Él se firma obispo de St. Mary’s Well y abad de Deer, en Escocia. Sin embargo, no existen tales lugares en Escocia, y ni la Iglesia católica, ni la anglicana, ni la metodista tienen noticia alguna de él. Con todo respeto, sugiero que la carta es un truco de un activista gay para hacer creer a los lectores de New Zealandia que hay miembros de la jerarquía de la Iglesia que admiten la homosexualidad. Conozco tales trucos: durante muchos años yo mismo fui un activista gay.

En segundo lugar, es falso que se haya probado la existencia de un gen que determine la homosexualidad. (…) Si los genes fueran determinantes, cuando uno de dos gemelos fuera homosexual, también el otro tendría que serlo; pero en casi la mitad de los casos no ocurre así. Además, si la orientación sexual estuviera genéticamente determinada, no habría posibilidad de cambiar; pero conocidos expertos en sexología, sin vinculación religiosa, como D. J. West, M. Nichols o L. J. Hatterer, han descrito muchos casos de homosexuales que se convierten en heterosexuales de modo completamente espontáneo, sin presiones ni ayuda de ninguna clase.

(…) Mi experiencia es que la homosexualidad no es una condición estable ni satisfactoria, que no es una bendición. No es libertad: es una adicción emocional.

Por supuesto, no se debe rechazar ni reprimir a los homosexuales. Estoy firmemente convencido de que la homosexualidad surge de una alienación y de sentirse rechazado desde la infancia por parte de las personas del mismo sexo.

Dijo en cierta ocasión Alan Medinger, un ex homosexual que ahora ayuda a otros a cambiar: «Para muchos de nosotros, el camino hacia la vida heterosexual ha estado tan lleno de bendiciones, que no dudaríamos en proclamar el poder de Dios que transforma la vida de los hombres y mujeres homosexuales».

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