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La calidad de vida de las mujeres españolas

publicado
DURACIÓN LECTURA: 6min.

«Salud, dinero y amor»

En sólo dos décadas, las circunstancias y expectativas en la vida de la mujer española han cambiado sustancialmente, mejorando muchos aspectos pero complicándole la existencia en otros. Estas nuevas oportunidades no siempre han respondido a las ilusiones. Un reciente ensayo colectivo (1) pone encima de la mesa la cuestión de la calidad de vida: ¿viven bien las mujeres españolas de hoy?

Tres espacios vitales de la mujer -«Salud, dinero y amor», como dice el estribillo de la conocida canción- se analizan partiendo del cambio político y social que, desde 1975, ha transformado la realidad española en beneficio de una justa igualdad jurídica de la mujer. Los autores de los distintos capítulos -cuatro mujeres y nueve hombres- son, en su mayoría, profesores de Universidad, si bien tienen en cuenta que escriben para un público amplio y no para un círculo académico.

En el terreno de la salud es evidente que las mujeres disfrutan hoy de los avances de la Medicina y de mucha más información y medidas preventivas que sus abuelas. La esperanza de vida de la mujer ha aumentado considerablemente y aquellas que tienen que afrontar la menopausia y sus servidumbres biológicas y psíquicas disponen de más medios para paliarlas y disfrutar de una mejor calidad de vida. Por ello, es simplista afirmar, como hacen los autores de ese capítulo, que a la mujer de antes se le hacía creer que debía «aguantar» estoicamente las molestias relacionadas con su ciclo menstrual, porque eso era lo «socialmente correcto».

En cambio, asistimos a la extensión de hábitos con los que la mujer arriesga su salud, como ocurre con la incorporación masiva y desde muy temprana edad al consumo de tabaco y de alcohol -un 30% de la población femenina fuma-, o cuando pone a prueba la resistencia de su estómago y de sus niveles de colesterol con el «fast food» o los alimentos precocinados. Aunque el libro no lo plantee, también habría que valorar los efectos secundarios de la contracepción química, cuyos riesgos siguen preocupando a muchas mujeres.

Otro nuevo fenómeno inquietante son las dietas espartanas para responder al tipo de mujer socialmente aceptado y ensalzado por las revistas femeninas y por la publicidad.

El equilibrio psíquico

El culto al cuerpo propicia una creciente y, a veces, desmedida preocupación por la salud física y la apariencia estética y, paralelamente, descuida una psyque sana, fundamental para alcanzar el desarrollo óptimo de la personalidad y las potencialidades de cada mujer, ya sea ama de casa o profesional extradoméstica. Y es que a la literatura sociológica se le escapan factores claves para mantener un espíritu sano. Incluso este libro, que pretende abrir un debate sobre algo tan complejo como la felicidad de las mujeres y sus circunstancias, deja en el tintero lo más decisivo. La felicidad no se halla en el puro bienestar material: una profesión llena de éxitos, tener mucho dinero y una alta consideración social, no estar «atada» a una familia ni al «fatigoso componente de tener que atender al otro», o poder llenar el tiempo de ocio en cantidad y calidad igual a los varones.

La felicidad se suele encontrar fuera de uno mismo, en las cosas pequeñas y bellas que nos rodean, también en ver cómo los demás son felices gracias a la abnegación propia. En cambio, en el libro se habla del «masoquismo» inherente al «mito» de la institución familiar y al reparto tradicional del trabajo por sexos. Claro que en los autores se advierte una predisposición contra lo que llaman la familia tradicional, que les puede cegar para entender las satisfacciones que también encuentra la mujer al preocuparse por el bienestar de los suyos.

Familia y trabajo

Otra faceta importantísima en la vida de la mujer es su progresiva incorporación al mundo laboral fuera del hogar. Un tercio de las mujeres casadas y la mitad de las solteras en edad de trabajar lo hacen. La causa de esta diferencia no reside en que los hijos sean una rémora para la mujer, sino en la preferencia de muchas casadas por una jornada laboral a tiempo parcial que les permita atender a los suyos y disfrutar de la vida familiar. Un error en boga -del que no se salva el libro coordinado por Castaño y Palacios- consiste en señalar a la familia como un obstáculo para la mujer, quien, «cuando ha pasado lo peor» (los hijos son ya mayores), puede por fin dedicarse a ser una mujer plena.

Omiten los sociólogos un factor importante que no se recoge en las frías estadísticas: el de la falta de elección de la mujer, cuestión planteada tímidamente en la IV Conferencia Mundial de la Mujer de Pekín, en septiembre de 1995. El trabajo del ama de casa debe ser considerado socialmente como una tarea tan digna y profesional como las demás, imposible de cuantificar económicamente si no se quiere caer en el ridículo.

La valoración que se da hoy al trabajo extradoméstico olvida que muchas mujeres no tienen más alternativa, ya que la sociedad no les permite ocuparse exclusivamente de la familia si lo desean. Cuando a las empresas no les importe contratar a mujeres en edad fértil o próximas a casarse, les permitan acceder a una reducción de jornada sin tener que renunciar a los ascensos, y las prestaciones sociales e incentivos fiscales les faciliten tener los hijos que realmente quieren, quizás entonces podamos empezar a hablar de libertad de elección para la mujer.

Doble jornada

El libro aborda con acierto el problema de la doble jornada que sufren dos tercios de las mujeres que trabajan: tras muchas horas en la oficina, las tareas domésticas las esperan a la llegada a casa, mientras que el cónyuge, la mayoría de las veces, se desentiende. Y, efectivamente, es difícil compaginar ambas cosas. En este campo la colaboración masculina crecerá en la medida en que se forme a los niños desde edad temprana. Esto contribuirá, al mismo tiempo, a restaurar el papel del padre, que no es sólo «ese señor ausente que gana el dinero», cuyo rol en la concepción es exclusivamente externo, físico y momentáneo, según ciertas feministas que se apoyan en esto para abogar que los hijos y la decisión de abortar es exclusiva de la mujer.

Muy discutible es la afirmación mantenida en el libro de que el padre moderno, aunque continúe unido a su familia, se desentiende cada vez más de la educación de sus hijos. Si se compara con situaciones pasadas, más bien da la impresión de que los padres de hoy se preocupan más de esta faceta y tienen más recursos para atenderla.

¿Son felices las mujeres españolas en el amor? Contemplamos cómo el estrés y el vacío hacen mella muchas veces cuando la mujer prescinde de su función materna en aras de la profesión y de una independencia mal concebidas. ¿Son verdaderamente felices los LAT (living apart together): esas «parejas estables» que no viven juntas y pretenden así haber aunado la libertad y el amor?

Lo que sí es indudable es la importancia de la opinión femenina en el consumo, tanto en los asuntos más insignificantes como en las grandes decisiones. Sin embargo, la mujer sigue desempeñando indignos tipos en la publicidad y en la ficción cinematográfica, que aún no han evolucionado. Y aquí pocos abren la boca, tampoco estos autores, en cuyo paradigma de la felicidad destaca lograr éxito social y el máximo de placer.

Mª Mercedes Álvarez________________________(1) Cecilia Castaño y Santiago Palacios (eds.). Salud, dinero y amor. Cómo viven las mujeres españolas de hoy. Alianza. Madrid (1996). 307 págs. 2.900 ptas.

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