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¿Es posible una ética «laica»?

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La posibilidad de que pueda existir una «ética laica», sin fundamentación trascendente, ha sido tema de un debate cultural del que se han hecho eco en las últimas semanas algunos medios de comunicación italianos. Aunque el argumento no es nuevo, el intercambio de opiniones ha ofrecido la oportunidad de entrever la evolución del pensamiento de algunos intelectuales en este campo.

Es el caso, por ejemplo, de Umberto Eco, quien afirma que rompió con su formación católica a los veintidós años. Desde entonces, añade, la «perspectiva laica no ha sido para mí una herencia absorbida pasivamente, sino el fruto, muy costoso, de una larga y lenta maduración». Su formación católica fue profunda, hasta el punto de que «siempre tengo la duda sobre si algunas de mis convicciones morales no dependen más bien de la impronta religiosa que marcó mis orígenes (…). En edad ya avanzada he visto a algunos de mis colegas acercarse a los sacramentos sin creer en la ‘presencia real’, y por tanto sin haberse siquiera confesado. Con un escalofrío, después de tantos años, he sentido todavía el horror al sacrilegio».

El semiólogo y escritor italiano dice que no entiende, como tampoco lo entendía Kant, cómo una persona pueda declararse atea, es decir, «creer firmemente en la inexistencia de Dios». «Si Cristo hubiera sido simplemente el tema de una gran narración, el hecho de que esta narración haya sido imaginada y querida por bípedos implumes que saben sólo que no saben nada, sería tan milagroso (milagrosamente misterioso) como el hecho de que el hijo de un Dios real se hubiera encarnado verdaderamente».

En el artículo, publicado en la revista Liberal, en respuesta a otro sobre el mismo tema del cardenal Carlo Maria Martini, arzobispo de Milán, Eco sostiene una moral natural abierta a la trascendencia: «Me atrevería a decir (no es una hipótesis metafísica, sino solo una tímida concesión a la esperanza, que no nos abandona nunca), que en esa perspectiva [de ética natural] se podría replantear el problema de alguna vida después de la muerte».

Y sobre la objeción de que, sin la palabra de Cristo, a toda ética natural le faltaría una fuerza de convicción ineludible, el profesor de la Universidad de Bolonia responde: «¿Por qué privar al laico el derecho de servirse del ejemplo de Cristo que perdona?» Una pregunta sin respuesta que posiblemente hace reflexionar, aunque haya sido formulada por Eco, que ha hecho de la ironía y la paradoja dos de sus mejores armas literarias.

En la discusión sobre cristianismo y ética natural intervino también otro personaje de la cultura italiana, el filósofo Gianni Vattimo, teórico del pensiero debole. En un encuentro público, del que se hizo eco la prensa, con el cardenal Ersilio Tonini, arzobispo emérito de Rávena, Vattimo se definió «medio creyente» y subrayó que «si no hubiera tenido un patrimonio cristiano para repensarlo, secularizarlo y reinterpretarlo, no sería nada. Los filósofos no me han enseñado nunca nada».

Naturalmente, Vattimo adapta a su modelo de pensamiento la misma fe, y acusa a la moral cristiana de obsoleta en algunos puntos, como el relativo al control de la natalidad: «No se puede seguir pensando que todo lo que es natural hay que respetarlo como tal». Afirmó que «sobre el aborto soy particularmente cauto: no permito a cualquiera tirar el feto por la ventana porque no es capaz de hablar. Pero tampoco puedo imponer una legislación fundada exclusivamente sobre los principios de ética natural». En esa misma línea, y de modo coherente con el «pensamiento débil», se mostró de acuerdo con que es urgente enseñar a distinguir el bien del mal, pero «una distinción demasiado rígida ya no es viable. Debemos tratar de vivir en este desorden sin inventarnos ordenamientos demasiado fijos».

Este debate sobre la posibilidad de una ética laica se inició a raíz de la publicación del libro En busca de la moral perdida, escrito por Eugenio Scalfari, fundador y director del diario La Repubblica, considerado uno de los órganos de expresión del laicismo italiano. Scalfari, que se declara ateo, propone en su libro una visión biológico-materialista de la moral: el comportamiento ético es, según él, una defensa egoísta del individuo y una manifestación del instinto de supervivencia de la especie humana.

Algunos, sin embargo, han observado detrás de esa «máscara de ateo» de Scalfari algunas aperturas hacia la trascendencia. Así lo sostiene el profesor Giovanni Reale, director del Centro de Metafísica de la Universidad Católica de Milán, en un intercambio de cartas con el autor, publicado por el diario Avvenire.

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