En Kenia el fútbol no es un «invasor cultural»

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Nairobi. En el distrito de Meru, a unos 300 kilómetros de Nairobi, en las laderas septentrionales del Monte Kenia, un magistrado multó a dos hombres por pelearse y perturbar el orden público. Uno era un hincha del Manchester United; el otro, del Chelsea. Al imponerles la multa, el magistrado añadió con ironía: «¡Ahora, pídanles al Manchester United y al Chelsea que comparezcan y paguen sus multas!» La intensa comercialización del fútbol también ha invadido los remotos rincones de África. En la mañana en que tuvo lugar la ceremonia inaugural del campeonato del mundo, miles de personas iniciaron en Nairobi su jornada de trabajo más pronto de lo habitual a fin de poder salir a tiempo para ver el acto por televisión esa misma tarde.

La irresistible comercialización del deporte llena todos los quioscos de prensa, más aún los fines de semana, fenómeno que se ha acentuado a lo largo de los últimos años. Los jóvenes y quienes no lo son tanto se lanzan sobre las páginas deportivas del diario para ver los resultados de los partidos de las ligas europeas, y no sólo de la inglesa, para estar al día de cada uno de los movimientos de sus jugadores favoritos.

El deporte ha sido siempre en África un acontecimiento social, de la comunidad. Las épocas del año en las que había que trabajar menos en los campos, por ejemplo, inmediatamente después de la cosecha, se dedicaban al deporte, el cual se practicaba dentro de la comunidad. En los idiomas africanos, la connotación moderna del deporte comercializado carece de traducción. En kiswahili, la palabra que se utiliza, «michezo», que significa literalmente «juegos», sugiere la práctica del deporte para disfrutar: uno mismo y los espectadores.

El balón deportivo, tal y como lo conocemos, no existía antes de su introducción desde el exterior. Los «futbolistas» cogían un lío cuidadosamente atado de hojas de plátano y lo impulsaban con el pie; en una comunidad en la que había abundancia de lluvias y cosechas, los jóvenes usaban un fruto redondo como la naranja; ¡y otra comunidad incluso empleaba la cabeza cortada de una cabra! Aún hoy, en los barrios más pobres de las ciudades, los muchachos hacen pelotas de trapo e intentan imitar a Ronaldinho hasta que resulte imposible utilizar la «pelota». El fútbol, usando los recursos naturales de que se dispone, es uno de los deportes tradicionales de África, junto con muchos otros. Siendo imposible obtener equipación moderna, los deportes se limitaban a aquellos que exigían fortaleza natural, reacciones rápidas y una mente perspicaz.

La comercialización del deporte

En los últimos años, el deporte ha pasado a concebirse como una forma más de ganarse la vida. Un gran número de futbolistas, baloncestistas y atletas jóvenes y prometedores han emprendido una invasión a pequeña escala de los países más desarrollados, añadiendo calidad a equipos deportivos de gran arraigo o ganando medallas y sustanciosos premios económicos que envían a casa y, con ello, ayudan a que su familia o su región natal prosperen. De esta forma, gradualmente, el deporte va asociándose a la cultura del dinero y pierde su carácter intrínseco de destreza personal, mejora física y diversión para la comunidad.

Otro resultado de la comercialización de los deportes es el desarrollo del deporte femenino en África. Deportes como el baloncesto, el hockey y el tenis fueron introducidos por los gobiernos coloniales para las mujeres. En la actualidad, las mujeres participan en prácticamente todos los deportes: fútbol, baloncesto, rugby e incluso boxeo. A medida que han aumentado la educación de las mujeres y su exposición a ideas occidentales y actividades recreativas, y desde que los movimientos feministas han comenzado a tener cierta repercusión -no toda negativa-, más mujeres africanas de ámbitos urbanos están empezando a preguntarse: ¿por qué no podemos hacer lo que hacen los hombres? Hoy en día, los equipos de fútbol femeninos se han generalizado, en especial en los barrios marginales; incluso tienen sus propias ligas y selecciones nacionales. Para una chica que vive en un barrio pobre, jugar en un equipo de fútbol puede ayudarla a mantenerse al margen de algunas lacras sociales, y encontrar así un medio honrado de ganar dinero.

Poco dinero disponible

El fútbol ha logrado una enorme masa de seguidores en África, en especial donde hay una radio, un aparato de televisión o un periódico; y eso, al menos una radio, ya está en todas partes.

La comercialización de los deportes aún no se ha extendido mucho aquí porque hay poco dinero disponible. África es probablemente el último mercado en el que se fijan los grandes patrocinadores de los países desarrollados, precisamente porque los africanos tienen poco tiempo y dinero para lo que no sea esencial. No obstante, la cultura de «pan y circo» y el dinero como valor definitivo están logrando avances. Sea por ociosidad, por falta de imaginación o escasez de recursos, muchas personas, en especial los jóvenes, no saben cómo usar su tiempo libre y se conforman con lo que exige menos esfuerzo.

El fútbol internacional ayuda a llenar ese vacío. Es fácilmente accesible, es fácil de discutir y los jugadores brindan un «modelo de papel» para la juventud. El fútbol no es un «invasor cultural» mal recibido, siempre que se mantenga en su sitio y ejerza una influencia moderada. Es mucho menos dañino que gran parte de la «cultura» negativa que viene del Occidente en forma de música «rap» en televisión, culebrones y vídeos y DVD pirateados. Sin duda la vida cotidiana de África seguirá su curso normal incluso durante el campeonato del mundo. No es la época de vacaciones y todos los niños están en clase. Pero, más que otra cosa, es un signo del enorme impacto de los medios de comunicación y de las últimas técnicas de «marketing» y, nos guste o no, ningún lugar de nuestro planeta está libre de ello.

Martyn Drakard

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