(Actualizado el 6-10-2014)
En Estados Unidos, el Departamento de Justicia y el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano están investigando varios casos de discriminación contra mujeres a las que se les han negado préstamos hipotecarios tras quedarse embarazadas. Pero este esfuerzo de la Administración Obama por garantizar la igualdad de trato pierde fuerza ante la idea del embarazo que tiene el Departamento de Salud y Servicios Humanos: si los seguros sanitarios consideran el embarazo como una enfermedad, ¿qué impide a un prestamista verlo como una circunstancia gravosa?
FirstBank Mortgage Partners había acordado hacer un préstamo hipotecario a un matrimonio para su nueva casa de Virginia. Todo estaba a punto para el traslado. Pero al enterarse la compañía de que la mujer estaba embarazada, decidió negarle el préstamo.
La pareja, padres de dos hijos, presentó una queja por discriminación ante el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD, por sus siglas en inglés). El acuerdo de conciliación se ha resuelto a favor de la familia, y el banco tiene que pagar una multa de 35.000 dólares.
La Administración Obama se ha tomado muy en serio este tipo de denuncias. Cuenta el Washington Post que el HUD y el Departamento de Justicia han multado a varios bancos y aseguradoras, como el Bank of America, PNC Mortgage, Cornerstone Mortgage o MGIC.
Cuando se promueve una visión negativa de la maternidad es difícil convencer a los empresarios de que las embarazadas no son un lastre para sus negocios
Los 173 casos investigados desde 2010 siguen un patrón muy parecido: “En cuanto los prestamistas oyen la palabra ‘embarazo’ o ‘baja por maternidad’ se cierran en banda”, explica Bryan Greene, secretario general del HUD. “Y aunque muchas mujeres tienen pensado volver al trabajo, los prestamistas no les preguntan; presumen que no volverán”.
Los Alvanos son otro matrimonio al que el HUD dio la razón. Estaban a punto de tener a su primer hijo, y Greenlight Financial Services los dejó tirados. “Se limitaron a decir que [el embarazo] es una forma de discapacidad. (…) Básicamente nos estaban diciendo que mi mujer y mi hijo no nacido eran un lastre”.
A este tipo de denuncias relativas a préstamos bancarios hay que añadir las que se producen en el ámbito laboral. Según The Atlantic, en 2006 la Comisión para la Igualdad de Oportunidades en el Empleo de EE.UU. recibió casi 5.000 quejas por discriminación a causa del embarazo; un 30% más que hace una década. En 2010, hubo más de 6.000 quejas por este motivo.
Una visión negativa de la fertilidad
Estos casos de discriminación han merecido la atención de dos ministerios del gobierno de Obama. Pero la lógica de los prestamistas no es muy diferente de la que emplea el Departamento de Salud y Servicios Humanos para justificar el “mandato anticonceptivo”, la norma que obliga a las empresas a financiar un seguro sanitario con anticonceptivos, píldora del día siguiente y esterilización.
Antes de que el Tribunal Supremo reconociera el pasado julio que la libertad religiosa prevalece sobre el interés del gobierno en promover el acceso gratuito a los métodos anticonceptivos (cfr. Aceprensa, 3-07-2014), los obispos de EE.UU. supieron ver que no había tal cosa como una anticoncepción “gratis”: al final, un tercero –la empresa o su aseguradora– terminaba obligado a pagarla.
Los obispos se opusieron también a que esos métodos se incluyeran en la categoría de “servicios preventivos” de los seguros, ya que el embarazo no es una enfermedad a evitar (cfr. Aceprensa, 15-02-2012). “Incluir la anticoncepción dentro de la ‘cobertura sanitaria básica’ –explicaron– implica tratar la fertilidad de la mujer como un aspecto negativo de su feminidad”.
Mientras el gobierno de EE.UU. siga promoviendo esta visión negativa de la maternidad le va a ser difícil convencer a otros de que los embarazos no son un lastre para sus negocios. Los prestamistas siempre podrán reprocharle al gobierno que su interés en promover la agenda pro-choice (que incluye el despido libre del feto) no es más legítimo que el interés de aquellos en sus propias ganancias.
También en este aspecto se ve que la lógica provida es más igualitaria. En lugar de reducir la “agenda de las mujeres” al aborto y la contracepción, aboga por retirar los obstáculos a la maternidad en los distintos ámbitos de la vida social: primero, ofreciendo apoyo a las mujeres que desean ser madres tras un embarazo imprevisto; y después, combatiendo –a través de una agenda de preocupaciones mucho más amplia– las desigualdades derivadas del hecho de ser mujer y madre.