El crimen, preocupación número uno en Sudáfrica

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Johannesburgo. Varios ataques violentos contra personajes conocidos, como el historiador David Rattray, o la recogida de 400.000 firmas pidiendo al presidente firmeza contra la delincuencia, ponen de manifiesto que en Sudáfrica la inseguridad preocupa, con razón. Los periódicos publican testimonios de personas que han emigrado por ese motivo y las encuestas giran en torno al mismo tema. La BBC ha emitido un programa en el que destacaba la criminalidad en uno de los barrios más conocidos de Johannesburgo, y que ha sentado mal al gobierno.

Según el cálculo cruzado de diversas fuentes, en Sudáfrica se producen 50 asesinatos diarios (18.000 muertes violentas en 2006) en una población de unos 44 millones de habitantes, además de otros tipos de delitos con violencia. Cifras de la ONU dicen que Sudáfrica es el segundo país con mayor criminalidad, después de Colombia.

El caldo de cultivo de la delincuencia

Un 40% de desempleo, que castiga fundamentalmente a los jóvenes, y las desigualdades sociales aún reinantes tras la caída del «apartheid» en 1994 actúan como estimulante del crimen. Algunos critican la inmigración ilegal procedente de Mozambique, Zimbabue y Nigeria, porque parte de ella se dedica al tráfico de drogas y la prostitución. Así, se producen represalias de sudafricanos negros contra los africanos de otros países por considerar que les quitan puestos de trabajo.

La situación es difícilmente manejable por una fuerza policial insuficiente, mal remunerada y en muchos casos sin la debida preparación profesional. El sistema judicial se encuentra también desbordado. Al descontento que provoca el crimen se añaden varios escándalos de corrupción en la esfera política.

Un estudio sobre el crimen, publicado por el Institute for Security Studies, señala otros factores importantes para explicar el fenómeno en Sudáfrica.

Durante la década de 1980 el país sufrió un incremento de violencia debido al sistema segregacionista oficial. La ley reprimía libertades fundamentales en buena medida a través de la violencia. Así, la transición política a la democracia dejó un sistema legal atrofiado. Y la libertad que conlleva la democracia fue aprovechada por los violentos, según el estudio.

Por otra parte el gobierno del «apartheid», como modo de debilitar a las comunidades negras, desmembró muchas familias: cada componente trabajaba en una ciudad distinta. Era, además, normal la entrada violenta y agresiva de la policía en las casas sin motivo alguno, provocando un estado continuo de temor. La ausencia de los padres dejó sin guías a las nuevas generaciones. Y el fomento de la sublevación contra el régimen en el seno de las comunidades negras trajo, aparte de sus logros positivos, el debilitamiento del sentido de autoridad. Enseñar a la actual juventud el respeto por la ley no es sencillo. Otros estudios señalan que este estado de violencia continúa en el núcleo familiar, con los efectos deseducativos que ello tiene.

El elevado número de armas contribuye también a la violencia. El estudio señala que alrededor de 3,5 millones de sudafricanos poseen legalmente 4,5 millones de armas (datos de 2001). A todo esto, se suma el aumento del crimen organizado desde 1994.

Según este estudio, la mayoría de los crímenes son llevados a cabo por adolescentes o jóvenes. Además el crimen se da especialmente en los «townships», barrios de alta densidad de población donde en tiempos del «apartheid» tenían que vivir las razas segregadas -negros, mestizos, etc.- y que en muchos casos siguen teniendo la misma población. Aunque también en los barrios donde viven personas con altos ingresos económicos hay crímenes.

El problema de fondo

Para 2010, año en que se celebrará el Campeonato Mundial de Fútbol en el país, se pretende que el número de policías pase de 156.000 a 180.000 y mejorar la capacitación de los agentes. Durante la presidencia de T. Mbeki se ha creado medio millón de puestos de trabajo anuales, pero el paro sigue siendo una gran preocupación, especialmente el juvenil. El gobierno ha iniciado programas de voluntariado para enrolar a jóvenes en la construcción de viviendas para enfermos, con la idea de que luego consigan empleo en ese sector.

Mbeki ha hablado de unir fuerzas con las empresas de seguridad que existen en el país. El año pasado hubo una campaña para concienciar a la población respecto a las armas de fuego, se ha aumentado el control público sobre ellas y una cantidad considerable han sido destruidas.

En cuanto al riesgo de que, por miedo a la inseguridad, la FIFA trasladase a otro país la celebración del Mundial, no parece tener mucho fundamento. Se está desarrollando la infraestructura necesaria y preparando gente para atender el turismo, aunque el paso debe acelerarse. Respecto al peligro para los turistas, la gente que visita Sudáfrica toma las precauciones necesarias porque así se le recomienda antes de viajar, aunque el blanco extranjero no parece ser el objetivo de los criminales: de hecho, apenas hay agresiones a turistas.

El problema de fondo es la falta del núcleo familiar y la pérdida de sentido de la dignidad humana. Las soluciones que se plantean no suelen atacar la raíz de los problemas, como en el caso del sida. No se acepta que es necesario ofrecer a los jóvenes fundamentos morales.

Águeda ColomACEPRENSA

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