¿Qué empleos destruyen las máquinas?

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El torneo de ajedrez entre Gary Kasparov y el ordenador «Deep Blue» da pie a The Economist (17-II-96) para un comentario sobre el problema de la sustitución de trabajadores por máquinas.

Los maestros del ajedrez pueden llegar a ser insufriblemente arrogantes. Por eso, es una cierta satisfacción ver a «Deep Blue», el superordenador de IBM, medirse de igual a igual con Gary Kasparov. Pero también es preocupante ver una caja de plástico que vence a los seres humanos en el más cerebral de los pasatiempos. Dejando de lado las especulaciones filosóficas, ¿qué le dice a usted esto respecto al futuro de, ejem, su empleo?

Desde la revolución industrial, las máquinas han eliminado millones de puestos de trabajo. Por otro lado, también se han creado millones de empleos nuevos. La historia parece mostrar que, a largo plazo, las nuevas tecnologías varían poco el nivel general de empleo, pero repercuten mucho en la demanda relativa de diferentes tipos de trabajadores. En el pasado, las nuevas tecnologías han desplazado principalmente a los trabajadores manuales. En consecuencia, en muchos países han aumentado las diferencias de salarios entre los trabajadores con alta y baja cualificación. Algunos economistas temen que esta tendencia continúe indefinidamente.

La lección del ajedrez sugiere otra cosa. No es sorprendente que los ordenadores hayan realizado impresionantes demostraciones de «inteligencia» frente a un tablero de ajedrez. Es un juego de reglas sencillas y con relativamente pocas piezas cuya profundidad y complejidad deriva del número, aparentemente infinito, de movimientos posibles. Por eso se puede ganar con la gracia e intuición del intelecto humano o -como Deep Blue puede procesar mil millones de movimientos por segundo- mediante la pura aritmética.

Por tanto, si su trabajo es parecido al ajedrez, tiene usted motivos para preocuparse. Cualquier ocupación que consista principalmente en la aplicación repetida de unas reglas es candidata a la automatización. Esto podría enviar al paro a montones de «expertos»: hoy existen buenos programas informáticos para redactar testamentos, preparar balances e incluso diagnosticar enfermedades. Aunque aún harían falta abogados, contables y médicos para casos difíciles, probablemente el mundo podría arreglarse bastante bien con menos.

Por otra parte, muchos oficios que requieren una habilidad especial -jardineros, fontaneros, educadores…-, a diferencia del ajedrez, no se pueden reducir a un conjunto de reglas. Esos trabajos exigen «intuición», sentido común y conocimiento de la realidad en general. Los ordenadores no sirven para eso. ¿Cómo reconocer un rostro en medio de una multitud? ¿Por qué un espectáculo es -o no- divertido? ¿Es más bonito el rosa que el azul? (…)

Esto es alentador. Tal vez es una anomalía temporal de la oferta y la demanda lo que permite a los contables o jugadores de ajedrez ganar más que los jardineros y educadores (¿conoce usted algún fontanero pobre?). Qué interesante si el ordenador terminara siendo, no sólo un gran nivelador de salarios, sino también un medio de descubrir lo verdaderamente distintivo del pensamiento humano. Al fin y al cabo, criar tulipanes o niños es mucho más humano que elaborar ristras de números.

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