El valor de la empresa socialmente responsable

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Empresa socialmente responsable

Las empresas con “impacto neto positivo” no se conforman con mitigar su huella en el medio ambiente y en otros ámbitos de la sociedad, sino que buscan de forma activa cómo crear el mayor valor para todos aquellos que se ven afectados por su actividad. La experiencia de Paul Polman al frente del gigante Unilever ofrece un ejemplo de este modelo de negocio y reafirma una tendencia al alza.

Paul Polman (Enschede, Países Bajos, 1956) ha sido consejero delegado de Unilever entre 2010 y 2019. Unilever no es una empresa más. Es una gran compañía multinacional que ingresa unos 60.000 millones de dólares al año, que vale en bolsa 100.000 millones de dólares, pero que sobre todo llega cada día con sus productos a unos 2.500 millones de personas a través de unas 400 marcas. Cuando usted compra el suavizante Mimosín, los helados Carte d’Or, la mayonesa Hellman’s o los desodorantes Rexona y Axe, está adquiriendo productos Unilever.

Polman es uno de los ejecutivos que ha puesto en marcha en su empresa esa forma de ver la gestión empresarial que se ha denominado “tener un propósito” o lograr un “impacto neto positivo” con su actuación. Junto con Andrew Winston, experto en gestión empresarial, publicaron en 2021 Impacto neto positivo: cómo las empresas valientes prosperan dando más de lo que reciben, que acaba de ser traducido al español por la editorial Profit. Polman aprovecha la experiencia de su gestión de esa década en Unilever y presenta cinco principios en los que se basa una empresa con impacto neto positivo:

  1. Se adaptan a todos los impactos y consecuencias que fluyen de sus actividades, previstas o no.
  2. Trabajan a largo plazo en beneficio de los negocios y la sociedad.
  3. Crean un retorno positivo para todos los grupos de interés, incluidos sus trabajadores, clientes, proveedores, socios y para la próxima generación y el planeta.
  4. Premian a sus accionistas como consecuencia de este modelo multisectorial a largo plazo.
  5. Se asocian con otras, incluyendo sus competidores, críticos, sociedad civil y gobiernos, para abordar los grandes problemas sistémicos que no pueden resolverse solos.

Polman y Winston explican que crear empresas que se benefician solucionando los problemas del mundo, no creándolos, aumentará la innovación, atraerá a las mejores personas, emocionará a los clientes, aumentará la confianza, creará asociaciones duraderas… y, como resultado, satisfará a sus inversores.

En definitiva, como resume el propio Polman, una compañía con impacto neto positivo “mejora el bienestar de todas las personas a las que impacta y en todas las escalas: cada producto, cada operación, cada región y país, y para cada parte interesada, incluidos empleados, proveedores, comunidades, clientes e incluso las generaciones futuras y el planeta mismo”.

Beneficios para todos

La experiencia que Polman plasma en el libro es la demostración del cambio en la gestión que se está produciendo en el mundo empresarial desde la crisis financiera de 2008. Es un hecho que esa crisis se saldó con un sensible aumento de la desigualdad social en las sociedades occidentales –más riqueza para los ricos y más pobreza para los pobres–. Y se vio que aquello no podía seguir así, aunque solo fuera por la supervivencia del modelo liberal.

Ha surgido desde entonces en ámbitos empresariales la búsqueda de un, digamos, “capitalismo con rostro humano” que busca elevar la “mirada” de la empresa hacia algo más alto que la búsqueda a corto plazo de la máxima rentabilidad para el accionista.

Se trata de un cambio de paradigma sobre el papel de la empresa en la sociedad que va creciendo y solidificándose. La US Business Roundtable es una asociación formada por consejeros delegados de las principales empresas de Estados Unidos. Desde 1978, la asociación publica declaraciones sobre los principios del gobierno corporativo, y en todos esos documentos se ha respaldado el concepto de “primacía del accionista”, según el cual el objetivo fundamental –y el único, podríamos decir– de una compañía es “crear valor para el accionista”.

Pero en agosto de 2019 los líderes empresariales divulgaron una declaración en la que asumían un radical cambio de visión sobre el objetivo de sus corporaciones: su propósito se ampliará con la mirada puesta en favorecer también a los empleados de las compañías, a sus clientes y a las comunidades en las que operan. Se pasó así de buscar únicamente el beneficio de los shareholders –accionistas– a procurar el bienestar social y económico de los stakeholders –los denominados grupos de interés– que están relacionados con la compañía.

Una compañía con impacto neto positivo es aquella que “mejora el bienestar de todas las personas a las que impacta y en todas las escalas”

Una nueva agenda para el capitalismo

Ese mismo año, el diario económico más influyente del mundo, Financial Times, lanzó la campaña “New Agenda, capitalism: time for a reset”, en la que animaba a los directivos a plantear iniciativas de gobierno corporativo y de gestión ante los nuevos retos sociales: desigualdad, tecnología, sostenibilidad, etc.

Larry Fink, fundador y presidente de BlackRock, la mayor gestora de activos del mundo, ha asumido radicalmente estas intenciones. Todos los años escribe una carta a los consejeros delegados de las compañías en las que invierte, en la que expone sus criterios a la hora de decidir dónde va a colocar su dinero. En 2021, escribía que “no hay ninguna empresa cuyo modelo de negocio no se esté viendo profundamente afectado por la transición a una economía cero neta. Las empresas que no se preparen rápidamente verán cómo se resienten sus negocios y sus valoraciones”.

Fink ha repetido esa idea en la carta de este año: “En el mundo interconectado de hoy, una empresa debe crear valor para todos sus stakeholders y ser valorada por todos ellos si quiere aportar valor a largo plazo para sus accionistas. Gracias al capitalismo de stakeholders, el capital se asigna de manera eficiente, las empresas perciben una rentabilidad duradera y se genera valor de manera constante a largo plazo”.

Cuestiones como la igualdad interna en la empresa, el trato con los proveedores, el cuidado de los clientes o la preservación del medio ambiente en todos los procesos productivos se convierten en objetivos de gestión. Lo que hace años se denominó responsabilidad social corporativa (RSC), que ahora se ha sustituido por los criterios ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG).

Hay que calibrar la importancia de que BlackRock abandere también este discurso. La gestora mueve uno de cada cuarenta dólares que se invierten en el mundo. Es el segundo accionista de Apple y Microsoft; el tercero de JP Morgan; tiene el 6,9% de Nvidia, el mayor fabricante de chips del mundo; y en España participa en el capital de 18 de las 35 empresas del Ibex.

Lo que aporta el libro de Paul Polman es la experiencia, en una gran multinacional, de que luchar por implantar ese “propósito” en una empresa es positivo. En Impacto neto positivo, Polman y Winston exponen que esta forma de gestionar es tan rentable o más también para el accionista que las demás –de hecho, Unilever triplicó su valor en bolsa durante los años en que Polman estuvo al mando–. Y es mucho más favorable para todos los colectivos que circulan alrededor de una compañía, desde los trabajadores hasta los clientes. Es decir, redunda en el progreso de toda la sociedad.

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