Junto al rastro de sangre que deja tras de sí el terrorismo, hay una víctima intangible que en su caída arrastra a muchos: la economía, la grande y la pequeña, la de las empresas internacionalmente reconocidas de la hostelería y la aviación, y la de los negocios más modestos, como esas tiendas y restaurantes de Bruselas forzosamente cerrados en días pasados por la inminencia de un ataque que, por fortuna, no ocurrió.
En Francia, el flujo turístico durante los primeros ocho meses de 2015 se incrementó a pesar de los ataques de enero
En el mar de noticias trágicas –el avión ruso saboteado sobre el Sinaí, los ametrallamientos en París, los atentados en Beirut y, nuevamente, en Túnez–, la tónica es la incertidumbre. Días después de la masacre en la capital francesa, y visto el modus operandi de los criminales, el economista Friedrich Schneider, de la Universidad de Linz, refería a DPA que, en consecuencia, las compañías de seguros subirán sus tarifas, al tener que cubrir los riesgos de una ciudad “peligrosa”, y que el consumo probablemente caiga, con lo que las afamadas tiendas de moda parisinas verán cómo se reduce su facturación. “Los mayores problemas serán para los cafés, salas y promotores de conciertos e instituciones similares”, añade.
Por su parte, el Estado francés se verá forzado a destinar más presupuesto a la lucha antiterrorista y a la seguridad pública, con lo que ya ha obtenido la autorización de Bruselas para saltarse este año el listón del 3% de déficit público que fija la eurozona. Lo triste es que ese dinero –en soldados, en policías, en blindados, en misiles, etc.– podría haberse dedicado a capítulos más productivos.
El turista olvida… si no se repite
Uno de los sectores más golpeados en primera instancia es el turismo, al que están fuertemente vinculadas la aviación comercial y la hostelería. Según un artículo de El Mundo, el valor de las acciones de compañías como Air France, EasyJet y el holding British Airways-Iberia-Vueling cayó inmediatamente después de los ataques de noviembre en Francia.
En ese país, además, la compañía hotelera Accor, con 4.000 instalaciones y más de 150.000 empleados, ha visto cómo se cancelaban infinidad de reservas a raíz del suceso y cómo bajaba su apreciación bursátil un 5%, el mismo descenso que ha experimentado Eurotunnel Group, la compañía que opera la vía que une a Francia y el Reino Unido bajo el Canal de la Mancha.
Las afectaciones al turismo, sin embargo, pueden depender de varios factores, como la frecuencia de los actos de terror. Yeganeh Morakabati, experto en riesgos y turismo en la Universidad de Bournemouth University, explicaba en junio a la BBC que la memoria reciente puede persuadir a la gente de irse de vacaciones a un sitio donde acaba de ocurrir un atentado, pero que a largo plazo muchas personas olvidan el incidente. A menos que se reedite…
Morakabati decía esto en junio, cuando 38 turistas (la mayoría británicos) murieron en una playa de Túnez bajo las ráfagas de ametralladora. Solo que ya este era un segundo incidente, tras el asalto, en marzo, de un comando terrorista al capitalino Museo del Bardo. Y más acá, el pasado 25 de noviembre, otras 13 personas fueron asesinadas por un atacante suicida que embistió a un autobús de la guardia presidencial. Tres atentados, todos con el mismo origen y en el mismo sitio.
Ello puede estar incidiendo en el declive de llegadas internacionales (un 10% menos) que, según la Organización Mundial del Turismo, han experimentado los países del norte de África entre enero y agosto pasado. En el Panorama Internacional del Turismo 2015, elaborado por esa organización, se aprecia que dos de los principales destinos en la zona, Túnez y Egipto, para los que el turismo representa el 14 y el 11% de sus respectivos PIB, han visto caer las cifras de visitantes internacionales entre 2010 y 2014: de 14 a 9,6 millones en el primer caso, y de 6,9 a seis millones en el segundo.
Tras los atentados de Boston en 2013, el sector hotelero apenas resultó afectado, lo que sí ocurrió tras el 11-S en Nueva York
Una recuperación más rápida tras el terror
El crimen, en efecto, ahuyenta. De hecho, ya superados en México los años más duros de la guerra abierta contra el narco (2006-2012), el país ha podido reingresar en el top-ten de los destinos turísticos a nivel mundial. Desde los 23 millones de llegadas de 2010, año en que la OMT le auguró fallidamente unos 50 millones, solo en 2014 pudo dar el salto a los 29 millones. Y es que hubo momentos, a finales de la pasada década, en que una ciudad tan emblemática como Acapulco vio cómo se suspendían líneas de crucero y se cancelaban boletos de avión y reservas hoteleras, por la estampida del turismo canadiense tras el secuestro y asesinato de un connacional.
Las estadísticas de la violencia no ayudaban demasiado. Un informe emitido en 2009 por el Centro de Investigación para el Desarrollo, que comparaba las tasas de homicidios por cada 100.000 habitantes, colocaba a 7 estados mexicanos (incluido Guerrero, del que Acapulco es capital) entre los primeros 15 sitios más peligrosos del mundo, junto a El Salvador, Sudáfrica y Venezuela, entre otros.
En el caso del repunte del terrorismo islámico en Europa, aunque también el miedo funciona a veces como un disuasorio, las pautas pueden diferir. Un reporte de Time señala que los tiempos de recuperación tras los episodios terroristas se han acortado considerablemente desde el 11 de septiembre de 2001. En aquel momento, el sector hotelero de Nueva York demoró 34 meses en lograr los niveles de ocupación previos a los ataques, mientras que tras los atentados de Boston, en 2013, apenas hubo impacto (si bien no estaría de más recordar a Time la diferencia de dimensiones entre uno y otro). ¿Acaso porque nos hemos acostumbrado a convivir con el terror?
También el jefe de la sección de viajes de The Independent, Simon Calder, auguraba un pronto restablecimiento del flujo turístico a París, dada la rápida recuperación que experimentaron Madrid y Londres tras los atentados de 2004 y 2005. De todos modos, precisaba que el rostro turístico de la ciudad sí que cambiará: “Las reglas sobre controles de identidad probablemente se reforzarán, y se podrá pedir a los visitantes que se identifiquen, o acabarán identificándose en una comisaría durante cuatro horas”.
Las cifras del turismo internacional a Túnez y Egipto ha disminuido sensiblemente desde 2010
¿“Solidaridad” o más seguridad?
Entre enero y agosto de 2015, a pesar de que la prensa ha sido prolija en detalles sobre el auge del terrorismo islamista en el mundo árabe y plus ultra, y de los ataques contra el semanario Charlie Hebdo, el número de turistas continuó creciendo en toda Europa. Se trata de sociedades con un alto nivel de seguridad pública, que, si bien no pueden descartar la ocurrencia de ataques de grandes dimensiones, tampoco son Beirut en 1982.
Francia, para la que el turismo representa el 7% de su PIB, a finales de 2014 continuaba a la cabeza del ranking mundial en número de visitantes extranjeros, con más de 83 millones (en 2010 fueron 77 millones), y en el primer semestre de este año siguió ascendiendo.
En agosto, el gobierno galo estimaba que 2015 se cerraría con 85 millones de turistas extranjeros y se felicitaba por el incremento de las reservas hoteleras. No había ocurrido aún la masacre de la sala Bataclan, por lo que habrá que valorar más adelante cuánto afectarán a esos pronósticos las cancelaciones de vuelos y alojamientos de esos días.
Los expertos, no obstante, siguen apuntando a la recuperación, y algunos, como el profesor Morakabati, señalan que incluso muchos europeos, por los lazos culturales y la cercanía geográfica a Francia, se sentirán más inclinados a visitar París como modo de mostrar solidaridad, por lo que, paradójicamente, serán los hoteles de Oriente Medio los que posiblemente vean un descenso en la ocupación.
Aunque también porque, solidaridades aparte, algunos razonarán que si amenaza tormenta, es mejor no alejarse demasiado de casa.