Cada dos años, la OCDE publica un estudio sobre la calidad de vida en los países miembros. How’s Life 2013 ha adoptado una definición más amplia de qué es bienestar. Además de los tradicionales datos “macro” (ingresos medios, tasa de desempleo, fracaso escolar), ha tenido en cuenta factores más personales –y relativos– como la sensación de seguridad, la satisfacción subjetiva con la vida, o la fuerza de los lazos familiares; también, otros objetivables pero no económicos como la calidad del medio ambiente, la existencia o no de mecanismos para la iniciativa popular en política, o las facilidades para conciliar trabajo y familia.
El retroceso por la crisis
Los hogares con más riqueza per cápita (incluyendo salarios y otros “ingresos virtuales” como las ayudas para la educación o la cobertura sanitaria) son los estadounidenses, canadienses, noruegos y alemanes. En el extremo opuesto están los dos países latinoamericanos analizados, Chile y México, junto con la mayor parte de los de Europa del Este. España, aunque lejos de estos, también está algo por debajo de la media de la OCDE.
En conjunto, la riqueza media de los hogares ha subido considerablemente respecto a 1995, aunque los años de la crisis han moderado esta tendencia. En España, el avance que se produjo en los años noventa y principios de siglo ha sido prácticamente neutralizado por la bajada del 5% registrada entre 2007 y 2011 (último año con datos disponibles).
Las desigualdades económicas de los hogares según la clase social han aumentado en los años de la crisis en muchos de los países más ricos, como Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá o Australia, donde la diferencia de recursos entre unos y otros es bastante superior a la media. En cambio, se han reducido en Chile, México o Turquía, que aun así continúan siendo los más desiguales.
Al medir el bienestar en los hogares, no todo es economía. El informe también recoge datos sobre el número de habitaciones por persona. España es uno de los países con una tasa más alta (1,8 frente al 1,5 de la OCDE) de la que cabría esperar por su renta familiar media (también Irlanda, Finlandia y Estonia).
Los ciudadanos del norte de Europa, más Suiza, son los más satisfechos con su calidad de vida
Empleo: el gran borrón
Si en general se puede afirmar que la calidad de vida de los países de la OCDE ha mejorado en la última década, no se puede decir lo mismo del factor concreto del empleo. El informe toma como indicadores la tasa de actividad, el desempleo de larga duración y los salarios. Muchos de los datos se analizan a la luz del desempeño educativo, un factor con el que están directamente relacionados, aunque de manera diferente según el país. Por ejemplo, la tasa de desempleo en la OCDE (2011) era tres veces superior para los que no habían avanzado más allá de la secundaria inferior (en España, la ESO) que para los graduados universitarios.
En cuanto a la tasa de actividad (menos significativa que la de desempleo, pues no diferencia entre los que no encuentran trabajo y los que no lo buscan porque se dedican, por ejemplo, a las tareas del hogar), los graduados universitarios están entre 25 y 30 puntos por encima de los que se quedaron en la primera etapa de la educación secundaria. En general, los países con tasas de empleo más altas son los nórdicos, pero Brasil se ha hecho un hueco en los primeros puestos. Estados Unidos está en la media, aunque es una de las naciones donde más ha crecido el desempleo de larga duración, junto con Portugal y Japón. España sigue ostentando un dramático primer puesto en el indicador de desempleo.
Otro factor relacionado con el empleo es la posibilidad de conciliar trabajo y familia, algo que está determinado por la jornada laboral. En algunos de los países más pobres de la OCDE existe un porcentaje significativo de empleados que declaran trabajar regularmente más de 50 horas a la semana. No obstante, esto no es algo privativo de las zonas menos desarrolladas: también Estados Unidos, Israel, Australia y Nueva Zelanda cuentan con un porcentaje abultado.
Los que se sienten más arropados por familia o amigos son los irlandeses, islandeses y británicos; los que menos, los turcos, mexicanos y coreanos
Y usted, ¿cómo se siente?
A falta de estudios detallados sobre la incidencia de distintas enfermedades en cada país, el informe toma la esperanza de vida como el indicador objetivo más fácilmente comparable. Entre los cuatro países con más esperanza de vida están, junto a Suiza, tres de los que tienen una tasa de natalidad más baja: Japón, Italia y España; toda una bomba de relojería para sus respectivos sistemas de pensiones.
Aparte de este dato, la OCDE recoge en su estudio la percepción de los ciudadanos respecto de su propia salud. Pese a que la pregunta es bastante vaga, y en las respuestas influye de forma importante la cultura de cada país, las conclusiones son interesantes. Por ejemplo, los españoles están en el grupo de los que más sanos se sienten, junto con países con mayor renta per cápita, como Suiza, Suecia, Irlanda o Israel.
En cambio, los alemanes y franceses valoran su salud por debajo de lo que cabría esperar por su situación económica. Con todo, la mayor diferencia entre riqueza y salud subjetiva se produce en Japón y Corea del Sur, los dos países que con mucha diferencia menos satisfechos se muestran en este aspecto. En el caso de Japón, solo uno de cada tres dice sentirse bien o muy bien, aunque hay que tener en cuenta que es una población muy envejecida.
Las desigualdades económicas de los hogares según la clase social han aumentado en los años de la crisis en muchos de los países más ricos
Alguien en que apoyarse
Una de las novedades de esta edición del informe es la pregunta sobre los lazos familiares y de amistad. Una red social fuerte se asocia con buena salud, más tasa de empleo, mayor participación democrática y menor tasa de criminalidad. La cuestión que se propone a los encuestados es bastante vaga: “¿Cuentas con familiares o amigos en los que apoyarte en caso de encontrarte en problemas?”. Aun así, las respuestas difieren considerablemente según el país.
Los que se sienten más arropados por familia o amigos son los irlandeses, islandeses y británicos; los que menos, los turcos, mexicanos y coreanos. España está más cerca de los primeros que de los segundos. En general, los lazos sociales son fuertes en la juventud, van perdiendo intensidad durante los años de trabajo, y se recuperan en torno a la jubilación. Los autores del informe relacionan esta tendencia con la importancia de la familia como garante de confianza: la que dan los padres a los jóvenes, y los hijos mayores a los padres en edad de jubilación.
Menos participación electoral
En cuanto a la participación política, otro de los factores del bienestar según la OCDE, se estudian dos indicadores: la participación electoral y los cauces para que el pueblo tome la iniciativa legal. En lo primero se observa un fuerte y generalizado descenso desde los años 80, especialmente pronunciado en algunos países de Europa del Este (Eslovaquia, República Checa) y Portugal. Suiza es el país con menor participación en las elecciones, algo que se explica por la cantidad de ellas que se celebran; también Japón, Canadá o Grecia destacan en este aspecto. En el lado contrario, los países donde más se vota son Australia, los nórdicos (menos Finlandia), algunos países centroeuropeos (Bélgica, Austria y Francia), Turquía y Brasil.
Por lo general, votan en mayor proporción los que han avanzado más en sus estudios, y los más ricos. Esta asociación entre dinero y participación en las elecciones, que señala un cierto déficit para cualquier democracia, es especialmente fuerte en Corea, Estados Unidos, Polonia y Suiza.
Sin embargo, hay países en los que no se vota en gran proporción pero que cuentan con muchos instrumentos para que el pueblo tome la iniciativa legal. Es el caso de Canadá o la propia Suiza.
Suecia y Reino Unido son los sistemas legislativos más accesibles para el pueblo, aunque los autores del informe aclaran que han medido el número de cauces, no su efectividad real. Chile y Francia, en cambio, representan el extremo contrario: gran participación en las elecciones pero pocos cauces para la iniciativa legislativa popular.
La sensación de inseguridad
La contaminación atmosférica de las grandes ciudades ha bajado en todos los países analizados. El descenso ha sido particularmente fuerte en Rusia y Brasil, debido en gran parte a un cambio en el modelo de producción. Aun así, Brasil sigue superando la media por mucho. España se encuentra también ligeramente por encima.
En cuanto a la seguridad, el informe maneja dos indicadores: uno, más objetivo, es la tasa de homicidios; el otro, la sensación de peligro, medida por una encuesta que preguntaba si se había sufrido algún tipo de “asalto” en los últimos doce meses. Respecto a los homicidios, México, Brasil y Rusia siguen muy por encima de la media, aunque en los dos últimos la cifra ha bajado significativamente en la última década (en México casi se ha doblado). Estados Unidos, otro de los países que sobrepasan la media, también ha reducido su tasa.
En general, hay una relación entre tasa de homicidios y sensación de inseguridad, aunque por ejemplo en Estados Unidos esta es muy baja comparada con el número de asesinatos. En Bélgica, en cambio, ocurre lo contrario.
El grado de satisfacción
Medir el bienestar subjetivo de los ciudadanos no es fácil, pues depende en gran medida de lo que cada cultura considere como necesario o prioritario. La OCDE se basa en una encuesta de Gallup, aunque advierte de que se trata de una muestra no muy amplia, y por ello pide informes nacionales más pormenorizados.
Con todo, los datos manejados muestran que los ciudadanos del norte de Europa, más Suiza, son los más satisfechos con su calidad de vida. En el extremo contrario están los húngaros, portugueses y griegos, tres países en los que además se aprecia una valoración muy desigual según la clase social del encuestado.
Aunque la riqueza y otros indicadores objetivables de bienestar están relacionados con la impresión subjetiva sobre la calidad de vida, esta asociación no siempre se cumple. El informe destaca que los países latinoamericanos estudiados obtienen en la valoración personal puntuaciones mayores de lo que cabría esperar por su situación económica (aunque las respuestas son muy diversas según la clase social). También Holanda, Suecia, Islandia y Dinamarca –pese a que ninguno es un país pobre– están por encima de lo esperable.
En cambio, lo contrario ocurre con Australia, Estados Unidos e Irlanda, y especialmente con Corea del Sur y Japón, los dos países con peor bienestar subjetivo. Uno de los datos más directamente relacionados con la impresión de bienestar es el nivel de estudios alcanzado. Esta relación se aprecia claramente en España, donde los universitarios califican su vida con un 7 (sobre diez), mientras que los que se quedaron en la ESO apenas alcanzan el 5,5.